domingo, 8 de abril de 2012

Las FARC liberan de una sola vez a sus últimos rehenes policías y militares

03 ABR 2012 | GUSTAVO REYES. BOGOTÁ



Los diez uniformados regresan a casa tras pasar más de una década en cautiverio. La entrega unilateral llega tras el mayor ataque sufrido por la guerrilla en años.

·  Finalmente, la entrega fue completa. La narcoguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) liberaron ayer a los últimos 10 uniformados que tenían en su poder desde hace más de una década en la selva colombiana.

El helicóptero donde fueron trasladados los rehenes –facilitado por el Gobierno de Brasil– partió a las 10.30 horas (17.30 hora peninsular) desde el municipio de Villavicencio, en el departamento colombiano de Meta (Sur), para buscar a los secuestrados.

Unas seis horas más tarde, el delegado en Colombia del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Jordi Raich, confirmaba la entrega de los diez. Agregó que los liberados se dirigirían al aeropuerto de Villavicencio en el helicóptero para hacerse los primeros chequeos de salud.

Tras una misión que se prolongó durante más de cinco horas, fueron recibidos a las puertas del helicóptero por equipos médicos que los abrazaron para caminar junto a ellos sobre la pista del aeropuerto La Vanguardia de Villavicencio, frente a los medios de comunicación. Los familiares no se acercaron a la aeronave, tal y como habían establecido las autoridades, y permanecieron en una sala especial habilitada en el aeropuerto, donde se fundieron en abrazos con sus seres queridos.

Uno de ellos, el sargento de la Policía, José Libardo Forero, habló desde la sala con la emisora RCN Radio y aseguró estar "bien de salud". Forero, secuestrado el 11 de julio de 1999, agregó que había encontrado muy mayores y distintos a sus hijos Libardo y Paola, de 17 y 13 años respectivamente, más bonita a su mujer Norma y a su padre "muy canoso".

La entrega tuvo lugar “en una zona rural entre los límites de los departamentos del Meta y Guaviare”, anunció poco después la portavoz del CICR, María Rivera.

Lavar y salvar la caraLa operación generó expectación y dudas. Pero se cumplió, pese a que los enfrentamientos del último mes entre la narcoguerrilla y las Fuerzas Armadas colombianas han sido los más cruentos de los últimos años: 69 guerrilleros fueron abatidos, entre ellos al menos cinco comandantes, en dos grandes operativos de la Policía y el Ejército en Meta y Arauca.

Esto después de que el Gobierno de Juan Manuel Santos y la cúpula militar lanzaran su nueva estrategia de guerra, llamada Espada de Honor, diseñada para contrarrestar las fuertes críticas de los opositores sobre un supuesto abandono de la política de Seguridad Democrática, iniciada por el ex presidente Álvaro Uribe.

Para algunos observadores internacionales, este recrudecimiento del conflicto armado podría afectar las liberaciones prometidas por las FARC. Pero esto no sucedió. La historia del conflicto colombiano –los acercamientos y gestos de paz, como estas liberaciones unilaterales– siempre han sucedido en medio de la guerra.

Según dijo a LA GACETA el analista Alfredo Rangel, director de la fundación Seguridad y Democracia, encargada de estudiar la evolución del conflicto interno en Colombia, el recrudecimiento de las acciones violentas de las FARC se debe a que “quieren proyectar una imagen de fuerza, que ya no tienen, para poner sus condiciones si se abre un diálogo con el Gobierno”. Garrote y zanahoriaA finales de febrero, el nuevo jefe de las FARC, alias Timochenko, anunció la liberación unilateral de los últimos seis policías y cuatro militares en manos de la guerrilla, y el compromiso de abandonar el secuestro extorsivo como móvil de guerra, político y económico, pues tras la muerte de su antecesor, Alfonso Cano, entre otras bajas, la guerrilla quedó muy debilitada.

El escepticismo ha reinado entre la opinión pública colombiana, más aún cuando la operación de liberaciones se había postergado al menos tres veces y las FARC han tratado de poner condiciones como la de que una comisión de la Organización Colombianos y Colombianas por la Paz –en cabezada por la ex senadora Piedad Córdoba, mediadora en las últimas 11 entregas de rehenes– efectuara visitas a los guerrilleros presos en las cárceles. Un reclamo que no fue atendido.

Tras mover una y otra vez las fechas y negociar otros detalles, como la colaboración del Nobel de Paz guatemalteca Rigoberta Menchú –a la que Santos prohibió participar en las liberaciones– y la mediación del Gobierno brasileño con sus helicópteros, la operación se llevó a cabo sin mayores sobresaltos, pese a una intensa lluvia.

Las FARC entregaron a los rehenes más antiguos: los militares Luis Alfonso Beltrán Franco, Luis Arturo Arcia, Robinson Salcedo Guarín y Luis Alfredo Moreno Chagüeza, y a los policías Carlos José Duarte, César Augusto Lasso Monsalve, Jorge Trujillo Solarte, Jorge Humberto Romero, José Libardo Forero y Wilson Rojas.

Secuestros, entregas y narcotráfico

"El siguiente paso de las FARC sería el anuncio del abandono definitivo del narcotráfico, para proyectar una imagen positiva ante la comunidad internacional”, dijo a LA GACETA el analista Vicente Torrijos.

El experto opina que al abandonar estas prácticas delictivas –como también el secuestro de personas–, la guerrilla “podría ser vista, ya no como una organización terrorista, sino como un grupo dispuesto a mantener unas negociaciones serias, sostenibles”.




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