El Informe
sobre la Felicidad Mundial reconoce, entre otros muchos aspectos, los 56.000
dólares de renta per cápita y las facilidades para combinar vida laboral y
familiar
ana martínez / corresponsal en
copenhague
Día 09/04/2012 -
09.10h
gonzalo cruz
El puerto de Nyhavn, en la capital danesa, tiene
numerosos locales agradables para comer y beber
Los inviernos son largos, fríos y oscuros. Los veranos,
casi inexistentes. Una cerveza cuesta cinco euros -como mínimo- y un billete
sencillo de metro, tres y medio. No tienen persianas, jamás han oído hablar del
jamón de jabugo (sólo conocen el «prosciutto» italiano) y sólo cuando traspasan
sus fronteras pueden observar el mundo desde la cima de una montaña (el punto
más alto de Dinamarca se encuentra a 172,54 metros). Y sin embargo, los daneses son los
habitantes más felices del planeta.
Y no solo porque la semana pasada lo afirmara el Informe sobre la Felicidad Mundial de la ONU, sino
porque se palpa en las calles. Cuando un extranjero visita Copenhague por
primera vez, queda gratamente impresionado por la «perfección»
de sus ciudadanos: madres jóvenes (muy jóvenes), rubias, guapas y estilosas
que pasean a sus bebés por la ciudad; cafés pequeños,
íntimos y muy personales (cadenas como Starbucks sólo han encontrado
hueco en el aeropuerto) donde disfrutar de una tarta casera con una manta sobre
las piernas; y diseño (del que tan orgullosos se sienten los daneses) en cada
rincón de la ciudad.
A pesar del
frío, el viento y la humedad, Copenhague bulle de vida
Cuando se tiene la oportunidad de permanecer en el país
durante un periodo más largo de tiempo, uno se da cuenta de que esa felicidad
no es fachada. Las facilidades para combinar vida laboral y
familiar ayudan. Y mucho. Quedarse en la oficina
más allá de las cinco de la tarde está mal visto (significa que no has
sido lo suficientemente productivo como para realizar tu trabajo en el tiempo
estipulado); trabajar desde casa cuando los
niños están enfermos (o, simplemente, cuando se ha roto la lavadora y hay que
esperar al fontanero) es algo habitual; la baja maternal es, después de la de Noruega, la más larga
del mundo(entre nueve y doce meses con entre el 80% y
el 100% del sueldo) y el Gobierno otorga ayudas de entre 190 y 120 euros al mes por hijo hasta que estos tienen 18
años, que es cuando comienzan a recibir un «sueldo estatal»
de 800 euros como estudiantes.
A pesar del frío, el viento y la humedad, Copenhague
bulle de vida. Nunca faltan actividades a las que acudir con niños, conciertos
con música en directo -Copenhague es la ciudad europea del
jazz-, exposiciones que visitar -los domingos todos los museos son
gratis- o restaurantes cuyos platos degustar -no en vano, con Noma a la cabeza,
Dinamarca lidera la vanguardia de la cocina escandinava-. Y si no, siempre se
puede encender unas velas, quedarse en casa, crear un poco de «hygge»
(esa palabra danesa, inexistente en otros idiomas, que describe un ambiente
agradable) e invitar a unos amigos a beber cerveza elaborada en la «sommerhus» (casa de verano).
Y, aunque la crisis también ha hecho mella en la economía
danesa, las cifras continúan avalando tanta felicidad: un
7,8% de paro y 56.000 dólares de renta per cápita, a pesar de los
astronómicos impuestos -entre un 36% y un 60% del sueldo-.
La única brecha entre tanta felicidad es la incertidumbre sobre si el Estado del Bienestar del que gozan actualmente será
sostenible. De momento, el nuevo Gobierno socialista (elegido en septiembre del
año pasado) ha apostado todas sus cartas a la economía «verde». Un punto más
que añadir a la «perfección» de los daneses: rubios, guapos,
felices y, además, ecológicos.
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