01/10/2012 -
Vida y bioética
San Agustín de
la Florida celebró la primera misa de lo que hoy es EEUU en 1561.
Su obispo es
cubano. Y el obispo anterior, Víctor Galeone, sobrevivió a las presiones que
querían abortarlo de bebé.
Felipe de Jesús
Estévez, obispo de San Agustín, nacido en Cuba
P. J. Ginés
San Agustín, en Florida, es un lugar
especial para los católicos hispanos. Allí fue donde se celebró en 1565 la primera misa en lo que hoy es EEUU.
En una gesta explicada, por ejemplo, en el libro "Antes que nadie", de Fernando Paz , la ciudad fue fundada por Pedro Menéndez de Avilés en lucha contra piratas protestantes, 42 años antes de que los ingleses fundaran su primera colonia y 55 años antes del famoso desembarco de los peregrinos puritanos del Mayflower.
En el lugar de aquella primera misa hay hoy
una gran cruz y también un santuario
católico dedicado a un símbolo poderoso de la vida y
la maternidad: la Virgen de Nuestra Señora de la Leche, una
devoción que llegó allí desde Madrid, con una imagen en la que
la Madre de Dios amamanta a su Bebé.
La ciudad fue entregada a Estados Unidos en
1821, pero de forma simbólica la bandera española de la Cruz de Borgoña sigue
ondeando en el castillo de San Marcos, que en su larga historia sufrió muchos
ataques pero nunca fue tomado por las armas.
Eclesialmente, perteneció a la diócesis de
Santiago de Cuba, de 1565 a 1787, y después a la diócesis común de San
Cristóbal de La Habana, Louisiana y las Floridas, hasta 1793.
Hoy la diócesis abarca una zona amplia
alrededor de San Agustín, con 1,9 millones de habitantes, de los que algo menos
del 10% son católicos, lo que abarca a una gran cantidad de inmigrantes cubanos...
incluyendo a su obispo.
Felipe J. Estévez, que lleva algo más de un
año como obispo de San Agustín, nació en 1946 en Pedro Betancourt (Matanzas,
Cuba) y fue uno de los adolescente cubanos que llegaron a EEUU en 1961 en un
programa llamado Peter Pan (Pedro Pan, en Cuba).
Con 24 años fue ordenado sacerdote en Fort
Wayne, pero como diocesano de Matanzas, Cuba, aunque no consiguió ir a la isla.
Fue misionero en Honduras, en 1979 se
incardinó en Miami, atendió la pastoral universitaria y fue obispo auxiliar en
la gran ciudad de Florida.
En la diócesis en sí los católicos son
pocos, pero Florida es un estado clave en las elecciones
presidenciales, donde los resultados se deciden por un puñado de votos,
los católicos en el estado son uno de cada cuatro habitantes y el obispo
Estévez ha escrito una carta rotunda a sus feligreses que ha retumbado por todo
el estado.
El obispo pide a los fieles "llevad
con vosotros vuestras creencias católicas, vuestros valores y conciencias, a
las urnas".
El pastor de la más antigua iglesia de
Estados Unidos recuerda que "quitar la vida humana inocente, sea dentro del
vientre o no, hasta la muerte natural, es siempre intrínsecamente maligno".
Añade además que "asuntos como la
investigación con células de embriones y los intentos de clonación humana son
también ataques directos contra la dignidad y unicidad de la vida humana hecha
a imagen de Dios".
"Cualquier intento de
redefinir matrimonios como algo distinto a la unión de hombre y mujer debe
recibir la oposición vigorosa de un católico, porque es
contraria a la razón, la ley natural y las verdades reveladas divinamente en la
Biblia.
Además de estos asuntos fundamentales, y
relacionados muy de cerca, está el tema de la libertad religiosa,
nuestra capacidad como católicos de vivir nuestra fe y nuestra moral
públicamente en todos los niveles de la sociedad".
El obispo no menciona ningún partido ni
candidato.
Eso sí, en Florida hay dos referendos que
piden enmiendas en la Constitución estatal: uno pide prohibir
que se gaste dinero público en abortos y sus
"servicios" relacionados.
Otro pide que el Estado pueda
financiar organizaciones basadas en la fe (como CRS, la Cáritas
estadounidense).
El obispo explícitamente pide en su carta a
los católicos que voten "SÍ" en ambas consultas.
Hace apenas un año y medio, en San Agustín
era obispo Víctor Galeone (en la foto de abajo, con su madre), hijo de
inmigrantes pobres italianos, con un poderoso testimonio provida en su
propia familia.
En 1935, con todo el mundo en una dura
crisis económica, el padre de Víctor apenas conseguía mantener a
sus 3 hijos con trabajos temporales.
Su mujer, Rita, acudió a ver a una
trabajadora social pensando estar embarazada por cuarta vez.
La funcionaria le propuso "recuperar
el periodo": es decir, abortar, pero dicho suavemente en una época en que
aún era ilegal en Estados Unidos.
Rita se negó: «Moriría yo primero», le
dijo.
«Tu marido apenas puede manteneros, a ti y
a tus hijos, y es una irresponsabilidad que lo tengáis», le
reprochó la trabajadora social.
Pero Rita seguía negándose a abortar.
La trabajadora, ante la negativa de la
madre, le amenazó con que el Gobierno le retiraría las ayudas que las
familias cobraban por entonces.
Eran dos tarjetas que daban derecho a una
bolsa de frijoles secos cada dos semanas y algo de carbón para el invierno.
Rita le contó la amenaza a su marido que la
apoyó, a pesar de que podrían quitarles una ayuda muy necesaria.
«Muy bien, déjalos y devuelve
las tarjetas.
Dios sabrá
recompensarnos», le respondió su marido.
Y así nació el pequeño Víctor.
Él solo supo la historia en 1970, cuando
era un joven sacerdote a punto de irse como misionero a América Latina.
Permaneció sin dormir después de oír la
confesión de su madre.
«Por primera vez en mi vida comprendí lo
que significa el regalo de la vida, y lo precioso que es», recordó Galeone.
Después fue obispo de San Agustín hasta su
jubilación hace año y medio y contó varias veces por qué se
alegraba del coraje pro-vida de sus padres, presionados para abortar por una
funcionaria.
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