03 ABR 2012 |
GUSTAVO REYES. BOGOTÁ
Los diez uniformados regresan a casa tras pasar más de
una década en cautiverio. La entrega unilateral llega tras el mayor ataque
sufrido por la guerrilla en años.
· Finalmente, la entrega fue completa. La
narcoguerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
liberaron ayer a los últimos 10 uniformados que tenían en su poder desde hace
más de una década en la selva colombiana.
El helicóptero donde fueron trasladados los rehenes
–facilitado por el Gobierno de Brasil– partió a las 10.30 horas (17.30 hora
peninsular) desde el municipio de Villavicencio, en el departamento colombiano
de Meta (Sur), para buscar a los secuestrados.
Unas seis horas más tarde, el delegado en Colombia del
Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), Jordi Raich, confirmaba la entrega
de los diez. Agregó que los liberados se dirigirían al aeropuerto de
Villavicencio en el helicóptero para hacerse los primeros chequeos de salud.
Tras una misión que se prolongó durante más de cinco
horas, fueron recibidos a las puertas del helicóptero por equipos médicos que
los abrazaron para caminar junto a ellos sobre la pista del aeropuerto La
Vanguardia de Villavicencio, frente a los medios de comunicación. Los
familiares no se acercaron a la aeronave, tal y como habían establecido las
autoridades, y permanecieron en una sala especial habilitada en el aeropuerto,
donde se fundieron en abrazos con sus seres queridos.
Uno de ellos, el sargento de la Policía, José Libardo
Forero, habló desde la sala con la emisora RCN Radio y aseguró estar "bien
de salud". Forero, secuestrado el 11 de julio de 1999, agregó que había
encontrado muy mayores y distintos a sus hijos Libardo y Paola, de 17 y 13 años
respectivamente, más bonita a su mujer Norma y a su padre "muy canoso".
La entrega tuvo lugar “en una zona rural entre los
límites de los departamentos del Meta y Guaviare”, anunció poco después la
portavoz del CICR, María Rivera.
Lavar y salvar la caraLa operación generó expectación y dudas. Pero se cumplió, pese a que los
enfrentamientos del último mes entre la narcoguerrilla y las Fuerzas Armadas
colombianas han sido los más cruentos de los últimos años: 69 guerrilleros
fueron abatidos, entre ellos al menos cinco comandantes, en dos grandes
operativos de la Policía y el Ejército en Meta y Arauca.
Esto después de que el Gobierno de Juan Manuel Santos y
la cúpula militar lanzaran su nueva estrategia de guerra, llamada Espada de
Honor, diseñada para contrarrestar las fuertes críticas de los opositores
sobre un supuesto abandono de la política de Seguridad Democrática, iniciada
por el ex presidente Álvaro Uribe.
Para algunos observadores internacionales, este
recrudecimiento del conflicto armado podría afectar las liberaciones prometidas
por las FARC. Pero esto no sucedió. La historia del conflicto colombiano –los
acercamientos y gestos de paz, como estas liberaciones unilaterales– siempre
han sucedido en medio de la guerra.
Según dijo a LA GACETA el analista Alfredo Rangel, director de la fundación Seguridad y Democracia,
encargada de estudiar la evolución del conflicto interno en Colombia, el
recrudecimiento de las acciones violentas de las FARC se debe a que “quieren
proyectar una imagen de fuerza, que ya no tienen, para poner sus condiciones si
se abre un diálogo con el Gobierno”. Garrote y zanahoriaA finales de
febrero, el nuevo jefe de las FARC, alias Timochenko, anunció la liberación
unilateral de los últimos seis policías y cuatro militares en manos de la
guerrilla, y el compromiso de abandonar el secuestro extorsivo como móvil de
guerra, político y económico, pues tras la muerte de su antecesor, Alfonso
Cano, entre otras bajas, la guerrilla quedó muy debilitada.
El escepticismo ha reinado entre la opinión pública
colombiana, más aún cuando la operación de liberaciones se había postergado
al menos tres veces y las FARC han tratado de poner condiciones como la de
que una comisión de la Organización Colombianos y Colombianas por la Paz –en
cabezada por la ex senadora Piedad Córdoba, mediadora en las últimas 11
entregas de rehenes– efectuara visitas a los guerrilleros presos en las
cárceles. Un reclamo que no fue atendido.
Tras mover una y otra vez las fechas y negociar otros
detalles, como la colaboración del Nobel de Paz guatemalteca Rigoberta Menchú
–a la que Santos prohibió participar en las liberaciones– y la mediación del
Gobierno brasileño con sus helicópteros, la operación se llevó a cabo sin
mayores sobresaltos, pese a una intensa lluvia.
Las FARC entregaron a los rehenes más antiguos: los
militares Luis Alfonso Beltrán Franco, Luis Arturo Arcia, Robinson Salcedo
Guarín y Luis Alfredo Moreno Chagüeza, y a los policías Carlos José Duarte,
César Augusto Lasso Monsalve, Jorge Trujillo Solarte, Jorge Humberto Romero,
José Libardo Forero y Wilson Rojas.
Secuestros, entregas y narcotráfico
"El siguiente paso de las FARC sería el anuncio del
abandono definitivo del narcotráfico, para proyectar una imagen positiva ante
la comunidad internacional”, dijo a LA GACETA el analista Vicente Torrijos.
El experto opina que al abandonar estas prácticas
delictivas –como también el secuestro de personas–, la guerrilla “podría ser
vista, ya no como una organización terrorista, sino como un grupo dispuesto a
mantener unas negociaciones serias, sostenibles”.
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