lunes, 30 de julio de 2012

Tienden a niños la mano para lograr superación


| APOSTOLADO | EN LOS MEDIOS

El Grupo Reforma publica en el periódico El Norte de Monterrey (México) un artículo sobre la labor de los colegios Mano Amiga al celebrar su XXX Aniversario


Desde hace tres décadas, la institución Mano Amiga es un puente para miles de niños hacia una vida mejor.  
Desde las faldas del Cerro de las Mitras, en la Colonia San Pedro 400, Julián Valenciana inicia su rutina de lunes a viernes a las 6 de la mañana.
Tiene como destino el Instituto Mano Amiga ubicado al sur de Monterrey en la Colonia La República donde cursa tercer semestre de prepa.
Su padre lo lleva en carro pero tiene compañeros del sector, antes llamado Fomerrey 22, que deben levantarse un par de horas antes para llegar puntuales a las 7 de la mañana.
Por supuesto que hay escuelas más cercanas, pero es ahí donde quieren estudiar. «Aquí he encontrado un “chorro” de cosas: una buena educación y buena formación humana para ser una mejor persona», dice el joven de 16 años, sexto lugar en aprovechamiento en su grupo. Ligado a
Una Mano Amiga permite soñar...
la institución desde hace 26 años, el profesor Juan Francisco Ocañas Leal, director técnico del colegio de Monterrey, señala que la mayoría de los muchachos que concluyen la secundaria en los planteles Mano Amiga de San Pedro y Santa Catarina solicitan cursar la prepa en Monterrey, sin importar la distancia (actualmente hay 44 alumnos de esos municipios en los cuatro semestres).
«Quien llega aquí, no se quiere ir y, cuando se va, lo extraña», asegura.
La relación entre familia, maestros y alumnos es la clave del éxito de este modelo educativo, de inspiración católica, donde la responsabilidad, la disciplina y el orden se aplican en cada una de las actividades.
No por nada, en el presente ciclo escolar, en el colegio de Monterrey, se presentaron 300 solicitudes de primer ingreso a preescolar, de las cuales, por cuestiones de cupo, sólo entraron 90.
«El arraigo de los maestros es otro rasgo que identifica a los colegios, donde también trabajan de planta especialistas en psicología y trabajo social», advierte Ocañas Leal. «Al maestro se le da el


valor que originalmente debe tener, como un ser fundamental en la formación del individuo.
En muchos colegios se le toma como un empleado que da clases, pero no como el verdadero guía que debe ser al acercar y tratar mucho a las familias», comenta.
Además de las pláticas de valores, en la Escuela para Padres, con sesiones mensuales en cada plantel, tres veces a la semana se atiende a madres de familia que, voluntariamente, toman cursos de cocina, corte y confección, manualidades, tejido e incluso alfabetización.

Educan familias  
Aunque a simple vista parece una escuela como cualquier otra, donde los chiquillos se dejan ver atentos en las aulas y juguetones a la hora del recreo, no es común lo que ahí se aprende.
Y es que en los colegios Mano Amiga, con presencia en Monterrey desde hace tres décadas en atención a niños y jóvenes de escasos recursos, se busca algo más que educar.
Norma Zambrano de Fernández, presidenta de Mano Amiga La Cima y voluntaria de la institución desde hace 28 años, marca esa
Una Mano Amiga que ofrece formación integral.
 
diferencia al hablar de la cobertura que tienen en los tres centros que funcionan en puntos estratégicos que atienden a zonas marginadas de Monterrey, Santa Catarina y San Pedro.
«Aquí trabajamos con familias, no con niños nada más, en un mismo enfoque de estilo de vida, de valores y virtudes», advierte la presidenta de Mano Amiga La Cima.
En Santa Catarina y San Pedro se ofrece desde preescolar hasta secundaria, mientras que en el plantel de Monterrey es el único que también ofrece estudios de bachillerato, explica María Elena Castellanos de Acosta, presidenta de Mano Amiga Monterrey desde hace nueve años.
Un modelo exitoso
Esta obra de promoción social de los Legionarios de Cristo, con presencia en países como Colombia, Venezuela, Chile y Estados Unidos, nació en Monterrey en enero de 1974, en la Colonia La República.
Un grupo de damas, inquietas por la formación que recibían los niños de los barrios encaramados en el Cerro de la Campana y la cara sur de la Loma Larga, pusieron manos a la obra en un terreno ubicado en el cruce de Camino al Mirador y Avenida Lázaro Cárdenas.
En 1989, unos meses después del devastador Huracán Gilberto, el modelo se replicó en la colonia que nació para dar techo a los damnificados y, un año después, nació Mano Amiga La Cima, en lo más alto de
  
 

San Pedro 400. En cada uno de estos dos centros hay alrededor de 750 alumnos, mientras que en el primer plantel hay 823 estudiantes en los cuatro niveles.
Por su educación, ellos aportan 100 pesos mensuales, cantidad que en muchos casos no puede ser cubierta más que a plazos, dada la situación económica de las familias beneficiadas, señala Zambrano de Fernández.
La aportación es casi simbólica, ya que la obra se sostiene con el apoyo de colegios hermanos como el Irlandés, CECVAC e Himalaya, así como donativos de empresas y particulares.
«El costo real, por niño, es de unos 900 pesos por mes», señala Castellanos de Acosta.  
Las colaboradoras, que suman alrededor de 250, siempre están en la búsqueda de manos amigas que deseen fortalecer esta cadena.
Laura Rodríguez de Montemayor, tesorera del comité, señala que cada peso que ingresa a la institución se aprovecha al máximo.
«Nuestros benefactores tienen la seguridad de que sus donativos tienen un destino directo y eficiente», añade.
Eso sí, se busca que, el día de mañana, no regresen con sus hijos. Y si un ex alumno llega a tocar la puerta, en busca de un lugar, es que algo falló con ese muchacho, comenta Ocañas Leal.
Oportunidad para la vida
Lo que aquí se enseña trasciende más allá de las aulas, asegura Petrita Lira de Rico, madre de seis hijos, cuatro de ellos actualmente alumnos del Mano Amiga La Cima.
«No sólo hay muy buen nivel académico, sino también de formación.
Se da una disciplina no nada más a ellos, sino también a nosotros como padres porque nos orientan acerca de los valores para ser personas de bien», señala.
Con dos jóvenes universitarios en casa, egresados del instituto, donde aún estudia su hija menor, Antonio Galaviz aplaude la existencia del plantel educativo, donde la perseverancia y la puntualidad son normas cotidianas.
«He seguido muy de cerca la vida del colegio, porque mis hijos han estado aquí, y no podría sentirme más contento de lo que les han enseñado», advierte.
Para Mayra Alejandra Marroquín, una jovencita de 16 años que cursa el tercer semestre de prepa, es un orgullo decir que ella, alumna desde kínder, así como tíos y primos, han pasado por ahí.
«Esta institución ha sido como un empujón para muchos niños que viven en zonas donde no hay posibilidades de salir adelante», dice la chica, que desea convertirse en abogada.
Con un lazo familiar de 23 años con el colegio, ya que uno de sus hermanos formó parte de las primeras generaciones, Francisco Javier Morales, estudiante de preparatoria, señala que en Mano Amiga ha encontrado un cobijo protector.
«Aquí nunca te dejan solo; si alguien tiene problemas, los directivos te apoyan, es como un segundo hogar», dice.
No duda que la vocación por el magisterio, en dos de sus hermanos, haya brotado por ese ambiente de apoyo que encontraron en su paso por el colegio.
La institución sigue de cerca los pasos de sus egresados, quienes tienen un buen récord de aceptación en los exámenes de admisión de universidades públicas y privadas.
Hace casi un mes arrancó una campaña para apadrinar a los alumnos en su formación.
Con aportaciones mensuales a partir de 100 pesos, los benefactores pueden convertirse en un eslabón de este proyecto.
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FECHA DE PUBLICACIÓN: 2003-12-09


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