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domingo, 29 de julio de 2012

Cuando Dios pide un hijo Él mismo ocupa su lugar


| APOSTOLADO | TESTIMONIOS
Renunciar a la presencia física de nuestros hijos cuesta, ¡claro que cuesta!, pero si es para su felicidad y la salvación de muchas almas, ¿podemos resistirnos?
Dios, desde la eternidad misma, puso sus ojos en nuestros hijos.
Mi familia se ha visto llena de bendiciones: tengo un hermano legionario, una hermana y mis dos hijas mellizas son señoritas consagradas en el Regnum Christi, Alejandro, el único varón de nuestros hijos, después de cinco años en el centro vocacional, si Dios quiere, en septiembre de 2002 comenzará el noviciado. Tenemos además otras tres hijas: Andrea, la más pequeña, de 12 años; Teresa, quien ya ha formado su familia con Alejandro, y Jimena, quien se casará con René el próximo mes de septiembre.
Teresa y Jimena tuvieron la gracia de ser colaboradoras en el Regnum Christi al servicio de la Iglesia. Es imposible para nosotros entender cómo o por qué Dios, desde la eternidad misma, puso sus ojos en nuestros hijos, en nuestra familia. Lo que sí podemos sentir de alguna manera es que estas llamadas son una gracia muy especial que debemos primero aceptar y después agradecer: Cuando Dios pide un hijo, Él mismo ocupa su lugar.  
Nuestros hijos necesitan nuestro apoyo; nuestros hijos consagrados también necesitan nuestro apoyo, nuestras oraciones, nuestras palabras de aliento.  
Como padres de familia, podemos decir que tenemos una vocación de familia de consagrados, pues todos estamos inmersos en la vocación de nuestros hijos y Dios espera que respondamos a esa vocación.
El seguimiento a Cristo implica cargar con una Cruz; a quien diga que no le cuesta, no le crean. Un buen padre siempre está preocupado pensando con quién se casarán nuestros hijos pero, ¿hay mejor partido que Jesucristo? Renunciar a la presencia física de nuestros hijos cuesta, ¡claro que cuesta!, pero si es para su felicidad y la mayor gloria de Dios y la salvación de muchas almas, ¿podemos resistirnos? Hace algunos años escuché a un sacerdote decir que el apoyo de la propia familia a los hijos consagrados es algo
Familia Páez Garza en Roma, durante los festejos del LX Aniversario de la fundación de la Legión de Cristo y del Movimiento Regnum Christi.
muy importante. Al caminar por un bosque, ¿qué observamos en los árboles? Sus hojas, su fruto, su sombra; pocos pensarían en la raíz. Sin embargo, ese árbol grande y frondoso caería sin la raíz. Ése es el apoyo que nuestros hijos necesitan, que seamos raíces profundas que los soportan con alegría, con oraciones, con sacrificio, los cuales, como la savia, hacen que el arbusto se convierta en árbol frondoso, florezca y dé frutos abundantes. Esa labor de la raíz, callada, escondida, que a simple vista no parece importante, es fundamental para ayudar a nuestros hijos a ser luz en este mundo de confusión, testimonio de amor en un mundo lleno de egoísmo, esperanza en mundo lleno de sinsentido. Es difícil encontrar palabras para agradecer a Dios los maravillosos, sublimes y misteriosos dones que son el sacerdocio y la vida consagrada al servicio de Nuestro Señor, a los cuales nuestros hijos han sido llamados. Me gustaría agradecer a Dios el sí y la fidelidad de ese sí, del fundador del Movimiento y de la Legión. De su fidelidad dependemos muchos de nosotros, así como de nuestra fidelidad dependen otros tantos. Teresa Garza de Páez

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2002-05-07


sábado, 28 de julio de 2012

Formando los sacerdotes del mañana


| ACTUALIDAD | NOTICIAS
El trabajo manual, un medio excelente para conocer al hombre a quien el sacerdote quiere predicar el Evangelio.
Los seminaristas legionarios dedican un mes anual a trabajos agrícolas y manuales
El sacerdote es un hombre, tomado de entre los hombres, para salvar a los hombres. Su misión está al servicio de la humanidad, y necesita conocer bien a aquellos a quienes debe predicar el Evangelio. Para ello, los novicios legionarios de Cristo dedican un mes al año a trabajos agrícolas o manuales, compartiendo las condiciones de trabajo de un gran número de personas. Durante el mes de julio, los seminaristas del noviciado de Monterrey (México) se trasladaron a Otongo, un pueblo de la sierra de Hidalgo (México) para trabajar en la reforestación de aquella zona. Allí se encuentra una de las principales minas de manganeso. Después de extraer este metal, es necesario reforestar la zona para evitar la desertización. Los seminaristas dedicaban ocho horas diarias a esta labor, bajo la
Unos momentos de descanso, antes de regresar al trabajo de reforestar esta zona de Hidalgo.
dirección de algunos ingenieros. La jornada concluía con la Misa, celebrada en la capilla de la colonia de Otongo, invitando también a los habitantes del lugar a ofrecer a Dios los trabajos de la jornada. «Es duro estar ocho horas diarias cavando con un pico y una pala, o detrás de una carretilla, pero esta experiencia nos enseña el significado del trabajo y de la pobreza. Además, es una oportunidad para santificar el trabajo manual, siguiendo el ejemplo de Jesús joven, trabajando en la carpintería de José<>/I>», afirma uno de los seminaristas.

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2003-09-04


lunes, 23 de julio de 2012

Ser colaboradora es algo indescriptible


| MIEMBROS | TESTIMONIOS
Diana Manjarrés, joven colombiana que está en su año de colaboradora en Bélgica.
Diana Manjarrés es una joven colombiana que se encuentra actualmente como colaboradora del Regnum Christi en Bélgica. Ella decidió parar por un tiempo sus estudios universitarios y dejar su natal Medellín para trabajar a tiempo completo al servicio de la Iglesia por medio de los apostolados que desarrolla allí el Movimiento. Esta es su experiencia:
¿Qué te movió a ser colaboradora?
Darme cuenta que tenía las manos llenas de regalos: mi familia, mi educación, mi fe, y mil cosas más, que Dios me había dado sin yo tener mérito alguno para recibirlas. Durante toda mi vida había sentido que no me podía quedar con todo esto sólo para mí. Pienso que hay dos tipos de personas, las que sólo ven los problemas sin ir más allá y las que buscan soluciones a los problemas y deciden dejar huella en el mundo. Yo decidí ser el segundo tipo de persona porque, de cara a Dios, sabía que podía dar mucho más y no hay razón alguna para conformarse con lo suficiente, cuando hay un mundo ahí afuera que necesita de nosotros.
¿En qué consiste tu trabajo como colaboradora del Regnum Christi en Béligica?
Mi trabajo es hacer de todo un poquito, en este momento tenemos un pequeño apostolado con niñas de 14 años que se llama “Chante et Danse” (Canta y Baila). Con ellas esperamos poder hacer un club juvenil, en el cual reciban formación, se diviertan sanamente, hagan apostolado y se acerquen a Dios. Buscamos formar responsables para así lograr que nuestros apostolados logren sostenerse en el tiempo. De la misma forma estoy encargada de empezar el año entrante un club NET para niñas de 6 a 10 años, pues es muy importante lograr formar a las niñas desde que son pequeñas para que crezcan en un ambiente de valores y principios católicos.
¿Con qué realidad te has encontrado allá?
Las niñas manejan agendas bastante apretadas y para lograr que tengan tiempo de hacer alguna actividad es necesario avisarles mínimo con un mes de anticipación. Sin embargo la gente es muy amable y una vez que te han conocido no tienen reparo en hacer lo que esté en sus manos para ayudarte. Para muchos belgas, la Iglesia es, principalmente, una figura representativa. Incluso los católicos que van a misa, a veces han crecido con una fe basada más en la tradición y sólo con un esfuerzo personal encuentran principios que los lleven a estar convencidos. Bélgica también es un país donde hay muchos musulmanes y con una gran diversidad social y cultural.
¿Qué significa para ti colaborar con la fundación del Regnum Christi en Bélgica?
Es un regalo increíble, pienso que es una gran responsabilidad y una gran alegría el poder estar aquí colaborando con la edificación de un Movimiento que ayudará a tantas personas. Me sobrecoge la idea de saber que en gran parte de mí depende y que está en mis manos, pero me llena de felicidad, de ilusión y de ganas de luchar.
¿Qué es lo mejor de ser colaboradora y qué es lo que más te cuesta?
Lo mejor: El darme a los demás, es algo que me llena. Poder estar ahí para ayudar a la gente en lo que necesite. Me gusta ver cómo hacer la diferencia en el mundo está en mis manos, pues, yo sola no puedo, pero si dejo que Dios actúe a través de mí, es impresionante…, las vidas que Dios puede cambiar.
Lo que más me cuesta es ser consciente de la magnitud de las necesidades y de mi pequeñez. Ver la oscuridad en la que vive tanta gente y ser consciente de que muy pocos han estado ahí para ser su luz.
¿Cómo te ha ayudado el ser colaboradora?
He aprendido a perseverar, a amar y disfrutar todo lo que hago, a vivir cada cosa a su tiempo, a ver en cada cosa a Dios, a saber que no tengo nada para darle, pero que Él me ha amado así y sólo me pide eso: mi nada, sólo quiere que yo haga mi mejor esfuerzo. He aprendido que no hay que conformarse, que siempre hay que ir por más y que Dios siempre está ahí para abrazarnos cuando sentimos que no hay nadie a nuestro lado.
Ser colaboradora es algo indescriptible, es la experiencia más grande del amor de Dios que alguien pueda hacer. Es estar ahí en sus brazos todos los días, es ver el mundo más desde sus ojos y menos desde los nuestros, es descubrir la infinidad de su amor.
¿Qué les dirías a otros jóvenes que estén pensando en ser colaboradores?
Les haría tres preguntas: ¿Por qué dejar en manos de otros lo que podemos tomar en las nuestras?, ¿por qué no dejar huella?, ¿creen que vale la pena conformarse en un mundo que pide más, que necesita más; en un mundo que aún cree y espera, en nosotros?
En una palabra, ¿Cómo resumirías la experiencia de ser colaboradora?
Felicidad.

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2009-06-29


domingo, 22 de julio de 2012

Ser libre para mí no es un juego


| MIEMBROS | TESTIMONIO

Silvia Bermúdez, consagrada del Regnum Christi, nos presenta su testimonio y experiencia de vida.
Silvia Bermúdez actualmente desempeña su labor pastoral en Filipinas.
Cuando tus padres han huido de un régimen comunista y lo han dejado todo con tal de pagar el precio de su libertad, aprendes desde pequeña que el ser libre es inherente a tu condición de ser humano y que en tu interior, nada ni nadie te puede obligar a ser lo que no quieres ser.
Mis padres salieron de Cuba en el año 1961. Yo nací en Venezuela en el año 1972 y siempre les agradeceré a mis padres la decisión de haber dejado su cultura, sus amigos, su dinero, sus negocios y propiedades para empezar de nuevo y reconstruir su vida desde cero.
Ser libre para mí no es un juego, es parte integral de mi vida y de mi historia. Es por eso que hoy, con esa misma libertad, quisiera compartir mis ideas y experiencias. Tuve la oportunidad de hacerlo en este año 2010, en una entrevista que sirvió de fuente parcial para otra noticia que fue difundida en la prensa. Es una nota que ha tenido un gran alcance porque se generó desde una agencia internacional de noticias. Creo que, mis 2 frases citadas con toda exactitud, no son suficientes para transmitir los sentimientos, pensamientos y deseos que expresé, a titulo personal, durante 2 horas de entrevista. Esta es la razón por la que hoy, he decidido ofrecer un poco más esa visión que tengo sobre mi propia vida como consagrada del Regnum Christi.
Toda la entrevista giró sobre una pregunta: Cuál ha sido mi experiencia como consagrada del Regnum Christi, qué pienso del momento actual y si sé de personas que estuvieron consagradas y que hayan tenido una experiencia negativa y dolorosa.
Voy a empezar por la última parte de la pregunta: Sí, sé que hay personas que han tenido una experiencia dolorosa dentro del Regnum Christi. Al respecto, puedo decir que siento un gran respeto por ellas, su dolor también me causa dolor, y por un sentido básico de justicia no me toca interpretar a mí lo que otro haya vivido. Yo puedo hablar de mi experiencia, en mi nombre, pero no puedo hacerlo por otros. Sólo espero que sus experiencias sean sanadas con el tiempo y que, desde ahora y en el futuro, pongamos los medios necesarios para que este tipo de realidades humanas no se repitan.
En cuanto a la primera parte de la pregunta, mi experiencia personal en el Regnum Christi la puedo resumir
«Mi vocación no es el Regnum Christi en sí mismo, mi vocación es la vida consagrada, el Movimiento Regnum Christi es el lugar en el que esta realidad se desarrolla».
en una palabra: libertad.
Soy “una vocación tardía”, me consagré a los 34 años, después de 6 años de discernimiento y después de haberme planteado la opción de ser religiosa contemplativa. Llegué a la vida consagrada con unos valores, una forma de ser y de pensar, una educación, una mentalidad, y un carácter ya definidos y con un fuerte sentido de la “libertad” escrita por mis padres en mi mente y en mi corazón. Mi familia es católica pero no practica su fe. Ellos siempre respetaron que yo, desde niña, decidiera practicar mi religión de una forma un poco más activa en mi parroquia y en mi colegio, que estaba dirigido por hermanas ursulinas.
Todo lo que he hecho y dejado de hacer en mi vida antes y después de consagrarme ha sido una opción libre constante. En la vida consagrada dentro de la Iglesia, las personas optan por vivir en pobreza, castidad y obediencia, optan por someterse a unas reglas (constituciones, reglamentos, estatutos), optan por obedecer a una autoridad, optan por vivir en caridad y humildad y todo esto lo hacen por amor a Dios, porque han sido llamadas por Dios a vivir una vida a imitación de la vida de Jesucristo y estas personas viven con la alegría de ser llamadas a una misión específica en la Iglesia. Yo siento un gozo profundo por mi vocación a la vida consagrada y el Regnum Christi es la familia espiritual en la que yo estoy realizando y haciendo vida ese llamado. Mi vocación no es el Regnum Christi en sí mismo, mi vocación es la vida consagrada, el Movimiento Regnum Christi es el lugar en el que esta realidad se desarrolla.
Aquí dentro he encontrado elementos tradicionales de la vida consagrada. Es cierto que he recibido mucho bien, que me siento en familia y que no he tenido ningún episodio en el que me haya sentido obligada, forzada o despreciada, sino todo lo contrario. Sin embargo, esa experiencia favorable no es la razón por la que estoy aquí o por la que sigo aquí. Yo estoy aquí porque soy libre para ser lo que soy, y para lo que quiero ser: Consagrada a Dios. Lo voy siguiendo a Él, sigo a Jesucristo, intento vivir su doctrina para buscar hacer un poco de bien en este mundo, y a mi alrededor veo muchas otras personas que quieren lo mismo que yo, que luchan por lo mismo que yo y a quiénes me une una profunda amistad.
Mis padres decidieron ser pobres con tal de ser libres, yo, siendo libre me hice pobre con tal de seguir a Cristo y soy feliz de poder seguirle.
Para terminar de responder a la pregunta, en la entrevista, hablamos del momento crítico que atraviesa la Legión de Cristo y el Movimiento Regnum Christi. Nuevamente, respondí a título personal: ¿Es un momento de crisis? Sí, por supuesto que lo es. Las crisis son parte de la vida de las personas, de los institutos, de los países, de las historias de los pueblos.
Este es un momento importante, es un momento de oración, de revisión, de reparación y de renovación. Es, sobretodo, un momento de humildad y crecimiento interior, tanto en el ámbito personal como institucional. ¿Es doloroso? Sí, pero nos está permitiendo madurar en la fe, en la esperanza y en la caridad. Nos está llevando a necesitar más a Dios y a los pastores de la Iglesia y creo yo, que desde un punto de vista sobrenatural, eso es algo muy positivo.
Estos son mis pensamientos y un poco de mi vida, no es una respuesta a un artículo; es la responsabilidad que surge de ser fuente de una noticia que puede afectar la vida de tantas personas y es también mi empeño en vivir y morir libre, lo que me han llevado a escribirlos.
Silvia Bermúdez.

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2010-09-30


Si Tú le regalas la vida yo te lo consagro a Ti!


| RECURSOS | TESTIMONIOS-LEGIONARIOS

Testimonio vocacional del P. José Guadalupe Padua Monroy
P. José Guadalupe Padua Monroy
Algunos se preguntarán de dónde saqué esta frase para colocarla como título de este testimonio. Mi nombre es José Guadalupe Padua Monroy y nací un 12 de diciembre, gracias a un milagro que la Virgen de Guadalupe le concedió a mi mamá. Fue un milagro que les contaré al final de esta historia para que se vea claramente cómo María Santísima me fue guiando hacia el sacerdocio.
  Cómo es mi familia

  Nací en la Ciudad de México. Somos seis hermanos en casa. Crecí en un hogar católico y lleno de mucho amor durante mis primeros siete años. Después, todo cambió para mí y para mi familia. Al inicio no entendía, pero más tarde me di cuenta que mi papá nos había dejado. Cuando tenía yo catorce años, él regresó a casa y hubo una pequeña reconciliación pero no duraría mucho: meses después nos dejaría nuevamente. Mi madre se hacía cargo de seis hijos; educación, vestido, salud, alimentación y mucho amor. Ella siempre nos inculcó el perdón y respeto a nuestro papá a pesar de todo lo que había hecho.


Una invitación al seminario que no olvidaría

  Mi adolescencia fueron años difíciles para mi mamá. Yo fui rebelde, poco estudioso y no me gustaba estar en casa. Me escapaba de la escuela con mis amigos y amigas. Atribuía esta rebeldía a la separación de mis papás. Mis hermanos, en cambio, sí estudiaban y trabajaban para poder salir adelante.

  Mi rebeldía cambió cuando me invitaron a participar en un grupo juvenil que se llamaba Pentecostés. Me gustó mucho: buen ambiente, oración, juegos, música y baile. Íbamos todos a misa los domingos por la noche y las reuniones del grupo eran los sábados. Cada semana el grupo crecía. Éramos entre 150 y 200 jóvenes reunidos todos los fines de semana. También teníamos nuestros retiros, convivencias, fiestas y no podía faltar el baile. Esto duró dos años; la rebeldía ya había bajado y las notas de clases habían subido. Mi mamá estaba muy contenta.

  Un fin de semana nos dijeron que tres jóvenes del grupo se estaban preparando para ir al seminario. En el festejo y la despedida uno de ellos me preguntó si me gustaría ir al seminario también. Yo le contesté que sí pero que no ahora. En el camino de regreso escuchaba esa invitación continuamente en mi interior.

  Llegando a casa esa tarde mi mamá me estaba esperando en la puerta, seria y enojada. Me dijo: “¡Quiero hablar contigo!”. Me llamó la atención muy duro. Mi mamá estaba muy enojada y triste por mi forma de actuar. Al final me dijo: “¿Qué vas a hacer con tu vida si sigues así, qué quieres ser?” y lo primero que le respondí fue: “¡Voy a ser sacerdote!”. Ella me miró y se puso a llorar


C
omienzo a hablar con Dios

  Me fui a vivir a Zacatecas para estudiar la preparatoria y tuve que dejar el grupo de la parroquia. Durante estos años los estudios y la diversión eran lo principal y no me preocupaba por la vida espiritual. También en ese periodo conocí una niña que me ayudó mucho en todos los aspectos. Fuimos novios y teníamos muchos planes. Uno de ellos era ir a Guadalajara a estudiar Ciencias de la Comunicación para después trabajar en los medios.

A finales de mi último año de preparatoria salió una convocatoria de la fundación Telmex para obtener una beca de estudios. Me animé a participar y durante los días de las pruebas fui a la catedral a hablar con Dios y en diálogo le preguntaba: “¿Por qué yo no puedo tener una computadora, una beca de estudio, por qué no puedo estudiar en una universidad particular, etc.?”. Esta visita a la catedral marcó algo en mi alma: empecé a buscar el diálogo con Dios.

  El día 15 de agosto la fundación Telmex me dio la noticia que había ganado la beca que consistía en: un salario mínimo para pagar mis estudios, una computadora y algunas actividades dentro de la fundación. Todo esto me hizo recordar el día en que comencé a hablar con Dios en la catedral. Gracias a Él terminé también mi licenciatura en Derecho.

Juan Pablo II

  Todo esto me había sucedido en
El P. José en plena transmisión de un programa de Guadalupe Radio
1999, mientras estábamos recibiendo la visita de Juan Pablo II. El día en que llegó a la Ciudad de México me tocó ir a las oficinas de gobierno para dejar unos documentos. Al salir de la estación del metro me di cuenta que la gente se estaba acomodando en la avenida para ver pasar al Papa. Me dije: “¡Ah! Es sólo una pasada rápida del Papamóvil. Nadie lo verá bien”. En ese momento se empezó a escuchar: “¡El Papa ya viene!”. Corrí a un lugar alto sólo para ver el rostro del Papa, y sentí su mirada. Me dio mucha emoción y las lágrimas se me salieron. Y me empecé a preguntar: “¿Qué estoy haciendo con mi vida?, ¿Por qué no estoy respondiendo a Dios?”. Poco tiempo después estaba buscando consejo vocacional.
La Legión de Cristo por internet

  En esta búsqueda vocacional, un sacerdote amigo en Roma me recomendó conocer al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo. Me metí a las páginas de internet y mandé unos mensajes. Después de algunos días recibí un mensaje del P. Ricardo quien me decía que un padre iría a Pachuca y podría hablar con él. Era el P. Jesús, de Venezuela. Me impresionó mucho su porte de religioso. Después de algunos meses me invitó para ir al candidatado. Mi problema era conseguir permiso para ausentarme tres meses en el trabajo.

Un día fui a la Basílica de Guadalupe. Le llevé una veladora como todo buen guadalupano y en diálogo con ella le pedía su ayuda para responder a lo que Dios me estaba pidiendo. Creo que ella no ha fallado nunca a su palabra, siempre me ha acompañado durante todo este camino.

  Y ahí pasaban los meses sin darme cuenta

Llegué al noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey, donde sería el tiempo de prueba vocacional. Al entrar por primera vez, me llené de mucha alegría y paz al ver al Santísimo expuesto y a tantos hermanos novicios con sus sotanas negras en adoración. No sabría cómo describir esos momentos. Y así pasaron los meses. Después de una semana en el candidatado me llené de valor para irme a confesar. Habían pasado años desde la última vez.

Sentía que Dios me llamaba, pero al mismo tiempo pensaba que tarde o temprano me iban a decir que ya podía regresar a mi casa porque no me iban a aceptar. El día 15 de agosto, después de la misa solemne de la Asunción de la Virgen, el superior me mandó a llamar y me dije: “Ahora me lo dirán”. Pero para mi sorpresa el P. Jesús quería felicitarme porque había sido aceptado para iniciar el noviciado en la Congregación. Fui a ponerme de rodillas ante la imagen de la Virgen para darle las gracias.

La formación en la Legión de Cristo

  Después de mi noviciado en Monterrey, me fui a Salamanca, España, y después a estudiar filosofía en Nueva York. Fue muy difícil para mí aprender inglés. Al siguiente año salí de prácticas apostólicas a Brasil, donde también me costó aprender portugués… En Nueva York fui a la radio para dar una plática sobre el manto de la Virgen de Guadalupe. Este fue mi lanzamiento en los medios de comunicación. Después de esa oportunidad Dios me fue preparando para un gran apostolado.

Unos meses, antes de partir para Roma para terminar los estudios, pasé por México para visitar a mi familia y para una cirugía en el oído derecho. Pude estar con mi mamá y mi familia antes de los estudios médicos. Pasé el 10 de mayo con mi mamá. Nunca pensé que ese sería el último “día de las madres” que festejaría con ella.

El P. José de Jesús

Durante mi formación me tocó también una gracia muy especial: cuidar al P. José de Jesús Rodríguez Carmona, L.C., quien murió en el año 2008, debido a un cáncer en el cerebro. Esos meses fueron muy importantes y significativos. Con él aprendí a vivir especialmente la misa diaria con gran fervor, y fui testigo de un hombre que quería ser santo ofreciendo su dolor por las demás personas. Todos esos meses me ayudaron a fortalecer mi vocación sacerdotal. Seguido me encomiendo mucho al P. José de Jesús para que me ayude a ser un santo sacerdote, como lo fue él. Algo que marcó mucho mi vida fue lo que les dijo a los médicos y quienes le aconsejaban en su enfermedad sobre la celebración eucarística: “Por favor, no me quiten lo único que puedo hacer: celebrar la Eucaristía”.


¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?

Estando en Roma me llamó por teléfono mi hermana. Llorando me daba la noticia que mi mamá había fallecido. Al final de la llamada fui directamente a la imagen de la Virgen de Guadalupe: “Madre Santísima ahora necesito de tu protección, no me dejes solo”, y recordé sus palabras a san Juan Diego: “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?”. Eso me dio fortaleza y paz para aceptar la muerte de mi mamá. Le pedí a María Santísima que me concediera la gracia de celebrar como sacerdote una misa por mi mamá en su basílica del Tepeyac.


Me ordeno el día de mi Madre, pues soy su milagro

Al recibir la noticia que mi ordenación sacerdotal sería el 12 de diciembre, el mismo día en que Dios me concedió la gracia de nacer, me llené de alegría y gratitud hacia Dios y hacia María Santísima de Guadalupe.

Ahora sabrán porque es tan especial esta fecha para mí: nací el 12 de diciembre gracias a un milagro de la Virgen de Guadalupe. Mi mamá estaba embarazada conmigo y se encontraba en casa haciendo la limpieza y entre una actividad y otra, se tropezó, cayó y se golpeó el vientre, lo que causó una hemorragia que duró tres días: del 9 al 11 de diciembre. El 12 de diciembre se sintió un poco mejor y la hemorragia cesó, por lo cual pudo levantarse de la cama, arreglarse un poco la cara y salir a comprar leche para dar de desayunar a mis hermanos. Pero cuando llegó a la lechería se desmayó otra vez y volvió la hemorragia. Inmediatamente la socorrieron y la llevaron al hospital. En el hospital le avisaron que el niño podría tener muchos problemas al nacer. Comenzó el parto y se complicó más porque estaba saliendo primero por los pies y con el cordón umbilical enredado en el cuello.
 Cuando me colocaron en la incubadora para socorrerme, vieron que, a pesar de los tratamientos correspondientes, no respiraba. Le dijeron a mi mamá: “¡Su hijo está muerto, no respira y no podemos hacer ya nada!”, y mi mamá con lágrimas en sus ojos elevó una oración a la Virgen de Guadalupe: “Madre Santísima, si tú le concedes la vida a mi hijo, yo te lo consagro a ti”. Y en ese mismo momento comencé a respirar. Fue un milagro.
 
“Por la imposición de manos del Obispo me llamaste para servir a tus hijos. Ignoro por qué razón me elegiste; Tú sólo lo sabes. Pero Tú, Señor, aligera la pesada carga de mis pecados, con los que gravemente te ofendí; purifica mi corazón y mi mente. Condúceme por el camino recto, como lámpara que alumbre. Pon tus palabras en mis labios; dame un lenguaje claro y fácil, mediante la lengua de fuego de tu Espíritu, para que tu presencia siempre vigile” (San Juan Damasceno).
EL P. JOSÉ GUADALUPE PADUA MONROY nació en la Ciudad de México el 12 de diciembre de 1975. Al terminar sus estudios de Derecho ingresó en el noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) en el año 2000. Cursó los estudios humanísticos en Salamanca (España). Colaboró como promotor vocacional en Curitiba (Brasil). Realizó sus estudios de filosofía en Thornwood (Estados Unidos), y el bachillerato en teología en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma (Italia). Actualmente trabaja en Los Ángeles, California (Estados Unidos), en Guadalupe Radio 87.7
FM y en Guadalupe TV 54.3.


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