Marta Lago: «Benedicto XVI es un
comunicador eficaz»
«El periódico ha ido cambiando según los
deseos explícitos del Papa»
5 Noviembre 12 - - Darío Menor
CIUDAD DEL VATICANO- La madrileña Marta
Lago es, desde principios de mes, la nueva encargada de la edición semanal en
lengua española de «L’Osservatore Romano», que cada domingo ofrece LA RAZÓN.
Con amplia experiencia en la información
religiosa, Lago es la primera mujer y laica que asume este cargo.
–Benedicto XVI está considerado uno de los grandes intelectuales contemporáneos pero, ¿resultan sus intervenciones accesibles periodísticamente?
–Benedicto XVI está considerado uno de los grandes intelectuales contemporáneos pero, ¿resultan sus intervenciones accesibles periodísticamente?
–Al Papa se le entiende muy bien.
Pero hay que distinguir la forma elegida
para sus palabras y su contexto: no es lo mismo una homilía que un discurso,
una intervención espontánea, una catequesis en la audiencia general o una carta
apostólica.
Es responsabilidad del comunicador hacer
del género periodístico una herramienta útil para acercar, no entorpecer, esas
intervenciones del Papa hacia los destinatarios.
Muchas veces será una tarea compleja,
porque la realidad es a menudo compleja.
Pero es una tarea posible.
Y de Benedicto XVI sorprende su enorme
capacidad de simplificar, de abordar cuestiones arduas y hacerlas inteligibles
a cualquier tipo de destinatario.
Es un comunicador eficaz.
–Alrededor de la mitad de los católicos hablan español.
¿Siente una responsabilidad especial por
acercarles de primera mano las enseñanzas del Papa y la información de la Santa
Sede?
–No se trata sólo de la cifra de hispanohablantes, sino de la cantidad de países hispanohablantes.
La mirada, como es lógico, envuelve a
América Latina.
Es enormemente inspirador el hecho de que
Pablo VI consolidara la edición en lengua española en 1969 después de su
peregrinación a Bogotá.
Para este Papa supuso el abrazo ideal a
toda América Latina y quiso que todos pudieran tener a su alcance, de primera
mano, la información de la sede apostólica.
Procuramos cumplir su mandato pensando en
cada lector potencial en español.
El hecho de que LA RAZÓN publique en su web
cada semana la versión íntegra de nuestra edición facilita mucho esta misión.
–¿Tiene previsto realizar cambios en la edición en español de «L’Osservatore Romano»?
–En los últimos cinco años la edición ha introducido cambios en su gráfica, estética, ampliación de contenidos e incremento de firmas.
Se da así respuesta a la evolución de la
dinámica informativa, a los intereses de los lectores y, evidentemente, a los
deseos explícitos de Benedicto XVI para «L’Osservatore Romano».
En un periódico de ideas como éste no hay
aspecto de la realidad humana que deje de interesar.
Cada edición lingüística está atenta a los
intereses específicos de sus lectores, pero ello no significa restringir la
publicación de contenidos.
La mirada debe mantenerse amplia y
profunda, sin fronteras geográficas ni prevención.
La única limitación en prensa escrita es el
espacio y el número de páginas.
–¿Resulta complicado trabajar en el diario de la Santa Sede por el cierto oficialismo que debe mantenerse?
–Más que complicación es cuestión de rigor.
Rigor que, por otro lado, debe observarse
en cualquier medio.
Es cierto que el periódico, que es del todo
particular, se lee considerándolo expresión autorizada de la Santa Sede.
Pero este factor ayuda a mantener alta la
exigencia de precisión, ponderación, prudencia.
Que de ningún modo impide el dinamismo, la
vivacidad del debate y un punto de provocación si hace falta.
–¿Peca en ocasiones la información religiosa de excesivo «clericalismo», olvidando la amplia riqueza de la Iglesia?
–Pueden percibirse muchos grados de «clericalismo» y también de «anticlericalismo» en la información religiosa: implica mutilar en diversa medida la gran riqueza de la Iglesia y la posibilidad de que cualquier persona pueda conocerla libremente.
Eso agrede al lector, falta el respeto a su
inteligencia y traiciona la verdad.
Este ámbito de información es muy delicado
porque toca de lleno precisamente la dimensión religiosa de la persona, el
sentido de la existencia.
Podemos imaginar cuál es el alcance de la
responsabilidad del comunicador.
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