miércoles, 1 de agosto de 2012

El soldado británico que apostó por vivir en Afganistán


Laura Plitt

BBC Mundo

Última actualización: Sábado, 7 de julio de 2012  

James regresó a Afganistán con su esposa Angharad y su hijo Charlie.

Para la gran mayoría de los soldados británicos desplegados en Afganistán, no hay mejor noticia que cuando les dicen que la misión que están llevando a cabo ha llegado a su fin, y que, por lo tanto, ya pueden volver a la casa.

Sin embargo éste no es el caso del cabo David James, quien sintió tal fascinación después de haber pasado dos temporadas en ese país al servicio del ejército británico, que decidió regresar con su familia e instalarse en tierras afganas.

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Aunque después de intentarlo durante tres años, su plan de vivir allí y montar una empresa de turismo no funcionó y hacia finales de 2011 se vio forzado a volver a Gran Bretaña, todavía no pierde las esperanzas de regresar.

"No se parece a ningún otro lugar de la Tierra. Llegué en 2002 y sentí como si estuviera retrocediendo en el tiempo", le dice James a BBC Mundo, recordando la primera vez que puso un pie en Afganistán.

"La gente es fabulosa, muy amigable, muy hospitalaria; y las montañas, los desiertos, los ríos y los bosques le confieren al lugar una cualidad mágica que te hace sentir en los límites de la civilización", añade.

Optimismo contagioso

Pero no fue solamente el paisaje o la calidez de la gente lo que motivó a este soldado a iniciar una nueva vida en ese país.


"Poner un pie en Afganistán es como regresar al pasado", dice James.

Imbuido por el optimismo de los locales y convencido de que las fuerzas militares estaban eligiendo la senda equivocada para resolver los problemas que aquejaban a los afganos, James decidió establecerse en el noreste del país para intentar revivir la era dorada del turismo de montaña que llegó a un drástico fin con la invasión soviética de 1979.

"Cuando regresé a Kabul en 2004 me decepcionó mucho la falta de progreso.

Se invirtió mucho dinero en proyectos de desarrollo, pero la mayoría se utilizó para pagar a consultores internacionales, crear ministerios, montar oficinas con aire acondicionado... cuando lo que la gente quería y necesitaba en realidad eran pozos de agua más profundos o empleos", recuerda.

"Por otra parte, en ese momento yo estaba trabajando en la unidad antinarcóticos y me fui dando cuenta cómo el problema del opio era un tema de negocios. Esa era la única manera de hacer dinero, era una inversión rentable y segura. Por eso, si el objetivo era acabar con los cultivos de opio, era necesario crear empleos y ayudarlos a buscar otras formas de hacer dinero".

Fue la falta de iniciativas acertadas, al menos en su opinión, lo que hizo que se decidiera a fundar, con la aprobación y participación de la comunidad local, una empresa de turismo de montaña.

El encuentro con lo distinto
Angharad, esposa de James y enfermera pediátrica de profesión, se ocupó de ayudar a las mujeres a vender sus artesanías a los turistas que viajaban a la zona.


El lugar elegido fue el corredor de Wakhan, una pequeña franja en el noreste que limita con Tayikistán, China y Pakistán. En esta zona, lejos de Kabul y de la notoria provincia de Helmand -acostumbradas a la violencia de la insurgencia- el Talibán no tiene presencia.

"Es una región muy diferente, es el 'otro' Afganistán" del que los medios nunca hablan, le dice James a BBC Mundo.

"Los locales han escuchado sobre Kabul, pero nada de lo que ocurre allí tiene ninguna relevancia para ellos".

"Es un lugar por el que casi no ha pasado ningún soldado extranjero", agrega.

Y quizá por esta razón, y por el hecho de que James fue con su esposa -también británica- embarazada y su hijo de poco más de un año, que apenas llegado se integró rápidamente a la comunidad.

 Turismo de paz

Su hijo Charlie pasó rápidamente a ser un niño más dentro de la comunidad.

Una de las primeras tareas a las que se abocó fue dar a conocer las actividades turísticas que podían realizarse en la zona. También se dedicó a elevar el perfil del corredor de Wakhan, demostrando que era una zona segura, accesible, rodeada de montañas, ávidas de montañistas deseosos de escalar.

Tras meses de trabajo, las expediciones comenzaron a llegar de la mano de artículos, blogs, y películas que hablaban maravillas de esta región olvidada de Afganistán.

Sin embargo, el éxito de la empresa duró poco, "el avance de las operaciones de contrainsurgencia de Estados Unidos en 2010 empujó la violencia concentrada en el sur hacia zonas que antes eran pacíficas", explica James.

"Nuestro objetivo no era desarrollar turismo de guerra para la gente que le gusta viajar a zonas de riesgo, esquivar balas y sentir la adrenalina en el cuerpo sino todo lo contrario", dice.

"En Afganistán, no se les da apoyo a las empresas exitosas, sino que son los fracasos los que atraen dinero"

David James, soldado británico

"Y aunque todavía hoy no hay rebeldes ni presencia del Talibán en el corredor de Wakhan, "la insurgencia se está acercando cada vez más".

James y su equipo sintieron que ya no podían garantizar la seguridad de sus montañistas y dieron por finalizado el proyecto hacia finales de 2011.

"También pesó el factor de que nunca pudimos conseguir el financiamiento que necesitábamos para desarrollar el negocio y dejarlo en manos de los locales", dice.

Éxito a medias

No obstante, James no considera que el proyecto haya sido un fracaso absoluto. Muchos montañistas de renombre han regresado al corredor de Wakhan -lo cual ha generado un considerable ingreso de divisas que resultan clave en una economía basada en la subsistencia- y han compartido sus experiencias por internet.

"Cada expedición significa un cambio importante para esta gente que vive en una de las sociedades con el índice de mortalidad infantil más alto del mundo", añade.

De faena
La economía en la comunidad es básicamente de subsistencia. En la foto, vemos como un grupo de niños trabaja en la cosecha de arvejas.


"Este año, se cree que será uno de los mejores hasta la fecha en términos de turismo, lo único que me apena es que, en Afganistán, no se les da apoyo a las empresas exitosas, sino que son los fracasos los que atraen dinero", le dice a BBC Mundo con cierta nostalgia.

Por el momento James no tiene planes de regresar, excepto de visita. Pero aún guarda recuerdos imborrables de estos últimos diez años, en los que su vida y la de su familia estuvieron ligados íntimamente con Afganistán.

"Todavía me acuerdo con cariño de aquellas tardes sentado en la terraza mirando el atardecer con mis vecinos afganos, tomando té y hablando del potencial del futuro".




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