El País
Carlos Ballvé, defensa de la selección
española, dejará el deporte de alta competición tras el torneo de Londres para
terminar sus estudios de seminarista en Bélgica
Si el oro depende de la ayuda
divina, diríase que la selección española lleva ventaja. Ballvé, que cogió un stick a los cinco
años, dejará la competición de élite al regreso de Londres. Renuncia a su
carrera y se va a Bélgica, donde bajará un par de peldaños para seguir jugando
a hockey mientras atiende a la llamada del Señor y termina sus estudios para
cura. Ha elegido libremente: Dios gana, el hockey sobre hierba pierde.
Litus tiene motivos de sobra
para creer. Llegó a tener tres cuartas partes de un pulmón inutilizado, no ya
para hacer deporte, sino para cualquier cosa. Pero logró curarse. Puede que
entonces, más preocupado por divertirse, a ser posible con un stick en la mano,
no le diera importancia y le preocupara más llegar a unos Juegos que otra cosa.
Cuando se le pregunta sobre el origen de su fe, reconoce que siempre creyó en
la existencia de Dios y de la Virgen, pero no fue hasta 2005 cuando tomó
conciencia de la importancia de Dios en su vida. En el verano de aquel año,
todo empezó a cambiar dentro de él, mientras competía en el Mundial sub-21.
“Empezamos muy mal la competición. Iba tan mal que un domingo fui a misa y le
ofrecí un pacto a Dios: le dije que si Él arreglaba ese Mundial, yo iría a
Medjugorje (pueblo de Bosnia-Hercegovina) con mi padre. Hicimos historia. Nunca
antes una sub-21 había logrado una medalla y nosotros quedamos terceros”. Y
cumplió su promesa. Se fue al lugar donde, dicen, al atardecer el 24 de junio
de 1981, a una niña del pueblo, Ivanka Ivankovic, se le apareció la Virgen.
Cuando se le pregunta sobre
el origen de su fe, Ballvé suele remitirse a Medjugorje. “Allí entendí que Dios
es algo más que un ideal, que está contigo, que eres hijo suyo y que está ahí
para todo, aunque tú no estés para nada”, relata.
Reconoce Ballvé que a su
regreso siguió “haciendo el capullo saliendo de fiesta, con chicas, derrochando
dinero y con pocas o ninguna intención de rezar…”. Pero ya nada fue lo mismo.
“Algo dentro de mí me dijo: ‘Litus, eres libre y puedes hacer lo que quieras,
pero así no eres feliz”, explica. Estaba en su mejor momento deportivo,
acumulaba títulos con el Terrassa y empezó a acudir a la selección absoluta e
incluso tenía un preacuerdo para irse a jugar a Alemania. Por aquel entonces,
Litus marchó por tercera vez a Medjugorje.
“Llegué un sábado y por la
noche fui a la adoración. Aquella adoración es increíble. La explanada estaba
llena de gente, pero se estaba a gusto. Expusieron al Señor y le dije: ‘No sé
qué pasa, están pasando cosas muy raras. Yo quiero jugar limpio contigo, así
que aquí me tienes, haz lo que quieras’. Ese viaje fue el cambio radical en mi
vida. En todo. Empecé a rezar con calma, a meterme en Dios”, cuenta. El Señor
le llamaba y él puso una condición: “Déjame cumplir mi sueño”. Los Juegos.
Gracias a un pacto con el
seminario de Barcelona y el Club Atlético Terrassa, pudo compaginar la llamada
de Dios para convertirse en cura con el deporte. Litus, al fin, ha alcanzado su
sueño: está en Londres con la selección española, que debuta mañana contra
Pakistán. Ballvé reconoce estar viviendo “una experiencia increíble, preciosa”,
tratando de aportar “un valor más”: “No solo el ganar, sino crecer en mi
vivencia de la fe, compartiendo esto con gente de tantas partes del mundo”.
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