La
Iglesia alerta sobre disminución de la percepción del riesgo.
Presentan
un documento del Papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires.
Por
H. Sergio Mora
La Iglesia en
Argentina alertó sobre “la creciente tolerancia social que se registra hacia
las drogas”, la “disminución de la percepción del riesgo” y la “exclusión
social” que produce.
Lo hizo por voz
de la Pastoral Nacional sobre Drogadependencia del Episcopado que este lunes 10
ha presentado un informe, en la sede de la Conferencia Espiscopal.
Encabezó el acto,
monseñor Jorge Lozano y los miembros de la Comisión: Horacio Reyser, Horacio
Castellano y el padre José María “Pepe” Di Paola, anticipando así el Día de
Lucha Mundial contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, que se
conmemorará el 26 de este mes e instituido por las Naciones Unidas.
El obispo Jorge
Lozano aseguró que "en la actualidad se identifica la venta de droga como
algo legítimo" y que existen sectores sociales que ven "con
naturalidad que un niño se drogue en las calles", y se prefiere
criminalizar al adicto que "hacerse cargo de las consecuencias y
decisiones" necesarias.
“El tema de la
droga --indicó Horacio Reyser-- es conocido por la sociedad pero no asumido
como tal.
La educación es
fundamental y a distintas regiones, distintas problemáticas”.
Y añadió un agravante:
“Notamos una alta tolerancia social al consumo con una disminución en la
percepción del riesgo”.
Porque como dijo
el beato Juan Pablo II, prosiguió Reyser,“el problema de la drogadependencia es
un problema de todos.
Y debe quedar muy
claro, el mensaje que enviamos a nuestros jóvenes debe ser muy claro: no es
bueno que te drogues".
Castellanos por
su parte subrayó la importancia que es necesario dar "a la capacitación en
materia de drogadependencia” porque “es una herramienta de desarrollo en la
formación de agentes que trabajen en adicciones".
El sacerdote
"Pepe" Di Paola, conocido por su labor contra la droga en la villa 21
del barrio porteño de Barracas, presentó el documento “NO CRIMINALICEMOS AL
ADICTO enfatizando que "al adicto no se lo debe tratar como a un
delincuente, no es un sobrante y hay que tratarlo como a un hermano”.
Precisó que este
tema es responsabilidad del Estado pero también de la sociedad civil” porque
“prevención y recuperación son claves al encarar este tema”.
E invitó a “mirar
el problema de la drogadependencia desde lo qué le pasa al chico en su
conjunto: su vida, su familia, su salud, si tiene trabajo, si estudia".
A
continuación reproducimos el documento: NO CRIMINALICEMOS AL ADICTO.
“La sociedad anula a las víctimas de las drogas y las hace sobrantes.”
Cardenal Jorge
Bergoglio SJ
(Marzo 2008, en inauguración de un centro de
rehabilitación en la villa 21 - 24)
Los problemas
vinculados al consumo de drogas son cada vez más preocupantes.
No solamente por
la evolución del consumo y el tráfico, la demanda y oferta, sino
fundamentalmente porque están relacionados con episodios que afectan
sensiblemente a la sociedad en su conjunto.
La magnitud del
problema es tan alarmante que aparecen expresiones en todo el mundo que hacen pensar
que la lucha está perdida.
La creciente
"Tolerancia Social", la disminución en la "Percepción del
Riesgo" y en gran medida la exclusión social, han generado en la sociedad
desánimo, desorientación, confusión...
Y entonces surgen
ideas o se proponen iniciativas que pareciera que apuntan más a los efectos que
a las causas de este fenómeno creciente que nos afecta a todos, pero en mayor
medida a nuestros hermanos más vulnerables, a los más pobres, a los excluidos.
Aparecen
expresiones como "no hay que criminalizar al adicto" y no cabe duda
de que así debe ser.
Al adicto hay que
escucharlo, recibirlo para acompañarlo en un camino que le permita tener una
vida digna, vivida en libertad y en plenitud.
Pero el camino de
la "criminalización del adicto" empieza mucho antes.
Y nuestra
sociedad no está exenta de transitarlo.
Se inicia cuando
la contención es insuficiente en los espacios comunitarios o en el ámbito de la
educación formal y no formal.
Cuando son
escasas las oportunidades de inclusión social y no se ofrecen propuestas que
den un verdadero sentido de la vida a los jóvenes más pobres.
Cuando se les
dificulta en lo cotidiano el acceso a la salud y a la justicia.
Poco ayuda cuando
los medios de comunicación nos imponen una mirada estigmatizante de los
jóvenes: pobres, adictos, delincuentes y peligrosos.
Todo esto es
parte del camino de la criminalización del adicto.
Por eso todos
somos parte, ningún actor o sector podría decir que no está en este camino.
Quienes viven al
margen de la sociedad muchas veces buscan salidas alternativas para satisfacer
sus necesidades básicas.
Por ello nos
conmueve y vemos con dolor que muchos jóvenes son empujados a la marginalidad,
al sálvese quien pueda y como pueda, a la ruptura de los vínculos con su
familia, a la violencia, al delito, a la droga.
¿Cómo podemos
resolver este grave problema de nuestro tiempo?
Estando cerca,
abrazando, acompañando, poniendo el hombro, saliendo a buscar, a consolar,
restituyendo derechos...
Sabemos que no
hay recetas mágicas.
Pero estamos
convencidos que trabajando juntos, poniendo el esfuerzo en acciones concretas,
podremos avanzar significativamente en la “reducción de los daños” que provoca
la droga.
En este marco,
los Credos, El Estado y la Sociedad Civil debemos trabajar juntos, apoyando a
las familias que son la principal barrera contra la droga.
En este contexto,
entendemos que la despenalización, tal como estaba planteada en los debates
parlamentarios del año pasado, se detectó desde el análisis como apurada y
superficial.
Una decisión de
esa naturaleza requiere crear previamente instrumentos y espacios adecuados
para dar contención y asistencia, al mismo tiempo que educar y prevenir para
que aquellos que aún no entraron en contacto con las drogas o estén en un
camino de iniciación, no terminen pensando que son inocuas.
Más allá de los
avances significativos en materia de inclusión social que se realizaron en los
últimos tiempos, notamos que falta mucho.
Percibimos una
ausencia histórica y estructural del Estado frente a esta situación y no se
trata de ningún gobierno en particular; sino de algo que como sociedad no
terminamos de asumir, de encontrarle la vuelta.
Queremos
presentar algunas propuestas a trabajar en las Parroquias, Capillas, Colegios,
Movimientos en torno al próximo 26 de Junio, Jornada Mundial de concientización
y lucha contra el Narcotráfico, instituida por Naciones Unidas.
Desde nuestra
Pastoral sobre Drogadependencia de la Iglesia Católica Argentina seguimos
sosteniendo que en el centro del problema no están las sustancias, sino el ser
humano, la persona que se droga.
Nos repetimos
todo el tiempo: ¡No criminalicemos a nuestros hermanos que sufren por las
drogas!
No se puede
reducir el problema a una dimensión económica, sanitaria, jurídica o de
seguridad.
Debemos
concentrarnos en las personas, en los que más sufren, en los pobres y
excluidos, en los que están solos y abandonados, y también ayudar a los que, en
el medio de la abundancia, han perdido el "sentido de la vida".
Queremos
compartir estas reflexiones con la sociedad en su conjunto, reconociendo que a
los cristianos nos mueven las enseñanzas de Jesús que indican: "Cada vez
que lo has hecho con uno de mis hermanos más pequeños lo has hecho
conmigo" (Mateo 25, 31).
Hoy nuestros
hermanos excluidos por el consumo de drogas, los criminalizados de la sociedad,
son nuestros "hermanos más pequeños".
Ceferino
Namuncurá, nuestro Patrono, decía “quiero ser útil a mi pueblo”.
Nosotros queremos
estar en actitud de servicio y compromiso concreto.
Pedimos a Jesús,
que vino para que tengamos vida en abundancia, nos fortalezca en el servicio a
los más pobres.
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