miércoles, 18 de julio de 2012

Testimonio de María José colaboradora del Movimiento Regnum Christi que ofreció tres años para trabajar en El Salvador.


Testimonio de María José colaboradora del Movimiento Regnum Christi que ofreció tres años para trabajar en El Salvador.

 He sido inmensamente feliz

María José Iturralde Mendoza, ofreció 3 años como colaboradora en El Salvador.
México, 15 de marzo de 2007. María José Iturralde Mendoza, es originaria de Celaya, Guanajuato (México). A sus 26 años cuenta con una experiencia de 3 años como colaboradora del Movimiento Regnum Christi. Tuvo la oportunidad de desempeñar su labor pastoral ayudando a la consolidación de los clubes del ECYD en el período fundacional del Movimiento en El Salvador. También trabajó en las secciones del Movimiento de ese país. Presentamos a continuación su testimonio.
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Conocí el Movimiento Regnum Christi a los 21 años y estaba a la mitad de la carrea de administración. Era la típica persona católica de nombre y cumplía lo necesario y suficiente, sin tener que comprometerme de más, ya que yo tenía “otras cosas más importantes”.
Cuando conocí el Movimiento tuve una experiencia profunda de Dios, comprendí que las metas y los logros que cualquier persona se plantea yo ya las había alcanzado y lo seguía logrando; pero al mismo tiempo me daba cuenta que esto no era suficiente, que debía hacer algo más, una meta aún mayor que me llenara el alma. En ese momento no dudé que al terminar mi carrera daría años para desempeñar algún trabajo pastoral como colaboradora del Regnum Christi.
Cuando por fin llegó el momento, a mis 23 años, tenía novio, pero mi decisión estaba tan clara y firme que nada me impidió seguir la voz de Dios y la voz de mi corazón. Mi sorpresa sería que nuestro padre Fundador, aún director general en esos años, me diera como destino de trabajo ir a El Salvador y además a trabajar en el ECYD. Cabe decir que yo no formé parte del ECYD y no tenía idea de lo que era; sin embargo, tenía claro que Dios ahí me quería y que Dios quería hacer algo a través de mí en ese hermoso país. Fue un año pleno, el más feliz de mi vida. Mi equipo de colaboradoras era como mi familia y a pesar de los momentos duros y difíciles, nunca me arrepentí de mi decisión, mi relación con Dios creció enormemente y la sección de El Salvador también creció. Dios premió nuestra entrega y fidelidad con frutos inesperados. Le agradecí a Dios la gracia y también la gran responsabilidad de ser orientadora espiritual, de tener un apostolado a veces duro.
En el segundo año de trabajo pude ver como 17 jóvenes salvadoreñas decidieron irse de colaboradoras. Me di cuenta y comprobé que Dios quiere cosas grandes en ese país y que nosotros únicamente podemos darle nuestra respuesta generosa para que Él supla nuestra miseria y pueda hacer el milagro, el gran milagro de la evangelización.
Y ese verano cuando ya tenía definido mi trabajo, fue cuando decidí a dar el tercer año, le dije a Dios: "¿Qué más puedo darte?"

María José ayudó a consolidar los grupos del ECYD durante sus años en El Salvador.
y la respuesta que vislumbré en mi corazón fue: "Todavía queda un año". Nada me impedía cumplir el ideal de colaboradora que nuestro Fundador nos pidió en su carta del 21 de febrero de 2006, y mi respuesta fue sencilla: "He sido feliz, veo una necesidad y nada me impide responder". Me movió a la acción ver que a través del trabajo de una sola persona una sección se puede consolidar, ¿qué sería si fuéramos más los que quisiéramos hacer esto?, me parece que el Movimiento podría abarcar mucho más, tocar el corazón de miles de personas más y llevar así el mensaje de Cristo a tantos que no le conocen...
Aunque muchas personas no entienden lo que yo he hecho, la realidad es que soy y he sido inmensamente feliz, esta experiencia es la mejor que he vivido a lo largo de mi vida. Es hermoso poder ser colaboradora, le doy gracias a Dios y al Movimiento por tenerme esta confianza.
Me doy cuenta que la verdadera felicidad de un colaborador consiste en ser fiel al carisma, entregarse hasta el extremo y vivir la caridad, además de vivir el presente, disfrutar el año de servicio, no vivir sujetos a "lo que dejé" o "lo que me estoy perdiendo", recordando que esta hermosa experiencia no se repite, sólo será una vez en la vida, y si ya lo hemos dejado todo vale la pena hacerlo bien.
Sin duda, si tuviera que tomar de nuevo la decisión lo haría otra vez, tal vez no todas las personas tengan la oportunidad de arriesgar todo y apostarlo todo por Cristo, pero quien tenga esa espina o esa duda de dar un poco más, sólo puedo decir que HE SIDO INMENSAMENTE FELIZ y quien apuesta por Cristo JAMÁS pierde, siempre gana, sólo hay que tener fe.

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2007-03-15


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