DANIEL IRIARTE / CORRESPONSAL EN
ESTAMBUL
Día 27/04/2013 -
12.50h
·
La joya
bizantina de Estambul es hoy un museo. Cristianos y musulmanes pugnan para que
la basílica sea devuelta al culto
GONZALO CRUZ
«Aya Sofya [el nombre turco de Santa Sofía]
aguarda el día en que sea reabierta para la oración», decía hace un año el
activista Salih Turhan a varios periodistas.
Este treintañero de cuidada barba y aspecto intelectual
reunió a la prensa en el aniversario de la caída de Constantinopla para
anunciar que la organización islamista que lidera, Anadolu Genç («Jóvenes
Anatolios»), iba desde ese momento a oficiar sus oraciones cada viernes frente
a Santa Sofía, para reivindicar su reapertura como mezquita.
Al fin y al cabo, señalaba el joven, es lo que decretó
el propio Mehmet el Conquistador.
Inicialmente concebida como basílica cristiana en el
siglo IV, Santa Sofía ha sufrido una azarosa historia.
Tras la caída de Constantinopla en manos otomanas, el
sultán Mehmet II, que cambió el nombre de la ciudad al actual de
Estambul, ordenó también la transformación de este edificio en mezquita.
Un proceso que apenas tardó cuatro días: la ciudad
capituló un martes, el 29 de mayo de 1453, y ese mismo viernes los creyentes
musulmanes ya pudieron realizar la oración colectiva en su interior.
Para la llamada del muecín, se improvisó un minarete de
madera, que posteriormente sería sustituido por uno de ladrillo.
Poco después, Mimar Sinan, el arquitecto más importante
del Imperio Otomano, se ocuparía del proyecto que asentaría definitivamente la
transformación.
El museo que
los religiosos no quieren
El lugar mantuvo esta condición durante toda la época
otomana, hasta que en 1935 las autoridades de la moderna República de
Turquía lo transformaron en un museo.
Una situación que desagrada a muchos.
No faltan voces, especialmente entre los fieles ortodoxos
griegos, que reclaman que el edificio sea «devuelto al seno de la Cristiandad».
Pero son más numerosos los que preferirían que volviese a ser una mezquita.
Movimientos como el de Turhan han sido, por lo general, marginales en el seno
de la sociedad turca, pero la iniciativa comienza a cobrar cierta fuerza.
Anadolu Genç lanzó el pasado 15 de abril una campaña de recogida de firmas «por
la reapertura de Aya Sofya como mezquita», que ha conseguido el apoyo de más de
diez mil personas en pocos días. Y el columnista Mustafa Akyol ha escrito que
mantener como museos edificios religiosos es una «costumbre soviética».
Preparar a la
opinión pública
¿Se está preparando a la opinión pública para un cambio
tan drástico? Las autoridades del museo lo han negado repetidamente.
Pero el
pasado febrero, la Comisión de Peticiones del Parlamento turco decidió tomar en
consideración una solicitud realizada a este respecto por varios ciudadanos,
que incluía una pretendida encuesta a una muestra de población de cuatrocientas
personas, en la que el 97 por ciento de los interrogados se mostraba a favor de
«reabrir Aya Sofya al culto».
Tal vez más significativo es el hecho de que en
Turquía existen siete antiguas basílicas de Santa Sofía reconvertidas en museos,
de las cuales nada menos que cinco han sido transformadas en mezquitas
en los últimos años.
Otra más, en la ciudad costera de Trabzon, sufrirá pronto
ese mismo destino, después de que un tribunal fallase en este sentido hace unos
meses. Algo a lo que se opone frontalmente el Patriarcado Ortodoxo.
«En Trabzon no hay una necesidad urgente de más
mezquitas, y también se sabe que no hay comunidad ortodoxa allí.
Lo mejor
es mantener la basílica como museo», declaró el encargado de prensa del
Patriarcado.
Muchos temen que la conversión de esta pequeña iglesia del Mar
Negro sirva como precedente definitivo para que los islamistas puedan
reivindicar la última pieza, la centenaria joya de Estambul, Patrimonio de la
Humanidad.
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