EE.UU.: cómo
ven los jóvenes el compromiso
·
JUAN MESEGUER
·
19.JUN.2012
·
¿Cómo ven los jóvenes adultos de clase trabajadora el
matrimonio? Si lo aprecian, ¿por qué lo aplazan? ¿Por qué en EE.UU. la
cohabitación, el divorcio y los nacimientos extramatrimoniales crecen sobre
todo entre los que no completaron la secundaria? El proyecto Love and
Marriage in Middle America, auspiciado por el Institute for American
Values, indaga la visión del amor y del matrimonio que predomina entre los
estadounidenses sin estudios universitarios.
Una de las tendencias sociales más
importantes que está remodelando hoy la institución del matrimonio en EE.UU. es
el surgimiento de una “desigualdad matrimonial”. A descubrirla ha contribuido
el sociólogo estadounidense W. Bradford Wilcox, director del National Marriage
Project y profesor de la Universidad de Virginia.
El estudio que lanzó las tesis de Wilcox a los medios analiza los cambios familiares
que están experimentando los estadounidenses que solo completaron la secundaria
(working class, en inglés). Representan el 58% de la población adulta
con estudios, frente al 30% de los que tienen estudios universitarios (1).
Entre esos estadounidenses sin estudios
universitarios, los cambios familiares son notables. En los últimos treinta
años, el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio pasó del 13% al 44%;
la tasa de divorcio se mantuvo elevada (37%); y el porcentaje de mujeres de 25
a 44 años que habían vivido en parejas de hecho pasaron del 39% al 68%.
En ese mismo período de tiempo, se observa
un panorama muy diferente entre los universitarios. El porcentaje de hijos
extramatrimoniales también sube, pero sigue en unos niveles comparativamente
muy bajos (del 2% al 6%). Lo mismo cabe decir de la cohabitación, aunque aquí
el porcentaje es alto (del 35% al 50%). Pero, sin duda, lo más llamativo es el
descenso de la tasa de divorcio del 15% al 11%.
El matrimonio
que no llega
El estudio de W. Bradford Wilcox forma parte de un
proyecto más amplio llamado Love and Marriage in Middle America. Otra
parte del trabajo reúne entrevistas en profundidad a un centenar de jóvenes
adultos (están en la veintena o la superan por poco) de una localidad de Ohio,
realizadas por los investigadores David y Amber Lapp.
Julia y Rob conviven juntos sin casarse desde hace 12
años. Ella cuida de los dos hijos pequeños de la pareja y, además, hace un
curso on line sobre negocios. Él repara tejados en verano, y transporta
mesas en invierno. A los dos les gustaría casarse, pero la indecisión termina
por imponerse.
Lo curioso es que ambos tienen en alta estima el
matrimonio. Cuando los Lapp les llamaban al teléfono durante el mes que duraron
las entrevistas, siempre saltaba el contestador con la misma canción: Love
Like Crazy. La letra cuenta la historia de una pareja que se casa con 17
años –mientras todos los de su entorno les llaman locos– y, al cabo de los
años, acaban celebrando sus 58 años de casados.
Para los Lapp, este hecho muestra de forma
gráfica las actitudes paradójicas hacia el matrimonio de los jóvenes como Julia
y Rob. Por un lado, expresa el ideal de siempre de la clase trabajadora
norteamericana: la aspiración a una vida familiar estable. Por otro, la
creciente indecisión que lleva a posponer e incluso a rechazar en la práctica
el matrimonio.
“La mayoría de las parejas con las que
hablamos –explican los Lapp– aspiran al matrimonio, o al menos a lo que ellos
tienen en mente que es el matrimonio, principalmente: amor, fidelidad,
estabilidad y felicidad. Esto es coherente con las estadísticas nacionales que
revelan que el 76% de los que tienen estudios de secundaria declaran que el
matrimonio es ‘muy importante’ o ‘una de las cosas más importantes’ en su
vida”.
El problema –añaden– es que aunque los jóvenes
de clase trabajadora sueñen con el amor, el compromiso, la estabilidad y la
familia, tienen una concepción del amor y del matrimonio que frustra esas
aspiraciones. Y si bien es cierto que entran en juego otros factores como los
económicos y sociales, esa inadecuada filosofía del amor y del matrimonio es lo
que contribuye a forjar, según los Lapp, una “nueva normalidad” entre los
jóvenes adultos que solo han completado la secundaria.
Compromiso sí,
pero...
¿En qué consiste esta “nueva normalidad”?
¿Qué es lo que falla en la visión del matrimonio de la clase trabajadora? Para
explicarlo, los Lapp recurren a los testimonios que les ofrecen las entrevistas
realizadas en la localidad de Ohio.
Ricky, de 27 años, es un padre no casado.
Nunca ha creído lo suficiente en el matrimonio, pero ahora tiene fecha de boda
a la vista. “El matrimonio, dice, es estar al lado de otra persona cuando te
necesita en momentos difíciles; alegrándole la vida cuando está triste. Mejorando
juntos el uno al lado del otro”. En otras palabras: para Ricky, explican los
Lapp, el matrimonio es prestarse ayuda mutua y compañía.
Ricky, que se ha embarcado en varias
uniones de hecho, rechaza de plano el divorcio. “Cuando me case, el divorcio ni
se me pasa por la cabeza”. Quizá a esta decisión contribuye la experiencia del
divorcio de sus tías, de sus tíos y de sus primos.
De modo que Ricky también cree en el
compromiso. Y, al igual que todos los que fueron entrevistados por los Lapp,
Ricky considera que la fidelidad en el matrimonio es innegociable.
Aquí tenemos los tres rasgos que componen
la visión del matrimonio de casi todos los entrevistados: ayuda mutua,
compromiso y fidelidad. Pero a medida que profundizan en sus conversaciones,
los Lapp descubren que estos rasgos están condicionados a una palabra mágica:
felicidad.
Brandon, también de 27 años, aprecia el
compromiso matrimonial... pero con posibilidad de devolución. “Si estás casado,
pero crees que el matrimonio no funciona y no vas a luchar por él, no veo
ningún problema en pedir el divorcio. ¿Qué sentido tiene amargarte la vida?”.
A la espera
del partido 10
Los investigadores creen que la idea
–bastante extendida entre los jóvenes de clase trabajadora– de que el
compromiso matrimonial se puede romper cuando ya no se experimenta satisfacción
va unida a una visión del amor centrada en el mito de la pareja perfecta. Un
comentario habitual es el siguiente: “Si falta felicidad probablemente es
porque te casaste con la persona equivocada o porque faltó amor al principio de
la relación”.
John, de 21 años, convive con su pareja.
Dice que uno no sabe que ha encontrado a la persona adecuada “hasta que tienes
la certeza 100% de que la otra persona será la que te hará feliz”. También
Maggie, de 20 años, anda buscando al Príncipe Azul con el que aspira ser feliz
toda su vida. Quizá nunca se han planteado que la pareja ideal no es un punto
de partida sino de llegada.
En esa búsqueda, las “emociones fuertes”
ocupan un papel central y son identificadas como la esencia del amor. Si bien
muchos de los jóvenes a los que entrevistaron los Lapp “reconocen los aspectos
objetivos del amor –el cuidado atento de la otra persona, la fidelidad o la
amistad–, tienden a ver los aspectos subjetivos como el indicador auténtico de
que existe amor conyugal”.
A los investigadores del Institute for
American Values les sorprende que, en el transcurso de sus conversaciones sobre
el matrimonio con estos jóvenes, apenas salen mencionados los hijos. Cuando
sacan el tema, a menudo reciben respuestas como las de Ricky: “Claro que un
niño necesita un padre y una madre. Pero eso no tiene nada que ver con el
matrimonio”.
Con este último rasgo queda perfilada la
“nueva normalidad” de la que hablan David y Amber Lapp al definir la visión del
matrimonio que caracteriza a los jóvenes estadounidenses de clase trabajadora.
El matrimonio se concibe como una fuente de
felicidad individual, que no está vinculada necesariamente a los hijos.
Paradójicamente, la búsqueda de una pareja ideal con la que realizar este
proyecto de felicidad acaba dando lugar a un período indefinido de cohabitación;
un período de prueba donde, normalmente, terminan por llegar los hijos, las
rupturas, las nuevas relaciones, pero no la boda.
________________________
NOTAS
(1) W. Bradford Wilcox y Elizabeth
Marquardt. The State of Our Unions 2010. When Marriage Disappears. The
Retreat from Marriage in Middle America. University of Virginia-Institute for
American Values. Diciembre 2010.
EE.UU.: cómo
ven los jóvenes el compromiso
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JUAN MESEGUER
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19.JUN.2012
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¿Cómo ven los jóvenes adultos de clase trabajadora el
matrimonio? Si lo aprecian, ¿por qué lo aplazan? ¿Por qué en EE.UU. la
cohabitación, el divorcio y los nacimientos extramatrimoniales crecen sobre
todo entre los que no completaron la secundaria? El proyecto Love and
Marriage in Middle America, auspiciado por el Institute for American
Values, indaga la visión del amor y del matrimonio que predomina entre los
estadounidenses sin estudios universitarios.
Una de las tendencias sociales más
importantes que está remodelando hoy la institución del matrimonio en EE.UU. es
el surgimiento de una “desigualdad matrimonial”. A descubrirla ha contribuido
el sociólogo estadounidense W. Bradford Wilcox, director del National Marriage
Project y profesor de la Universidad de Virginia.
El estudio que lanzó las tesis de Wilcox a los medios analiza los cambios familiares
que están experimentando los estadounidenses que solo completaron la secundaria
(working class, en inglés). Representan el 58% de la población adulta
con estudios, frente al 30% de los que tienen estudios universitarios (1).
Entre esos estadounidenses sin estudios
universitarios, los cambios familiares son notables. En los últimos treinta
años, el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio pasó del 13% al 44%;
la tasa de divorcio se mantuvo elevada (37%); y el porcentaje de mujeres de 25
a 44 años que habían vivido en parejas de hecho pasaron del 39% al 68%.
En ese mismo período de tiempo, se observa
un panorama muy diferente entre los universitarios. El porcentaje de hijos
extramatrimoniales también sube, pero sigue en unos niveles comparativamente
muy bajos (del 2% al 6%). Lo mismo cabe decir de la cohabitación, aunque aquí
el porcentaje es alto (del 35% al 50%). Pero, sin duda, lo más llamativo es el
descenso de la tasa de divorcio del 15% al 11%.
El matrimonio
que no llega
El estudio de W. Bradford Wilcox forma parte de un
proyecto más amplio llamado Love and Marriage in Middle America. Otra
parte del trabajo reúne entrevistas en profundidad a un centenar de jóvenes
adultos (están en la veintena o la superan por poco) de una localidad de Ohio,
realizadas por los investigadores David y Amber Lapp.
Julia y Rob conviven juntos sin casarse desde hace 12
años. Ella cuida de los dos hijos pequeños de la pareja y, además, hace un
curso on line sobre negocios. Él repara tejados en verano, y transporta
mesas en invierno. A los dos les gustaría casarse, pero la indecisión termina
por imponerse.
Lo curioso es que ambos tienen en alta estima el
matrimonio. Cuando los Lapp les llamaban al teléfono durante el mes que duraron
las entrevistas, siempre saltaba el contestador con la misma canción: Love
Like Crazy. La letra cuenta la historia de una pareja que se casa con 17
años –mientras todos los de su entorno les llaman locos– y, al cabo de los
años, acaban celebrando sus 58 años de casados.
Para los Lapp, este hecho muestra de forma
gráfica las actitudes paradójicas hacia el matrimonio de los jóvenes como Julia
y Rob. Por un lado, expresa el ideal de siempre de la clase trabajadora
norteamericana: la aspiración a una vida familiar estable. Por otro, la
creciente indecisión que lleva a posponer e incluso a rechazar en la práctica
el matrimonio.
“La mayoría de las parejas con las que
hablamos –explican los Lapp– aspiran al matrimonio, o al menos a lo que ellos
tienen en mente que es el matrimonio, principalmente: amor, fidelidad,
estabilidad y felicidad. Esto es coherente con las estadísticas nacionales que
revelan que el 76% de los que tienen estudios de secundaria declaran que el
matrimonio es ‘muy importante’ o ‘una de las cosas más importantes’ en su
vida”.
El problema –añaden– es que aunque los jóvenes
de clase trabajadora sueñen con el amor, el compromiso, la estabilidad y la
familia, tienen una concepción del amor y del matrimonio que frustra esas
aspiraciones. Y si bien es cierto que entran en juego otros factores como los
económicos y sociales, esa inadecuada filosofía del amor y del matrimonio es lo
que contribuye a forjar, según los Lapp, una “nueva normalidad” entre los
jóvenes adultos que solo han completado la secundaria.
Compromiso sí,
pero...
¿En qué consiste esta “nueva normalidad”?
¿Qué es lo que falla en la visión del matrimonio de la clase trabajadora? Para
explicarlo, los Lapp recurren a los testimonios que les ofrecen las entrevistas
realizadas en la localidad de Ohio.
Ricky, de 27 años, es un padre no casado.
Nunca ha creído lo suficiente en el matrimonio, pero ahora tiene fecha de boda
a la vista. “El matrimonio, dice, es estar al lado de otra persona cuando te
necesita en momentos difíciles; alegrándole la vida cuando está triste. Mejorando
juntos el uno al lado del otro”. En otras palabras: para Ricky, explican los
Lapp, el matrimonio es prestarse ayuda mutua y compañía.
Ricky, que se ha embarcado en varias
uniones de hecho, rechaza de plano el divorcio. “Cuando me case, el divorcio ni
se me pasa por la cabeza”. Quizá a esta decisión contribuye la experiencia del
divorcio de sus tías, de sus tíos y de sus primos.
De modo que Ricky también cree en el
compromiso. Y, al igual que todos los que fueron entrevistados por los Lapp,
Ricky considera que la fidelidad en el matrimonio es innegociable.
Aquí tenemos los tres rasgos que componen
la visión del matrimonio de casi todos los entrevistados: ayuda mutua,
compromiso y fidelidad. Pero a medida que profundizan en sus conversaciones,
los Lapp descubren que estos rasgos están condicionados a una palabra mágica:
felicidad.
Brandon, también de 27 años, aprecia el
compromiso matrimonial... pero con posibilidad de devolución. “Si estás casado,
pero crees que el matrimonio no funciona y no vas a luchar por él, no veo
ningún problema en pedir el divorcio. ¿Qué sentido tiene amargarte la vida?”.
A la espera
del partido 10
Los investigadores creen que la idea
–bastante extendida entre los jóvenes de clase trabajadora– de que el
compromiso matrimonial se puede romper cuando ya no se experimenta satisfacción
va unida a una visión del amor centrada en el mito de la pareja perfecta. Un
comentario habitual es el siguiente: “Si falta felicidad probablemente es
porque te casaste con la persona equivocada o porque faltó amor al principio de
la relación”.
John, de 21 años, convive con su pareja.
Dice que uno no sabe que ha encontrado a la persona adecuada “hasta que tienes
la certeza 100% de que la otra persona será la que te hará feliz”. También
Maggie, de 20 años, anda buscando al Príncipe Azul con el que aspira ser feliz
toda su vida. Quizá nunca se han planteado que la pareja ideal no es un punto
de partida sino de llegada.
En esa búsqueda, las “emociones fuertes”
ocupan un papel central y son identificadas como la esencia del amor. Si bien
muchos de los jóvenes a los que entrevistaron los Lapp “reconocen los aspectos
objetivos del amor –el cuidado atento de la otra persona, la fidelidad o la
amistad–, tienden a ver los aspectos subjetivos como el indicador auténtico de
que existe amor conyugal”.
A los investigadores del Institute for
American Values les sorprende que, en el transcurso de sus conversaciones sobre
el matrimonio con estos jóvenes, apenas salen mencionados los hijos. Cuando
sacan el tema, a menudo reciben respuestas como las de Ricky: “Claro que un
niño necesita un padre y una madre. Pero eso no tiene nada que ver con el
matrimonio”.
Con este último rasgo queda perfilada la
“nueva normalidad” de la que hablan David y Amber Lapp al definir la visión del
matrimonio que caracteriza a los jóvenes estadounidenses de clase trabajadora.El matrimonio se concibe como una fuente de felicidad individual, que no está vinculada necesariamente a los hijos. Paradójicamente, la búsqueda de una pareja ideal con la que realizar este proyecto de felicidad acaba dando lugar a un período indefinido de cohabitación; un período de prueba donde, normalmente, terminan por llegar los hijos, las rupturas, las nuevas relaciones, pero no la boda.
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NOTAS
(1) W. Bradford Wilcox y Elizabeth
Marquardt. The State of Our Unions 2010. When Marriage Disappears. The
Retreat from Marriage in Middle America. University of Virginia-Institute for
American Values. Diciembre 2010.
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