domingo, 18 de marzo de 2012

Por qué soy sacerdote?


¿Por qué eres sacerdote? Ante el Día del Seminario, que se celebra el 19 de marzo, la Delegación de Pastoral Vocacional de la archidiócesis de Madrid hace esa pregunta a 39 curas. ¿Por qué, según se publicó en la revista Forbes, es ésta la profesión más gratificante del mundo? ¿Qué lleva hoy a un joven a dejarlo todo para seguir la llamada de Cristo? Son preguntas a las que responden testimonios como éstos:








Fausto Calvo 2 
¿Por qué a mí?

Me acuerdo que cuando era un adolescente y descubrí la llamada del Señor me preguntaba: ¿Por qué a mí? En la parroquia, hay chicos más entregados que yo, hay personas que rezan mucho más, que son más valientes que yo a la hora de dar testimonio.

Todo eso era verdad, pero descubrí también que Dios no me elegía para el sacerdocio por mis méritos, o por mis virtudes, sino porque Él había querido.

Fausto Calvo Vicente

(11-VI-1969. Ordenado: 23-IV-1994)

Ser «el mismo Cristo»

 
Mariano Fernández
Una encuesta concluyó que el sacerdocio es la profesión más feliz. Dicha encuesta parte, creo yo, de un pequeño error: el sacerdocio no es una profesión, sino una vocación, una vocación a la que el Señor llama, y en la fidelidad a esta llamada se juega la felicidad de uno. Igual que sucede en cualquier vocación a la que el Señor llama: vocación a la vida consagrada, al matrimonio...

Llevo doce años de sacerdote y cada vez me impresiona más lo que significa ser no sólo otro Cristo, sino el mismo Cristo en el momento de la consagración, o al perdonar los pecados.

Que alguien te abra su corazón, su alma y se sienta liberado de todos sus pecados que le esclavizan y le quitan la paz y la alegría, realmente llena de gozo y de felicidad.

El sacerdote es protagonista privilegiado de las maravillas, de los milagros que el Señor realiza en las personas, en las almas.

En medio muchas veces del dolor, del sufrimiento, de la contradicción, Dios obra milagros, y lo hace, en muchas ocasiones, a través de la persona del sacerdote.

Mariano Fernández Torres

(20-II-1971. Ordenado: 30-V-1999)

Estaba flipando...

José Manuel Horcajo 4
De mi Confirmación, recuerdo la presencia muy íntima de Dios en mí. Creo que aquella fue mi primera conversión.

Al terminar la ceremonia, habíamos preparado un botellón -teníamos poca imaginación y hacíamos lo único que sabíamos- y allí estábamos todos en un parque, como de costumbre.

Pero aquel día fue distinto. Me encontraba como un extraño. Tenía necesidad de que me hablaran de Dios.

 El 4 de marzo de 1993, participé en unos Ejercicios espirituales. Me encontraba inquieto, incómodo, nervioso. No pude más y fui a hablar con Juan, el joven sacerdote. Le abrí mi alma y, en un momento, se me escapó: «Es que yo creo que Dios me pide algo». En ese momento, cayó el telón. Me quedé pasmado. «Yo cura -pensaba-, eso era todo». El miedo me pudo. Un nudo en el estómago. Menos mal que poco después tocaba rezar el Rosario. Descubrí a la Virgen. Me quedé tranquilo.

No sé qué verían los demás, pero yo estaba flipando. Jesús quería que yo fuese cura: no existía nada más evidente que eso. Y su Madre me calmaba.

José Manuel Horcajo Lucas

(16-VIII-1974.
Ordenado: 15-XII-2001)



 

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