Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, marzo. El papa Benedicto XVI visitará Cuba para una visita pastoral del 26 al 28 de marzo. Comenzará en Santiago de Cuba, donde oficiará una misa en la Plaza Antonio Maceo el mismo día de su llegada, el 27 visitará la Basílica Santuario Nacional del Cobre como Peregrino de la Caridad, en el Año Jubilar del 400 Aniversario del hallazgo de la virgen y el 28 realizará una misa multitudinaria en la Plaza de la Revolución José Martí en La Habana.
Su estancia, aunque con fines pastorales, tendrá un importante significado, en tiempos cuando se acrecientan los problemas económicos, políticos y sociales. Al igual que en ocasión del periplo de Juan Pablo II en enero de 1998, será una contribución al entendimiento y la reconciliación de todos los cubanos. Por ello, no solo involucra a la grey católica nacional, sino a toda la población, incluidos los no creyentes, conscientes de que su estancia representa un notable aporte a la búsqueda de soluciones a nuestra compleja situación.
Por supuesto, el Santo Padre no podrá contribuir al bienestar nacional sin la buena voluntad y la convicción de todos los cubanos de que solo la reconciliación puede llevarnos a salir de la crisis, que desde hace años asfixia nuestro país. Juan Pablo II nos llamó a ser protagonistas de nuestra propia historia y a que Cuba se abriera al mundo y el mundo se abriera a Cuba. La visita de Benedicto XVI confirmará que esas sabias recomendaciones tienen plena vigencia, por lo que puede esperarse que a las dos misas concurran masivamente los cubanos, unos convocados por la devoción de sus creencias religiosas, y todos por el respeto y el reconocimiento a quien nos tiende la mano y convoca a la unidad y la concordia en nuestra sufrida tierra.
A las misas, la población asistirá por voluntad propia, solo ante el llamado de su devoción y conciencia, y será ocasión para confraternizar con muchos compatriotas que llegarán del exterior, en una fiesta de unidad nacional propiciada por la Iglesia Católica.
En este marco, las autoridades cubanas tienen la oportunidad de liberar a todos los prisioneros políticos, incluso al contratista norteamericano Alan Gross, un serio obstáculo para mejorar las relaciones con Estados Unidos; y crear mejores condiciones para la población penal. Asimismo debe ser el inicio de una apertura política, junto a la económica, y el reconocimiento de que los ciudadanos en un marco pacifico, responsable y civilizado tienen derecho a manifestar sus criterios con respecto a las políticas oficiales sin temor a ser represaliados o calificados falsamente de agentes de una potencia extranjera.
La Iglesia Católica Cubana ha estado desempeñando un importante papel como puente entre todos los cubanos, aunque algunas personas no lo comprendan aún. Sus esfuerzos han abierto pequeños espacios de expresión, impensables hace poco tiempo. Su perseverante y discreto accionar logró la liberación de los prisioneros del grupo de los 75 y otros reos políticos, y ha realizado otras gestiones de indudable valor para la sociedad.
La visita del papa Benedicto XVI será oportunidad también para reconocer esas contribuciones, logradas con mucho tacto e inteligencia. No se puede pretender que una entidad de carácter religioso realice las actividades correspondientes a integrantes de la sociedad civil cubana, que en armonía y con realismo deben procurar un mayor reconocimiento del pueblo.
Es de esperar que la llegada del Santo Padre, en peregrinación por el Año Jubilar de la Virgen de la Caridad del Cobre no solo sea un hito religioso, sino también marque nuestra historia como punto de inflexión hacia el entendimiento y la concordia nacional. De todos los cubanos, en especial de las autoridades, dependerá que este noble objetivo sea alcanzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario