jueves, 31 de enero de 2013

Video, qué hacer a la hora de la muerte (2/3)


09/01/2013 - Vida y bioética

En los últimos 10 años, el preservativo le falló a casi el 9% de las españolas sexualmente activas de hasta 50 años de edad o más.

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Lo que venden como sexo seguro es bastante inseguro y preocupante

P. J. Ginés

¿Es el condón un método fiable de contracepción o de prevención de enfermedades de transmisión sexual?
Un nuevo indicio de su falta de fiabilidad lo podemos estudiar en España desde que llegó la píldora del día después en 2001, introducida por el gobierno popular de José María Aznar.

Actualmente se reparten unas 700.000 píldoras del día después en España.

En noviembre de 2011, la Sociedad Española de Contracepción (SEC) celebró un congreso sobre "anticoncepción de urgencia" difundiendo un estudio realizado por esta entidad (nada contraria al condón, se supone, y en teoría sin razones para alterar los datos).

El estudio era bastante amplio: contaba con datos de 6.200 mujeres entre 14 y 50 años de edad.

En él se concluía que:

- solo el 14% de las españolas de esa edad habían utilizado alguna vez la píldora del día después

- el 77% de las que la usaron declaró que había tenido algún problema "puntual" con el uso del preservativo (es decir, que lo usaba con cierta frecuencia, sin problemas, y que tomó la píldora porque le falló).


Pero si hacemos unos cuantos números más dan resultados interesantes.

Según el INE, en España hay 11,6 millones de mujeres en esas edades (de 14 a 50 años).

De ellas, al menos 1,16 millones (el 14%) habrían usado la píldora del día después desde que se aprobó en 2001.

Y el 77% de ellas, 893.000 mujeres, declararon que les falló el preservativo.

Eso significa que en 10 años se producen al menos 893.000 fallos de condón en España, y eso si contamos sólo las mujeres que han acudido a la píldora del día después.

Para calcular un porcentaje de mujeres a las que el condón les ha fallado, deberíamos descontar al menos las chicas vírgenes, que de los 18 a los 34 años son aproximadamente 1 millón (como indicaban los estudios del papilomavirus que comentamos aquí), y que probablemente son un 90% de las niñas de 14 y 15 años, es decir, 360.000 chicas.


Eso da un total de 10,24 millones de mujeres que han tenido relaciones sexuales y tienen entre 14 y 50 años.

Si 893.200 de ellas han sufrido el fallo del condón, significa que el condón ha fracasado en 10 años a casi 9 de cada 100 mujeres que han tenido relaciones sexuales.

Para ser más exacto, ha fallado al 8,7% de las mujeres no vírgenes de 14 a 50 años.

Hay que tener en cuenta que según distintos sondeos, de las españolas que usan anticonceptivos, sólo un 55% usa el condón (aunque sin duda muchas que usan píldora anticonceptiva o la vasectomía de su pareja lo pudieron usar en el pasado).

Puesto que el condón sólo puede fallar a quien lo ha usado y quizá la mitad de esos 10,24 millones de mujeres sexualmente activas no lo han usado (ya que usan otros métodos), significaría que en diez años habría fallado a un 17% de las mujeres que usaban condón.

Y a un método, el condón, que falla a un 17% de sus usuarias, le han llamado y siguen llamando "sexo seguro".

Hay que recordar una vez más que estas cifras parten de un colectivo: el de las que pidieron píldora del día después porque les falló el condón.

La tasa de fallo del condón sería aún más alta si incluyésemos aquellas mujeres a las que le falló pero no pidieron Píldora del Día Después.


Chicharito el futbolista de moda en Inglaterra, recibe amenazas por testimoniar su fe en público



Se pone de rodillas en el campo antes de cada partido
El futbolista mexicano triunfa en el histórico Manchester United.

Su lema para el éxito se resume en tres palabras: "Dios, familia, perseverancia".

Nunca oculta su fe católica y eso le ha granjeado amenazas en Europa.
Actualizado 11 enero 2013

«Javier “Chicharito” Hernández es el futbolista mexicano del momento y una de las sensaciones del fútbol inglés tras sus grandes actuaciones con el Manchester United con quien ha conseguido ser el mejor jugador de la Premier League el pasado mes de diciembre.

Sin embargo, no sólo su fútbol y sus goles han impresionado a los ingleses sino que la profunda fe y la humildad de este joven de 23 años le han puesto como ejemplo para los jóvenes.

Aparece ya en las listas de los deportistas más religiosos del mundo.
Siempre habla de Dios

A pesar de la fama y el dinero, Chicharito no ha perdido el norte y tiene muy claro de dónde viene y hacia dónde va.

Nunca ha ocultado su ferviente fe católica, es más, sorprende la cantidad de veces que habla de Dios.

En todas y cada una de sus entrevistas y apariciones públicas le da gracias por lo que tiene y por la oportunidad de jugar al fútbol.

La imagen más llamativa y más conocida de este futbolista se produce antes de cada partido cuando se pone de rodillas con los ojos cerrados y con los brazos abiertos mientras ora.

“Siempre rezo en el campo antes de un partido.

Es una rutina importante para mí pero no es superstición”, afirma.

Me gusta rezar, puedo hablar con Dios y le digo que tenga cuidado de la salud de ambos equipos”.

Un ángel en los “diablos rojos”

Curiosamente, este “ángel” que reza por compañeros y rivales presta sus servicios en el histórico Manchester United, conocido popularmente en todo el mundo como los “red devils”, los diablos rojos.

Un ángel entre demonios.

A pesar de ello, su religiosidad ya le ha causado varios problemas en el fútbol británico.

Ha sufrido amenazas de los protestantes del Rangers por su devoción católica e incluso distintos estamentos intentaron convencerle de que no rezase en público para no caldear el ambiente.

Orgulloso de ser católico

Esta fe de la que hace gala ha interrogado a seguidores y periodistas en Inglaterra.
Pero él lo tiene claro: “soy católico, no me da pena decirlo.

En mi casa he recibido una educación católica, mi abuelita es sobre todo muy católica y es la base de nuestra familia”.

Y es que su abuela, doña Lucha, le inculcó desde pequeño su amor a la Iglesia Católica y a la Virgen María, algo que este futbolista de éxito no ha olvidado.

Dios y la familia, la clave del éxito

La familia es lo más importante para él y la que le ha dado estabilidad en un mundo tan complicado como el del fútbol.

En una entrevista le preguntaron que definiera el éxito en tres palabras y no dudó: “Dios, familia, perseverancia”.

Si ya ha conseguido triunfar en el fútbol, su sueño desde niño, ahora va camino de realizar el segundo, que pasa por casarse y ser padre.

Pese al éxito sigue con su novia de toda la vida.

Quiero ser esposo, quiero ser padre de familia, pero todo a su debido tiempo.
Dios va a decidir eso, y cuando sea, obviamente cambiará toda mi vida”.

Agradecido con Dios

Al igual que su fe, la humildad que demuestra en el día a día no deja indiferente a nadie en Manchester.

Chicharito relata que “me considero una persona realizando sus sueños, luchando por lo que siempre soñó desde chico, haciendo lo que siempre quiso…pero no va a haber profesión, ni trabajo, ni logros, ni dinero que me hagan sentir más o menos que los demás.

Siempre estaré muy agradecido con mi familia y también con Dios, por haberme inculcado esto”.

Este carácter también se ha ido forjando con distintos acontecimientos de su vida, que le han hecho dar la verdadera importancia a las cosas.

De hecho, estuvo a punto de abandonar el fútbol y fue esa crisis la que le llevó hacía Dios.

La crisis que cambió su vida

“Estuve cerca de retirarme, tenía muchas dudas sobre si seguir o no en este camino que Dios me había puesto.

No estaba jugando mucho y estaba de reserva” y empezó a estar muy triste.

En ese momento, un compañero suyo en el Chivas, Ramón Morales, trece años mayor que él, le ayudó sobremanera.

Así lo relata el veterano jugador: “la forma en que traté de ayudarlo era decirle que confiara mucho en Dios, yo creo, él cree mucho en Dios, su familia cree.

Y que Dios da cuando nos esforzamos, cuando hacemos las cosas con honestidad, respeto y dedicación”.

Poco a poco, en esta situación se fue aferrando cada vez más a Dios y comenzó a “a ver la vida desde otra perspectiva, saber que si no me va bien en el fútbol puedo ser feliz, es cuando aprendí que la vida es más que tu profesión, porque aunque sea tu sueño, aunque luches por él no lo es todo.

Así empecé a disfrutar de cada entrenamiento, cada minuto, cada momento de estar con mi familia.

Empecé a disfrutar de muchísimas cosas más allá del fútbol.

Me apegué mucho a Dios y creo que eso me ayudó bastante para poder creer más en Él y ver la vida de otra manera”.

El sabio consejo de su abuela

Hay un consejo de su abuela que le ha acompañado desde entonces y que afirma que nunca olvidará y que dice que “el tiempo de Dios es perfecto y Dios sabrá los tiempos para cada uno”.

Y las consecuencias son evidentes.

Tras este bache su carrera despegó.

Es el ídolo mexicano, goleador de su selección en el Mundial y ahora triunfa en Europa.

Pero sin Dios y su familia no habría sido posible.

Chicharito no lo olvida.

miércoles, 30 de enero de 2013

Video, qué hacer a la hora de la muerte (1/3)

Carta a la mamá de cada sacerdotes y seminarista y a cuántas ejercen con ellos la maternidad espiritual por el cardenal Piacenza


Causa nostrae Letitiae – ¡Causa de nuestra Alegría!”

El pueblo cristiano ha venerado siempre, con profunda gratitud, a la Bienaventurada Virgen María, contemplando en Ella la Causa de toda nuestra verdadera Alegría.

En efecto, acogiendo la Palabra Eterna en su seno inmaculado, María Santísima dio a luz al Sumo y Eterno Sacerdote, Jesucristo, único Salvador del mundo.

En El, Dios mismo vino al encuentro del hombre, lo levantó del pecado y le donó la Vida eterna, es decir Su misma Vida.

Adhiriéndose a la Voluntad de Dios, María participó, de modo único e irrepetible, en el misterio de nuestra redención, convirtiéndose así en Madre de Dios, Puerta del Cielo y Causa de nuestra Alegría.

De modo análogo, la Iglesia toda mira, con admiración y profunda gratitud, a todas las madres de los sacerdotes y de cuantos, recibida esta altísima vocación, han emprendido el camino de formación, y con profunda alegría me dirijo a ellas.

Los hijos, que ellas acogieron y educaron, fueron elegidos por Cristo desde la eternidad, para convertirse en sus “amigos predilectos” y, así, vivo e indispensable instrumento de su Presencia en el mundo.

Por medio del sacramento del orden, la vida de los sacerdotes es definitivamente asumida por Jesús e inmersa en El, de modo que en ellos, es Jesús mismo el que pasa y actúa entre los hombres.

Este misterio es tan grande que el sacerdote es también llamado “alter Christus” –“otro Cristo”.

Su pobre humanidad, elevada por la fuerza del Espíritu Santo a una nueva y más alta unión con la persona de Jesús, es ahora lugar del Encuentro con el Hijo de Dios, encarnado, muerto y resucitado por nosotros.

Cuando cada sacerdote enseña la fe de la Iglesia, es Cristo el que habla en él, habla al Pueblo; cuando, prudentemente, guía a los fieles a él confiados, es Cristo el que apacienta a las propias ovejas; cuando celebra los sacramentos, en modo eminente la Santísima Eucaristía, es Cristo mismo el que a través de sus ministros, obra la Salvación del hombre y se hace realmente presente en el mundo.

La vocación sacerdotal, normalmente, tiene en la familia, en el amor de los padres y en la primera educación en la fe, aquél terreno fértil en el cual la disponibilidad a la voluntad de Dios puede radicarse y extraer la indispensable nutrición.

Al mismo tiempo, cada vocación es, incluso para la misma familia en la que surge, una irreductible novedad, que huye a los parámetros humanos y llama a todos, siempre, a la conversión.

En esta novedad, Cristo actúa en la vida de aquellos que ha elegido y llamado, todos los familiares –y las personas más cercanas– están implicadas pero es ciertamente única y especial la participación que corresponde a la madre del sacerdote.

Únicas y especiales son los consuelos espirituales que le afluyen por haber llevado en su seno a quien se ha convertido en ministro de Cristo.

Toda madre no puede sino alegrarse en ver la vida del propio hijo, no sólo realizada sino investida de una especialísima predilección divina que abraza y transforma para la eternidad.

Si aparentemente, en virtud de la vocación y la ordenación, se produce una inesperada “distancia”, respecto a la vida del hijo, misteriosamente más radical de toda otra separación natural, en realidad la bimilenaria experiencia de la Iglesia enseña que la madre “recibe” al hijo sacerdote en un modo totalmente nuevo e inesperado, tanto como para ser llamada a reconocer en el fruto del propio seno, por voluntad de Dios, un “padre”, llamado a generar y acompañar la vida eterna en una multitud de hermanos.

La madre de un sacerdote es misteriosamente “hija de su hijo”.

Hacia él podrá ejercer también una nueva “maternidad”, en la discreta, pero eficacísima e inestimablemente valiosa, cercanía de la oración y en la ofrenda de la propia existencia por el ministerio del hijo.

Esta nueva “paternidad”, a la que el seminarista se prepara, que al sacerdote es donada y de la cual el Pueblo Santo de Dios se beneficia, necesita ser acompañada por la oración asidua y por el personal sacrificio, para que la libertad de adhesión a la voluntad divina se renueve y robustezca continuamente, para que los sacerdotes no se cansen nunca, en la cotidiana batalla de la fe y unan, cada vez más totalmente, la propia vida al sacrificio de Cristo Señor.

Tal obra de auténtico sostén, siempre necesaria en la vida de la Iglesia, parece hoy más urgente que nunca, sobre todo en nuestro Occidente secularizado, que espera y pide un nuevo y radical anuncio de Cristo y las madres de los sacerdotes y de los seminaristas son un verdadero “ejército” que, desde la tierra eleva al Cielo oraciones y ofrendas y, todavía más numeroso, desde el Cielo intercede para que cada gracia sea derramada sobre la vida de los sacros pastores.

Por esta razón, deseo con todo el corazón animar y dirigir un particularísimo agradecimiento a todas la madre de cada sacerdote y seminarista y –junto a ella- a todas las mujeres, consagradas y laicas, que han acogido, también por la invitación dirigida a ellas durante el Año Sacerdotal, el don de la maternidad espiritual hacia los llamados al ministerio sacerdotal, ofreciendo la propia vida, la oración, los propios sufrimientos y las fatigas, como también las propias alegrías, por la fidelidad y la santificación de los ministros de Dios, haciéndose así partícipes, a título especial, de la maternidad de la Santa Iglesia, que tiene su modelo y su cumplimiento en la divina maternidad de María Santísima.

Un especial agradecimiento, por último, se eleve hasta el Cielo, a aquellas madres, que, llamadas ya de esta vida, contemplan ahora plenamente el esplendor del Sacerdocio de Cristo, del cual sus hijos se ha convertido en partícipes, y por ellos interceden, en modo único y, misteriosamente, mucho más eficaz.

Junto a los más sentidos augurios por un Año Nuevo de gracia, de corazón imparto a todas y a cada una la más afectuosa bendición, implorando para vosotras de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios y de los sacerdotes, el don de una cada vez más radical identificación con Ella, discípula perfecta e Hija de su Hijo.

Mauro Card. Piacenza

Prefecto de la Congregación para el Clero


martes, 29 de enero de 2013

El creador de la agencia Moodys se hizo católico después de 40 años de búsqueda filosófica



Tenía 59 años y le impactó una misa solemne
Protestante, panteísta, seguidor del pensamiento de Spencer, Santayana, Bergson y Freud... Chesterton tumbó sus esperanzas filosóficas. Y una impactante misa en Viena, a la que asistió por casualidad, le llevó a investigar el catolicismo.
Actualizado 22 enero 2013
"Moody´s dice que España es un caso perdido"; "Moody´s mantiene el ´rating´ de España", "Moody´s deja respirar a la economía española", "La agencia de calificación de riesgo Moody´s mantiene a España por encima del bono basura"...

Según estos titulares de los últimos meses, la agencia financiera Moody´s tiene una terrible influencia en la economía española, o al menos en su imagen. Parece ser un ente semi-divino de creación indefinida y movido por arcanos designios de inescrutables orígenes.

Pero el origen de Moody´s está en un católico converso, John Moody, que de hecho fue incluso vicepresidente de la asociación de conversos católicos de Nueva York (más tarde llamada Saint Paul´s Guild). Murió hace más de medio siglo y no tiene ninguna culpa ni de la crisis española actual ni de los comportamientos actuales de la agencia que fundó.

40 años de búsqueda filosófica

John Moody no fue un hombre que sólo pensase en dinero y beneficios inmediatos.

Al contrario, su vida intelectual y espiritual fue inquieta, en una intensa búsqueda filosófica que duró más de 40 años y le llevó, en su madurez, a la Iglesia Católica.

Su historia la cuenta el libro "Hombres que vuelven a la Iglesia", publicado por EPESA, Madrid, en 1949, y el mismo John Moody´s explicó la historia de su conversión al catolicismo en primera persona en su libro "My Long Road Home" (Mi largo camino al hogar) de 1933.

Cuando escuchó su primera misa en 1927, en Viena, el acontecimiento que le cambió, tenía 59 años: un hombre maduro y exitoso.

Murió 31 años después, en 1958.

Esta era la narración de la conversión de John Moody tal como él la cuenta:

"Haré cualquier cosa antes que eso", solía yo decir, cuando oía que éste o aquél se había hecho católico.

Tal fue siempre mi manera de hablar.

Me crié en la Iglesia episcopal [anglicanos de EEUU], pero la abandoné al ser mayor.

El camino de los filósofos

Al principio, me dediqué a estudiar las más diversas formas del protestantismo.

Luego pasé al panteísmo, porque la naturaleza me ha hecho aficionado a filosofar.

A los treinta años dejó de satisfacerme el panteísmo y, entonces, me refugié en la Filosofía y conocí a William James y sus adeptos.

Desde entonces dejé a un lado toda fe.

Era, como solemos decir, un modernista.

Pero, en el transcurso del tiempo, descubrí lo que generalmente no se oculta a los que meditan un poco: que es imposible ser feliz sin encontrar, de vez en cuando, reproducidos en otros los pensamientos propios.

El año 1900 fue [el filósofo Herbert] Spencer el hombre en que yo basé mi concepción del universo.

Después de él vino W. James, para ser pronto sustituido por Jorge Santayana.

Vino luego Bergson y, tras él, Freud con su psicoanálisis, que echó por la borda mis ideas anteriores.

Un círculo vicioso y vacío

Hacia el año 1920 había llegado a un punto en que la filosofía moderna me parecía una obra vana.

No sabía qué creer.

No tenía respuesta ninguna ante la vida y me encontraba en aquella situación a que llegan la mayor parte de los hombres que son por naturaleza algo críticos.

Se tiene la sensación de moverse en un círculo vicioso y de que nunca se llegará al fin.

El error está, sin duda, en que el hombre corriente, que no es ningún especialista, se inclina demasiado a creer en autoridades que se han constituido como tales por sí mismas.

Recuerdo haber hecho profesión de darwinismo, porque estos grandes hombres decían que era un sistema científico.

De aquí procedía también mi fe en Spencer.

Pero después de algún tiempo me dije: "¿Es verdad lo que dicen estos hombres?"
Un día -si no me equivoco, en el año 1922- discutí sobre este tema con un profesor universitario.

"¿Acaso sé yo--me dijo--si esto es o no verdad?

Por lo demás, es una verdadera fatalidad.

¡Si supieran los hombres que no somos más que polillas!

Porque, en realidad, nosotros no sabemos más que otros y, más pronto o más tarde, nos veremos comprometidos por nuestros propios pensamientos." Esto me dio que pensar.

De los tiempos de mi actividad en la banca, recordaba a algunos potentados que yo veneraba.

Pasados los años, vi las debilidades de estos poderosos de Wall Street.

Comprobé que la mayor parte de estos grandes hombres, tanto economistas como políticos, más tarde o más temprano, dejaban ver que no eran más que "polillas"

¡y ahora me decía mi amigo lo mismo de los filósofos!

Chesterton y la ridiculez

Estando yo en esta disposición de ánimo, vino a mis manos el libro "Ortodoxia", de Chesterton.

En este libro aprendí la ridiculez de la filosofía moderna.

Pero, en mi interior, pensaba: Tiene que haber alguna respuesta ante la vida.

¿Dónde será posible encontrarla?

Comprendí que esta respuesta no podía encontrarse en los diversos sistemas religiosos a que yo había pertenecido sucesivamente.

¿Dónde estaba la respuesta?

Sólo había dejado de buscarla en el catolicismo

¿Por qué?

Porque tenía prejuicios contra la Iglesia Católica.

Se me había enseñado que el catolicismo era una cosa a la que no se debía prestar la menor atención.

Así pasaba el tiempo y, mientras tanto, había traspuesto ya los cincuenta años, desilusionado de todo lo que había probado. No obstante, seguí buscando una respuesta a la vida, y pronto había de recibirla.

Misa solemne en la catedral de Viena

La cosa empezó más o menos así: El año 1927 me detuve en Viena con un amigo, a causa de ciertos negocios. Visitamos a los banqueros y ocupamos la mayor parte del tiempo en nuestros asuntos.

Un día visitamos a un banquero que por motivos imprevistos, no pudo recibirnos a la hora convenida.

Como teníamos que esperar una hora, propuse que fuéramos a ver la cercana catedral de San Esteban.

Fue el 15 de agosto.

Precisamente se estaba cantando una misa solemne.

En América no había entrado yo todavía en una Iglesia Católica.

Ahora asistía por vez primera a una misa.

Una inmensa multitud llenaba la catedral y, como nos encontrábamos en el centro, fuimos empujados hasta cerca del presbiterio.

Comprendí que se trataba de una misa extraordinaria, y todo me pareció muy hermoso.

De pronto oímos sonar una campana, y todos cayeron de rodillas.

No pudimos movernos; tan apretados estábamos.

Miré a mi amigo y le dije: "Será mejor que también nosotros nos arrodillemos."

Lo hicimos y permanecimos arrodillados mientras la multitud estuvo de rodillas.

Un efecto duradero

Yo quedé muy conmovido; tanto, que me resolví a asistir también a Vísperas, por la tarde.

Los tres días siguientes, volví a asistir a misa en la catedral.

Antes de abandonar Viena, me dije: "El catolicismo tiene en sí algo que es realidad.

Necesito averiguar qué es.

Después de mi vuelta a Nueva York, hablé sobre esto con mi esposa.

Ella me dijo: "Antes de que te des cuenta, te echará la mano encima algún cura y te convertirá."

"No, contesté yo; si hubiera de dar un paso semejante, habría de ser espontáneamente."

Tan pronto como se me presentó la ocasión, procuré hacerme con literatura católica, y — bien se me puede creer esto — pasó mucho tiempo antes de que pudiera encontrarla.

Hay personas en mi situación que andan buscando libros católicos y no los encuentran.

Por fin, cayó en mis manos el libro de Fulton Sheen: "Dios y la Razón".

En este libro encontré, en primer lugar, un análisis de la filosofía moderna, y esto era precisamente lo que me convenía.

Luego encontré en él una exposición de la filosofía de Santo Tomás de Aquino.

Hasta entonces, Santo Tomás no había sido para mí más que un nombre; más aún, dudo que hubiera oído jamás este nombre.

Volcado en la teología

La exposición de la filosofía del Aquinate me subyugó.

Pronto comencé a reunir una biblioteca de filosofía escolástica, desechando los libros de Mister Eddy y otros semejantes para hacer sitio a la literatura tomista.

Cuando quise darme cuenta, me encontré estudiando a San Agustín y abismado en la Teología.

Hacia el año 1931 tenía ya unas seis estanterías llenas de literatura católica.

Por entonces sabía ya que iba a hacerme católico, pero quería tomar las cosas con calma.

Aún visité a tres cultos predicadores protestantes y les rogué que me rebatieran mis objeciones.

Después que los hube puesto en aprieto, acabaron por decirme: "Usted pertenece a la Iglesia Católica.

Haga por entrar en ella lo más pronto posible."

No obstante, yo titubeaba.

Volví a enfrascarme en la lectura de Santayana y de los otros filósofos modernos.

Más aún, empleé un año entero en recorrer a la inversa el camino de mi vida, para ver si había cometido alguna omisión o error.

Pasado este año, llegué a la conclusión de que sólo la Iglesia Católica era el lugar apropiado para mí.

Visité a un sacerdote en un distrito rural, al norte del Estado de Nueva York, y, una semana después, fui recibido en la Iglesia.

El cardenal Hayes me administró la Sagrada Confirmación, y recibí el nombre de Tomás.

Si alguien me preguntara como había venido a parar a la Iglesia Católica, le contestaría: "Por medio de Santo Tomás."

Y, ahora, todavía una cosa: Hace sólo nueve meses (en 1933) que soy católico; pero puedo decir, en verdad, que durante estos nueve meses he disfrutado de una paz como nunca la había conocido.

Estoy completamente convencido, y lo estaré siempre, de que la Iglesia Católica es la única que da la respuesta a nuestra vida.

Digo esto como hombre que durante cuarenta años probó toda clase de temas religiosos y filosóficos; y repito que sólo en la Iglesia Católica se recibe una respuesta determinada ante la vida".


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