Un sacerdote había
perdido su fe, y andaba mendigando en una parroquia romana. La historia llegó a
oídos de Juan Pablo II. En una charla con el sacerdote, a solas, le pidió a
éste que le confesara...
Noticia digital (07-VII-2012)
En 2010 se presentó el libro Por qué
es santo (Perché è santo) donde el postulador de la causa de beatificación
de Juan Pablo II, el polaco monseñor Slawomir Oder, junto al periodista
italiano de Famiglia Cristiana Saverio Gaeta, contaron, a través de 200
páginas, infinidad de testimonios y de momentos de la vida del anterior
Pontífice en los que quedaba reflejada su santidad.
En los micrófonos de Radio Vaticano,
monseñor Oder, sintetizaba así quién era Juan Pablo II: «Un hombre de Dios, un
hombre de profundidad espiritual, un hombre completo, pleno, que supo vivir la
vida con alegría. Lo que más me ha impresionado es con seguridad su pobreza,
ligada a la conciencia de pertenecer a Cristo, que era la raíz de su libertad».
Hay infinidad de testimonios y anédotas
conmovedoras sobre el Papa Wojtyla. El libro narra, por ejemplo, cómo Juan
Pablo ayudó a un mendigo de las calles de Roma, relato poco conocido. En Vía
della Traspontina, a poca distancia del Vaticano, un monseñor se dio cuenta de
que el mendigo que estaba en la calle era un sacerdote que se había alejado de
su ministerio. Lo reconoció, porque ambos se habían ordenado el mismo día. Tras
saludarse, el mendigo le contó al monseñor que había perdido su fe y su
vocación.
El obispo, tras realizar las oportunas
gestiones, consiguió llevar al mendigo a una audiencia en la Sala Clementina.
Previamente había avisado a Juan Pablo II de la presencia del
mendigo-sacerdote, y después de la audiencia, el Papa pidió al mendigo que lo
acompañase a la sala contigua. El mendigo salió de allí llorando. Explicó que
el Papa le había pedido que lo confesase, y después de la confesión le había
dicho: «¿Ves la grandeza del sacerdocio? No la desfigures».
La televisión de la Madre Angélica, la
EWTN, en Estados Unidos, ha ampliado esta historia, revelando el contenido de
la conversación entre el mendigo y Juan Pablo II. El Pontífice pidió al mendigo
que escuchara su confesión. El hombre, impresionado, les respondió que ya no
era sacerdote, a lo que el Papa contestó: «Una vez sacerdote, sacerdote
siempre». «Pero estoy fuera de mis facultades de presbítero», insistió el
mendigo. «Yo soy el obispo de Roma, me puedo encargar de eso», zanjó el Papa.
El hombre escuchó la confesión del
Santo Padre, y le pidió a su vez a éste que escuchara su propia confesión.
Después, lloró amargamente. Al final del encuentro, Juan Pablo II le preguntó
en qué parroquia había estado mendigando, y le designó asistente del párroco
precisamente allí, junto con otro encargo: la atención a los mendigos.
José Calderero
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