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RAFAEL
SERRANO
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23.ENE.2013
Barack Obama es el primer presidente norteamericano que
menciona la causa gay en el discurso inaugural de su mandato.
La puso al mismo nivel de dos grandes batallas por la
igualdad: la del voto para la mujer y la de los derechos civiles de los negros,
al citar seguidos un hito de cada una: Seneca Falls, Selma, Stonewall.
El primero es la convención en que se constituyó
formalmente el movimiento sufragista, en 1848.
En Selma (Alabama), año 1965, estuvo Martin Luther King
para apoyar una marcha pacífica contra el obstruccionismo de las autoridades
que impedía a los negros registrarse en el censo electoral; la fuerza pública y
los racistas causaron tres muertes.
Stonewall era un
bar gay de Manhattan que en 1969 fue asaltado por la policía, lo que provocó
disturbios y dio impulso al movimiento homosexual para protestar contra el
acoso.
El sufragio femenino fue siendo reconocido poco a poco en
los municipios y estados, hasta que en 1920 lo implantó en todo el país una
enmienda constitucional.
En 1965, a raíz de los sucesos de Selma, el presidente
Johnson remitió al Congreso la Ley del Derecho al Voto, que se aprobó aquel
mismo año y acabó con las prácticas discriminatorias.
¿Y los homosexuales?
Según Obama, “aún nos queda mucho camino que recorrer,
hasta que la ley trate a nuestros hermanos y hermanas homosexuales como a los
demás, pues si de verdad hemos sido creados iguales, sin duda nos debemos el
mismo amor unos a otros”.
Desde luego, falta mucho para que se instaure el
universal amor al prójimo, de suerte que todos consideremos, de corazón,
verdaderos hermanos a nuestros semejantes.
Es imposible no estar de acuerdo con esta parte del
sermón inaugural de Obama.
Pero ¿qué falta para la igualdad ante la ley?
Todo el mundo ha entendido que el presidente se refiere al matrimonio gay,
ahora vigente solo en nueve estados y el distrito federal.
“Mientras los gays y las lesbianas americanos no lo tengamos [el derecho a
casarse], nos están diciendo que nuestras relaciones no son tan honorables como
las de las parejas de hombre y mujer.
Y si así es, entonces tampoco nosotros somos tan honorables.
¿Acaso la situación admite otra lectura?”
Yo diría que sí.
Otra interpretación es que las relaciones homosexuales no
son iguales.
Cuando las leyes dan una baja laboral más larga a la
mujer que al hombre por nacimiento de un hijo, no implican que la paternidad
sea menos honorable, sino que la maternidad tiene exigencias distintas.
En el matrimonio, lo relevante para la ley civil es el
sexo, no la orientación sexual.
Porque la unión entre mujer y hombre es capaz de
procrear, tiene reconocimiento público para, entre otras cosas, fijar la
filiación y los correspondientes derechos y deberes.
Por haber engendrado unos mismos hijos, un hombre y una
mujer están unidos de una forma que no puede darse entre dos personas del mismo
sexo, por mucho que se quieran.
Obama y Bruni emplean algo parecido al chantaje
emocional.
Pretenden hacer creer que ser contrario al matrimonio gay
supone considerar a los homosexuales como seres inferiores: quieren equiparar
la disidencia con la falta de amor al prójimo.
Pero lo que está en cuestión aquí no es la fraternidad ni
la igualdad, sino el matrimonio (ver artículo relacionado).
Quien discrepa de las bodas gays no sostiene que los
homosexuales tengan menos derechos, sino que el matrimonio es otra cosa.
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