martes, 15 de enero de 2013

Testimonio vocacional del Padre Ivan Lopes Do Nascimento


Testimonio vocacional del Padre Ivan Lopes Do Nascimento

 De malabarista de circo a sacerdote de Jesucristo

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P. Ivan Lopes Do Nascimento L.C.
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Estableceré mi alianza contigo

A lo largo de estos trece años de formación Dios me ha dado una gran lección, que parecería nueva en la vida del hombre que se consagrada a su servicio, pero que, sin embargo, es una lección de amor común para todo hombre y cristiano de todos los tiempos: “Estableceré mi alianza contigo” (Gn 6,18).

He buscado ser fiel a Dios, he querido ser santo…y cuánta serenidad en el corazón al ver que Dios renueva su alianza establecida conmigo en cada momento, en las buenas y en las malas… que Él es fiel primero, que me dice a cada rato: “Yo iré contigo y seré la luz que te guie. Yo seré toda tu fuerza, seré también tu voz. Yo seré quien te defienda, seré tu salvación”.

La mano de Dios no ha estado sobre mí sólo en la Legión, sino desde siempre.
De malabarista de circo a sacerdote de Jesucristo
  • ¿Iván, qué quieres ser de grande?
  • ¡Malabarista de circo!
Creo tenía unos 4 años, pero desde entonces ya era muy decido en lo que quería. A veces los niños nos regalan sorpresas, y ésta era mi sorpresa para mis papás y conocidos. 

Nada de querer ser abogado, ingeniero, médico, sino malabarista de circo. Intentaron que cambiara de idea, pero fue imposible, sólo Dios me la cambiaría años después.

Esta ilusión profesional, que ciertamente no era una de las opciones más acertadas según los adultos, fue cambiando en la adolescencia. Me la pasaba muy bien con los amigos, entre travesuras y aventuras, sueños y malabares.

Las idas y venidas de la vida me entretenían mucho, y a mis 12 ó 13 años ya sentía en mi corazón un gran vacío interior. 

No era depresión, ni nada similar. Sentía ganas de hacer algo grande, y no sabía qué. 

La vida era divertida, alegre, yo estaba contento pero no era feliz, y me acuerdo que reflexionaba que todo lo que hacía no me llenaba.

Esta inquietud en la adolescencia, pasó de un simple sentimiento a un cuestionamiento interior más hondo y serio en la juventud. Nunca había hablado de esto con mis papás, quizás con algún amigo.

En esta época fue muy importante para mí los ejemplos del entonces arzobispo de Campinas, Mons. Gilberto Pereira Lopes, y de su auxiliar Mons. Luiz Antônio Guedes (actualmente obispo de Campo Limpo, en São Paulo). 

Guardo hacia ellos una sincera estima y gratitud, porque fueron mis primeros modelos de hombres de oración, felices y realizados, totalmente entregados a su misión de pastores en la Iglesia. Verlos me llenaba de consuelo, porque sentía que amar a Jesucristo y a los demás llenaba el vacío de mi corazón.

Me sobrevino, entonces,  la pregunta que me plantearon en la niñez, pero de esta vez fue Dios quién me la planteó:
  • ¿Iván, qué quieres ser de grande?
  • ¡Sacerdote de Jesucristo!
Llamado a la Legión de Cristo

El año 1998 fue importante en mi vocación hacia la Legión. Yo terminaba mi preparación para recibir el sacramento 

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de la Confirmación, y me acuerdo que participé en un retiro, más interesado en jugar futbol que en la actividades espirituales, pero me sirvió para encontrar al P. Adolfo Flores, LC. 

Era un mes de agosto. Fue todo muy rápido y no sabría explicar precisamente cómo pasó. Son flechazos de Dios. Una gracia para aquél momento.
El padre me recomendó conocer la Legión, que tenía su noviciado en Itu, São Paulo. Acepté de inmediato, pues un “no sé qué” me decía que aquello era lo que buscaba. 

Uno no puede entender ese tipo de intuiciones, sino es desde una perspectiva sobrenatural. 

Yo ni siquiera sabía la diferencia entre el sacerdocio en una congregación religiosa y en una diócesis.

Tuve la oportunidad de visitar la Legión en Itú en dos ocasiones. 

En la segunda, a mediados de octubre, pude convivir más con los novicios y hacer un retiro espiritual.

¿Qué veía en aquellos novicios? Además de una gran austeridad, por ser un periodo fundacional, un gran amor a Jesucristo. 

Las circunstancias externas de la casa eran un gran desafío para mí, pero la decisión final y el convencimiento de que Dios me llamaba a la Legión se produjeron por la gracia de Dios que tocó mi corazón al conocer en cada hermano, su alegría, abnegación, caridad y vida de oración. 

El P. Manuel de Jesús Flores, LC, maestro de novicios en aquel entonces, fue una persona también importante en mi vida.

¿Y qué pensaban mis papás? Sobre una posible vocación de uno de sus hijos cada papá y mamá reacciona de un modo distinto. 

En mi caso el apoyo se mezclaba con la incertidumbre. 

 Yo sabía lo que quería y veía que Dios me llamaba, pero cómo no ver en esto una huída del mundo, de las dificultades, del servicio militar…

Mis papás y yo fuimos madurando juntos en todos estos años, y creo que pueden ver lo feliz que está Jesucristo por su generosidad en ceder a uno de sus hijos. 

Mis papás son los mayores bienhechores de la Legión –en mi caso-, si podemos usar esta analogía.

Senderos entre luces y sombras

Ingresé al programa de verano para el discernimiento vocacional el 4 de enero de 1999. Nos encontrábamos en un rancho a las afueras de Salto, São Paulo. 

Había un ambiente espectacular y recuerdo el entusiasmo misionero del P. Arturo Díaz Conejo, LC. Todo era misión, todo era conquista.

Recibí la sotana e inicié el noviciado, y la vida en la Legión, el 13 de marzo de este mismo año. 

En el noviciado uno no se puede olvidar la intensa vida eucarística y de ascesis en la vida interior. 

Empezaba yo el caminar por los senderos de la vida espiritual entre luces y sombras, entre las gracias de Dios y los desafíos para forjar el hombre nuevo.

Desde mi noviciado  hasta la ordenación sacerdotal, he vivido momentos de dificultad interior, sobre todo en la generosidad. 

Cómo son sabias las palabras de Cristo: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios” (Lc 9,62) . 

En cada uno de estos momentos de mi vida el Señor reforzaba la promesa de su alianza conmigo, y en los últimos años empecé a encontrar mucho consuelo, luz y fortaleza en la oración.

Con el tiempo es necesario desprenderse de todo, incluso de uno mismo, para poner toda la confianza en Dios. 

El P. Carlos Ma. García de Alvear, LC, me ayudó de un modo especial con su cercanía, consejos y una sonrisa que rompía la preocupación o el cansancio.

Créditos

El sacerdocio no es el final, sino el comienzo de una carrera hasta el cielo. 

Mi acción de gracias se dirige a Dios, que ha querido depositar este don maravillo en una vasija de barro, y a la Santísima Virgen María, que jamás me ha desamparado.

Agradezco también a mis papás y hermanos porque nunca me han dejado sólo, así cómo a cada uno de mis superiores y hermanos legionarios a lo largo de estos 13 años de formación hasta la ordenación sacerdotal. 

No quisiera dejar pasar mi gratitud al P. Álvaro Corcuera, quien ha seguido con nosotros en la barca de la Legión atravesando mares bravíos.

Mi agradecimiento también a mi familia del Regnum Christi, que me ha apoyado siempre con su cercanía y oraciones. 

En especial algunas hermanas consagradas que en los últimos meses me siguieron de cerca con su alegría y caridad: Claudia Avendaño, Nubia Signoret, Alice Bresolin, Minerva Carrillo, Paulina Núñez y Paula de la Cerda.
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El P. Iván Lopes nació en Campinas, São Paulo (Brasil), el 27 de octubre de1981. 

El 13 de marzo de 1999 ingresó al noviciado de la Legión de Cristo en Itu (Brasil).

 Cursó los estudios humanísticos en Cheshire, CT (Estados Unidos). 

Durante dos años fue miembro del equipo de formadores del seminario menor de la Legión de Cristo en Arujá, SP  (Brasil), y posteriormente dedicó un año en la formación de jóvenes y adolescentes en Rio de Janeiro (Brasil). 

Es licenciado en filosofía y bachiller en teología por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. 

Desde el verano de 2012 es promotor vocacional en la ciudad de Joinville, SC (Brasil).

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2012-12-03

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