Elecciones
EE.UU.
JUAN MESEGUER
·
Ace prensa
·
4.SEP.2012
En la
convención republicana celebrada en Tampa (Florida), Ann Romney se dirigió a
las madres, a las esposas, a las abuelas, a las hermanas y a las hijas con un
tono de complicidad. Habló de “ese momento final del día en que las mujeres
suspiran un poco más que los hombres” porque han tenido “que trabajar algo más
duro para hacerlo todo bien”.
Para hacer frente a la ofensiva republicana, los demócratas han puesto en
primera fila de su campaña a mujeres “pro-choice”
“Vosotras sois las que tenéis que hacer un poco más y
sabéis lo que es tener que ganar un poco más; ganar el respeto que os merecéis
en el trabajo y después llegar a casa y ayudar a que los deberes se hagan”.
Después vinieron algunas anécdotas familiares: los años
de recién casada con sus dietas de pasta y atún; el buen humor de su marido
Mitt; las tardes de lluvia con cinco niños gritando a la vez en casa; su
sufrimiento con la esclerosis, el cáncer de mama y un aborto espontáneo que
tuvo hace un par de décadas...
Ann concluyó su discurso con la afirmación de que se siente “la mujer más
afortunada del mundo” y pidió el voto para su marido.
Entonces Mitt apareció en escena. Se besaron. De fondo, la música de My
Girl... Todo muy republicano. Eso sí, ningún atisbo de lo que a los
demócratas les ha dado por llamar la “guerra contra las mujeres”.
Refuerzo
“pro-choice” entre los demócratas
En la versión demócrata, esta guerra consiste en la
oposición que muchos republicanos –mujeres y hombres– están llevando a cabo
frente a la ampliación por parte del gobierno de Obama de los llamados derechos
reproductivos de las mujeres.
Esta acción de los republicanos se concreta
principalmente en tres frentes: el impulso de medidas restrictivas al aborto en
diversos estados; la retirada de algunos beneficios fiscales concedidos a organizaciones
abortistas como Planned Parenthood; y la oposición a la norma del Ministerio de
Sanidad que impone –también a instituciones de inspiración religiosa– la
obligación de financiar anticonceptivos, la píldora del día después y la
esterilización en el seguro sanitario.
Para hacer frente a la ofensiva republicana, los
demócratas han puesto en primera fila de su campaña a mujeres “pro-choice”.
Así, en agosto presentaron diez nuevos rostros femeninos
que aspiran a llevar aire fresco a la convención demócrata, iniciada el 4 de
septiembre en Charlotte (Carolina del Norte).
La más conocida es la activista Sandra Fluke, para quien
“las políticas del Partido Republicano representan un peligro para las
mujeres”.
La decisión de fichar a Fluke y compañía ha sido muy
celebrada por la vieja guardia feminista.
Dice Jodi
Jacobson, editora de una web sobre salud reproductiva, que Fluke “habla en
nombre de una nueva generación de mujeres jóvenes”.
Y Nancy Keenan, presidenta de NARAL Pro-Choice America,
no oculta su alegría al ver que el partido del burro sigue contando con ella:
“Estoy orgullosa de que el Partido Demócrata vuelva a reafirmar su compromiso
de proteger los derechos reproductivos de las mujeres a través de esta
plataforma, y de que elija a tantas portavoces ‘pro-choice’ para su
convención”.
Mujeres que
hablan por sí mismas
Hablar en nombre de un colectivo tiene sus riesgos. Sobre
todo, si ese colectivo no te ha elegido como su portavoz.
Cuando Fluke dice que las medidas antiabortistas de los
republicanos son peligrosas para las mujeres, ¿en nombre de qué mujeres habla?
“Aquellas que pretenden representar nuestros intereses nunca han venido a
pedirnos autorización para representarnos”, escribe Sheila Liaugminas en MercartorNet.
“No nos conocen, no nos entienden,
no se preocupan realmente por nosotras.
Igual que fuimos utilizadas una vez sin nuestro consentimiento para
satisfacer los deseos sexuales de otros, continuamos siendo utilizadas sin
nuestro permiso para satisfacer los objetivos políticos de otros”.
Mientras algunas aspiran a convertir “en nombre de las
mujeres” el aborto o la anticoncepción en dogmas incuestionables, otras
prefieren hablar por sí mismas y defender sus propios valores.
Es lo que hacen
las más de 33.000 mujeres que comparten los principios de “Women Speak For
Themselves”.
La historia de esta iniciativa la cuentan en National Review
Online sus autoras, Helen M. Alvare y Kim
Daniels, profesora de Derecho en George Mason University School of Law, la
primera, y ex abogada del Thomas More Law Center, la segunda.
Cuando el pasado enero el Ministerio de Sanidad de EE.UU.
anunció que obligaría también a las instituciones de inspiración religiosa a
financiar anticonceptivos, la píldora del día después y la esterilización en
los seguros de sus empleados, los obispos estadounidenses denunciaron lo que
consideraban una violación de la libertad religiosa (cfr. Aceprensa,
27-01-2012).
Rápidamente, el gobierno de Obama se apresuró a llevar la
polémica al terreno de los derechos reproductivos.
Mientras los obispos invocaban el respeto a la conciencia
y a la libertad religiosa, el gobierno hacía lo propio con la “salud de las
mujeres”.
Una vez planteado el debate en estos términos, Nancy
Pelosy y otras demócratas se propusieron desautorizar la oposición de los
obispos al mandato de Obama con la siguiente pregunta: “¿Dónde están las
mujeres?”.
Carta abierta
Aquello le pareció demagógico a Alvare y Daniels. Invocar
la salud de las mujeres para callar la boca a todo aquel que discrepara con
quienes pretendían atentar contra sus creencias más hondas era muy poco
honrado.
De modo que las dos juristas escribieron una carta
abierta dirigida a Obama para decirle que nadie puede atribuirse el monopolio
para hablar en cuestiones de salud.
“No es razonable –explica Alvare– que unos pocos grupos
hablen en nombre de todas las mujeres en temas como la vida, la familia, la
sexualidad o la religión.
Las más de 31.000 mujeres [ahora son más de 33.000] que
han firmado la carta abierta ya no se van a quedar sentadas en silencio
mientras unos pocos políticos y sus aliados insisten en que la libertad
religiosa tiene que doblegarse ante la teoría –la ideología, más bien– de que
el núcleo de la libertad de las mujeres es la expresión sexual sin compromiso”.
Al principio, hicieron circular la carta entre varias
docenas de amigas.
A ella se fueron adhiriendo mujeres de muy diversas
profesiones.
En 72 horas habían conseguido cerca de 750 firmas,
también de fuera de EE.UU. Al ver el éxito cosechado, se decidieron a lanzar
una web.
En la carta, Alvare y Daniels brindan su apoyo a la
Iglesia católica para que siga ofreciendo en un clima de libertad sus
enseñanzas sobre la sexualidad, el matrimonio y la familia.
La carta está abierta a creyentes y no creyentes, como
también lo está a demócratas, republicanos e independientes.
Carol, una de las firmantes, escribe: “Soy una mujer
‘pro-choice’ que respeta los derechos de las demás mujeres a sostener otros
puntos de vista.
En concreto, espero que el gobierno –en conformidad con
la Constitución– proteja a cualquier persona para que no se vea forzada a
actuar en contra de su conciencia.
El mandato del Ministerio de Sanidad es una violación fundamental de nuestros derechos a la libertad de expresión y de religión”.
Carol ha dado una lección al gobierno de Obama.
Aunque ella es “pro-choice”, no le importa ponerse al lado de las pro vida en esta ocasión para defender la conciencia de quienes deciden pensar y vivir de forma diferente.
No teme, como sí lo hace el Partido Demócrata, la
diversidad de opiniones de todas las mujeres.
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