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lunes, 1 de diciembre de 2014
viernes, 16 de diciembre de 2011
Papa las tradiciones natalicias son islas para el alma ante el consumo desenfrenado
Radio Vaticana
Noticia del 03/12/2011 13.25.22
Sábado, 03 dic. (RV).- “El cielo presente en la tierra”. El Santo Padre Benedicto XVI reconoció con esta frase el momento musical y cultural que, ayer en la tarde, compartió en el Palacio Apostólico, escenario de las más típicas tradiciones de Adviento de la región alemana de Bavaria.
En la Sala Clementina del Vaticano, la Radiotelevisión bávara ofreció al Santo Padre un encuentro cultural que bajo el título “Adviento y Navidad en los Alpes Bávaros” inició con la proyección del documental “El cielo en la Tierra” de Sigrid Esslinger sobre el clima espiritual del tiempo de Adviento la tierra natal del Papa, con las distintas costumbres y tradiciones del tiempo de Navidad, en las familias y las parroquias. Luego, en esa atmósfera acogedora y familiar el Ensemble y el “Coro Montini” interpretaron el Oratorio Natalicio de los Alpes.
El Papa- hablando en alemán- agradeció profundamente a los participantes en esta iniciativa con la que “han traído - dijo- algo de las usanzas y del sentido de la vida típicamente bávara a la Casa del Papa”. Razón suficiente para que de todo corazón pidiera para ellos que el Señor los haga merecedores de su gracia por este regalo. También, al felicitar a su Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone quien ayer celebró su cumpleaños, Benedicto XVI manifestó a los italianos presentes que sin duda esa había sido una alegre muestra de la inculturación de la fe en las tierras de Bavaria…
Benedicto XVI explicó que allí el Adviento es llamado “tiempo silencioso”, porque la naturaleza hace una pausa; la tierra está cubierta de nieve, no se puede trabajar el campo, y todos están necesariamente en sus casas. El silencio del hogar se hace, por la fe, espera del Señor, alegría de su presencia. Y así surgen las melodías, las tradiciones que como hoy un poco hacen “al cielo presente en la tierra”
“Hoy el Adviento es –con frecuencia- todo lo contrario: tiempo de desenfrenada actividad, se compra, se vende, se hacen preparativos de Navidad, de las grandes comidas, etcétera. Así también donde nosotros. Pero como habéis visto, las tradiciones populares de la fe no han desaparecido, es más, han sido renovadas, profundizadas, actualizadas. Y así crean islas para el alma, islas del silencio, islas de la fe, islas para el Señor, en nuestro tiempo, y esto me parece muy importante”.
El Santo Padre agradeció en particular a todos aquellos que en las familias y en las Iglesias hacen presente la realidad de la fe en nuestras casas, en nuestro tiempo. “Esperamos –concluyó Benedicto XVI- que también en el futuro esta fuerza de la fe, su visibilidad, permanezca y ayude a salir adelante, como el Adviento quiere, hacia el Señor”
En la Sala Clementina del Vaticano, la Radiotelevisión bávara ofreció al Santo Padre un encuentro cultural que bajo el título “Adviento y Navidad en los Alpes Bávaros” inició con la proyección del documental “El cielo en la Tierra” de Sigrid Esslinger sobre el clima espiritual del tiempo de Adviento la tierra natal del Papa, con las distintas costumbres y tradiciones del tiempo de Navidad, en las familias y las parroquias. Luego, en esa atmósfera acogedora y familiar el Ensemble y el “Coro Montini” interpretaron el Oratorio Natalicio de los Alpes.
El Papa- hablando en alemán- agradeció profundamente a los participantes en esta iniciativa con la que “han traído - dijo- algo de las usanzas y del sentido de la vida típicamente bávara a la Casa del Papa”. Razón suficiente para que de todo corazón pidiera para ellos que el Señor los haga merecedores de su gracia por este regalo. También, al felicitar a su Secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone quien ayer celebró su cumpleaños, Benedicto XVI manifestó a los italianos presentes que sin duda esa había sido una alegre muestra de la inculturación de la fe en las tierras de Bavaria…
Benedicto XVI explicó que allí el Adviento es llamado “tiempo silencioso”, porque la naturaleza hace una pausa; la tierra está cubierta de nieve, no se puede trabajar el campo, y todos están necesariamente en sus casas. El silencio del hogar se hace, por la fe, espera del Señor, alegría de su presencia. Y así surgen las melodías, las tradiciones que como hoy un poco hacen “al cielo presente en la tierra”
El Santo Padre agradeció en particular a todos aquellos que en las familias y en las Iglesias hacen presente la realidad de la fe en nuestras casas, en nuestro tiempo. “Esperamos –concluyó Benedicto XVI- que también en el futuro esta fuerza de la fe, su visibilidad, permanezca y ayude a salir adelante, como el Adviento quiere, hacia el Señor”
martes, 13 de diciembre de 2011
Adviento en Baviera Alemania y el nuestro
Santa María de la Montaña.
Adviento 2011
H. Santiago Kiehnle nLC
En la región de Baviera, Alemania, se tiene una costumbre para vivir cristianamente el tiempo de Adviento, que es llamada “la Cuna Vacía". El primer día de Adviento, los padres entregan a los niños una pequeña cuna, que se coloca, junto con una caja pequeña llena de pajitas, en un lugar asequible. Cada vez que un niño hace una buena acción deposita una paja en la cuna. El objetivo es que en la noche de Navidad, cuando se coloque al Niño en la cuna, ésta se encuentre lo más llena posible, para que le Niño tenga un lecho cómodo y abrigado.
Podría parecernos una costumbre bastante infantil, pero en realidad es aplicable a cualquier etapa de la vida.
Debe llevarnos a pensar que Cristo desea encontrar acomodo en nuestro corazón, y debemos prepararlo como la cuna donde va a nacer.
El mundo ha venido suavizando y maquillando la Navidad porque nos cuesta trabajo afrontar lo que en realidad pasó: Dios se hizo hombre y nació de una virgen, desposada con un carpintero, en una cueva en Belén. La mayoría de las veces esta realidad pasa desapercibida entre la cena, los regalos, los villancicos, los adornos, y demás “signos exteriores” que acompañan a la llamada “época navideña”, distrayendo nuestra atención del verdadero significado de la Navidad. Esta pérdida de su sentido original nos ha llevado al extremo de escribir en las tarjetas de Navidad “Happy Holidays” o “Felices Fiestas”, olvidándonos por completo de lo que en realidad celebramos. No digo que los signos exteriores y las fiestas estén mal, tampoco quiero ser una especie de “Grinch”, sólo digo que no debemos perder de vista el verdadero sentido de la Navidad que es el misterio de la encarnación del Hijo de Dios.
Eso es la Navidad: un misterio; algo que no podemos entender con la cabeza, que no podemos expresar con las palabras, sino que debemos acoger con el corazón. Porque como nos dice San Juan en su Evangelio, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1); hasta el extremo de dejar el cielo para venir a habitar en la tierra; hasta el extremo de asumir completamente la naturaleza humana siendo Dios; hasta el extremo de dar su vida por nosotros; hasta el extremo de ser fiel a nosotros a pesar de nosotros; hasta el extremo de darnos la libertad de aceptarlo o rechazarlo; hasta el extremo en que el creador quiere depender de su creatura.
En esto consiste la Navidad: en recibir a Dios que toca la puerta de mi corazón y me pide permiso para entrar en él. El 24 por la noche tocará a nuestra puerta, pero también lo hace el 25, el 26, el 27 y todos los días del año. Jesús siempre está a la puerta de mi corazón esperando una respuesta de mi parte, esperando que le abra mi corazón, que sólo puede ser abierto desde adentro. “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20). Por eso es tan importante seguir las palabras con las que el Beato Juan Pablo II, al salir al balcón de la plaza de San Pedro, iniciaba su pontificado: “No tengáis miedo; abrid de par en par las puertas de vuestro corazón a Cristo.”
Este es muchas veces el problema, que le tenemos miedo a Cristo, porque pensamos que nos va a exigir más de lo que estamos dispuestos a darle. Si nos ponemos a profundizar nos daremos cuenta que las exigencias de Dios son mucho menores a las exigencias del mundo, ya que con Dios no tenemos que aparentar nada, Él nos ama por el simple hecho de existir. Nos lo recuerda la Gaudium et Spes en el número 24 “el hombre es la única creatura que Dios ha querido por sí misma”. En cambio, de cara al mundo, siempre tendemos que aparentar más de lo que somos y de aparentar algo que no somos. No debemos temer a Jesús, nos lo dice el Papa Benedicto XVI: “No teman a Jesús que lo da todo y no quita nada”, y en otra frase nos lo recuerda San José María Escrivá de Balaguer “se ha hecho tan pequeño, ya ves: ¡un Niño! para que te le acerques con confianza” (Camino 94). Éste es el misterio de la encarnación: Dios que se hace niño para poder acercarse a mí sin que yo le tema. Porque como dice Fulton Sheen “no se puede amar lo que no se puede abrazar”.
Dios en su infinita sabiduría, viendo que no podíamos subir hasta Él decide bajar a nosotros. Él siempre da el primer paso hacia nosotros, pero debemos también caminar hacia Él para encontrarlo. Mi amor es siempre una respuesta a su amor, a un amor que es tan grande que no se puede contener a sí mismo y sale a la búsqueda del hombre para poderse donar total y desinteresadamente. El Papa Benedicto XVI lo explica con palabras más sencillas, “En Jesucristo Dios ha asumido un rostro humano y se ha convertido en nuestro amigo y nuestro hermano” (06.sept.2009). Esta es la gran maravilla que festejamos, el hecho de que Dios haya asumido un rosto humano.
Toma un rostro humano pero no lo deja retratado. Para muchos es una lástima que no haya quedado impreso ese rostro y no sepamos a ciencia cierta cómo fue. Si hubiera venido en nuestros días, sin lugar a dudas su foto ya estaría en Facebook, en Twitter y en cualquier portal de internet. Sin embargo para mí el no tener una foto de Dios es uno de los regalos más grandes, ya que, de este modo, Dios puede tener el rostro que sea y todos nos podemos identificar plenamente con Él. Pero además de ser un regalo es también una responsabilidad, ya que cada uno debe prestar su rostro a Dios para representarlo ante los demás, para ser su imagen. Esto lo entendió muy bien el Beato Juan Pablo II, en quien era muy fácil ver representado a Dios, sin embargo, al igual que él, todos estamos llamados a representar a Dios en la tierra.
San Pablo nos hace ver que “somos santuarios de Dios y el Espíritu Santo habita en nosotros” (1 Co 3,16). Por lo tanto lo que debemos hacer es transparentarnos hasta el grado en que los demás puedan ver a través de nosotros al Espíritu de Dios, como lo logró en sumo grado la Santísima Virgen María. Muchos comparan a María con una ventana, la cual deja ver a través de ella pero protege del viento, la lluvia, el ruido, etc. De este modo María nos protege de todos los males y al mismo tiempo nos permite ver a través de ella a Dios.
Como ven, si nos tomamos en serio el misterio de la encarnación se vuelve vertiginoso e incomprensible. Sin embargo tenemos que meditar y reflexionar sobre ello, y para eso es el Adviento; es un tiempo de preparación a la venida de Jesús, que quiere nacer en mi corazón, pero sólo podrá hacerlo si yo lo he preparado correctamente. Si no nos preparamos correctamente corremos el riesgo de que nos pase lo que le pasó a la mayoría de los que vivieron en la época de Jesús, que vivieron a su lado y ni cuenta se dieron: “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Ojalá San Juan pudiera decir de nosotros: Vino a los suyos y los suyos sí le recibieron. Si logramos hacer esto entonces encontraremos la verdadera felicidad. “La felicidad que buscáis, la felicidad a la que tenéis derecho tiene un nombre, un rostro, es Jesús de Nazaret.” (Benedicto XVI 18.ago.05). “El hombre sólo es plenamente él mismo cuando ha encontrado a Dios” (YouCat n.3)
“Sólo cuando encontramos al Dios vivo en Jesucristo aprendemos qué es la vida. No hay nada más hermoso que ser encontrado por el Evangelio de Jesucristo”. (Benedicto XVI 24.abril.05).
Yo sé que nuestro corazón no es el lugar más digno para que Dios nazca, pero eso no nos exime de prepararnos, al contrario, nos responsabiliza, ya que Él ha querido que sea así. Hace dos mil años nació en una cueva, que no era como la pintan los nacimientos hoy en día, sino era una vil cueva en la montaña, donde se guardaba a los animales, por lo que tampoco debería ser muy limpia ni muy digna. Del mismo modo, si yo le abro mi corazón vendrá a mí y limpiará mi alma, y así como invitó a sus amigos: los reyes magos y los pastores; así también invitará a mi corazón a sus virtudes, traerá paz, amor y felicidad, y al igual que llenó la cueva con su calor, con su amor y su presencia, así también llenará totalmente mi corazón y mi vida.
La preparación para la Navidad no es hacer cosas extraordinarias, sino hacer extraordinario lo ordinario, las cosas de todos los días. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece, y del mismo modo nos parecen más espectaculares los actos heroicos y extraordinarios, sin embargo tiene más mérito el martirio de todos los días, el martirio silencioso de la fidelidad diaria que el martirio cruento derramando la sangre. No olvidemos que seguiremos fallando, pero no debemos desalentarnos, y sobre todo no debemos olvidar nunca que no hay santo sin pasado ni pecador sin futuro.
Contamos con la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen María, que nos acompañan en todo momento y en cada paso que damos. Y si de algo sirve, también cuentan con mis oraciones.
De todo corazón les deseo una muy feliz Navidad en compañía de sus seres queridos.
H. Santiago Kiehnle nLC
H.Kilin®
sábado, 3 de diciembre de 2011
¡Velad!, llamada saludable
Benedicto XVI invita a salir del letargo en Adviento
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 27 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Este primer domingo de Adviento, Benedicto XVI, desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano, recitó el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Antes de rezar la oración mariana, dijo las siguientes palabras.
*****
¡Queridos hermanos y hermanas!
Hoy iniciamos en toda la Iglesia el nuevo Año litúrgico: un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor. El Año litúrgico empieza con el Tiempo de Adviento: tiempo estupendo en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo y la memoria de su primera venida, cuando se despojó de su gloria divina para asumir nuestra carne mortal.
“¡Velad!”. Este es el llamamiento de Jesús en el Evangelio de hoy. Lo dirige no sólo a sus discípulos, sino a todos: “¡Velad!” (Mt 13,37). Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena, sino que es proyectada hacia un “más allá”, como una plantita que germina de la tierra y se abre hacia el cielo. Una plantita pensante, el hombre, dotada de libertad y responsabilidad, por lo que cada uno de nosotros será llamado a rendir cuentas de cómo ha vivido, de cómo ha usado las propias capacidades: si las ha conservado para sí o las ha hecho fructificar también para el bien de los hermanos.
También Isaías, el profeta del Adviento, nos hace reflexionar hoy con una sentida oración, dirigida a Dios en nombre del pueblo. Reconoce las faltas de su gente, y en un cierto momento dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tú nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades” (Is 64,6). ¿Cómo no quedar impresionados por esta descripción? Parece reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos.
En realidad, el verdadero “dueño” del mundo no es el hombre, sino Dios. El Evangelio dice: “Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos” (Mc 13,35-36). El Tiempo de Adviento viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios. El rostro no de un “amo”, sino de un Padre y de un Amigo. Con la Virgen María, que nos guía en el camino del Adviento, hagamos nuestras las palabras del profeta. "Señor, tu eres nuestro padre; nosotros somos de arcilla y tu el que nos plasma, todos nosotros somos obra de tus manos” (Is 64,7).
Decálogo para el Adviento 2011 - 10 PISTAS PARA REEVANGELIZAR
De CentroRiialGuadalupe, el Martes, 29 de noviembre de 2011, 15:49
Decálogo para el Adviento 2011
10 PISTAS PARA REEVANGELIZAR
1.- Escucha con más atención la Palabra del Señor.
¿Cómo vamos hablar de aquello que no conocemos? “El que escucha la palabra y la entiende, ése dará fruto” (Mt 13, 23)
2.- Coloca, en un lugar relevante de tu casa, la Biblia.
“Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6,19-23)
3.- Adorna el exterior de la puerta de tu casa con la Corona de Adviento.
¿Qué significa? Entre otras cosas que, tu familia, prepara la Navidad con sentimientos cristianos. Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora. (Mt 25, 1-13)
4.- Vive y celebra con interés la Eucaristía.
No te conformes con participar en la misa dominical. ¿No tomas todas las mañanas un café? ¿No te sientas a la mesa al mediodía todos los días? ¿Acaso Dios, y tu vida interior, no merecen un poco más? “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20)
5.- ¿Cuánto hace que no buscas el silencio, la soledad, la contemplación en el interior de una iglesia?
Procura, en este tiempo de adviento, tener esa experiencia: el encuentro personal, sin más añadidos que el silencio, con Dios que viene a tu encuentro. Será una sensación muy oxigenante para tu vida. “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1)
6.- El Papa Benedicto XVI nos recuerda constantemente una exigencia actual: la Nueva Evangelización.
¿Transmites las verdades cristianas en tu familia? ¿Bendices la mesa antes de comer? ¿Te santiguas en el momento de salir a la calle, emprender un viaje o pasar por delante de una iglesia? La Nueva Evangelización no son el hacer cosas nuevas…sino el recuperar lo esencial: no dejarnos descafeinar por el secularismo galopante. “Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y la del Padre, y la de los santos ángeles.”(Lc 9,26)
7.- No olvides, en este tiempo de Adviento, la presencia y la figura de la Virgen María.
Nunca, una mujer tan sencilla, fue tan feliz por dentro y por fuera. ¿Rezas el ángelus? ¿Cuánto hace que no visitas un santuario mariano o que no rezas el Ave María? “..desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.”(Lc 1,48)
8.- El Adviento es una puerta abierta a la esperanza.
¿Cuáles son tus sueños? ¿En dónde están puestas tus metas? ¿Juega la fe un papel fundamental en tu vida? Testimonia tu fe allá donde estés. No te dejes asediar por la timidez. No encierres dentro de ti aquello que, en Navidad, es lo más grande: Cristo. “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28,16-20).
9.- El Papa Benedicto XVI ha convocado, a partir del 12 de octubre de 2012 “El Año de la Fe”.
¿Por qué no iniciamos ya desde ahora nuestro interés por el Evangelio? Tal vez, un regalo para el alma, el espíritu y el bienestar físico y moral, es el Evangelio del 2012. ¡Cómpralo y…obséquialo! "Lo que hiciereis con uno de estos pequeños, a mí me lo hacéis” (Mt 25,40)
10.- El Adviento es un despertador de nuestra conciencia cristiana. Nos hace tomar posiciones.
No solamente somos oyentes. Que sea un tiempo privilegiado para, con persuasión y convencidos de lo que somos y de la Navidad que se acerca, mantengamos la tensión espiritual de nuestra vida. Que no nos engulla el ambiente consumista. Que, lejos de deshacernos como un azucarillo en el agua, nos mantengamos a flote anunciando lo que está por venir: JESÚS.
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