Testimonio
vocacional del Padre Ivan Lopes Do Nascimento
De malabarista de circo a sacerdote de Jesucristo
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Estableceré
mi alianza contigo
A lo
largo de estos trece años de formación Dios me ha dado una gran lección, que
parecería nueva en la vida del hombre que se consagrada a su servicio, pero
que, sin embargo, es una lección de amor común para todo hombre y cristiano
de todos los tiempos: “Estableceré mi alianza contigo” (Gn 6,18).
He
buscado ser fiel a Dios, he querido ser santo…y cuánta serenidad en el
corazón al ver que Dios renueva su alianza establecida conmigo en cada
momento, en las buenas y en las malas… que Él es fiel primero, que me dice a
cada rato: “Yo iré contigo y seré la luz que te guie. Yo seré toda tu fuerza,
seré también tu voz. Yo seré quien te defienda, seré tu salvación”.
La mano
de Dios no ha estado sobre mí sólo en la Legión, sino desde siempre.
De
malabarista de circo a sacerdote de Jesucristo
Creo
tenía unos 4 años, pero desde entonces ya era muy decido en lo que quería. A
veces los niños nos regalan sorpresas, y ésta era mi sorpresa para mis papás
y conocidos.
Nada de querer ser abogado, ingeniero, médico, sino malabarista
de circo. Intentaron que cambiara de idea, pero fue imposible, sólo Dios me
la cambiaría años después.
Esta
ilusión profesional, que ciertamente no era una de las opciones más acertadas
según los adultos, fue cambiando en la adolescencia. Me la pasaba muy bien
con los amigos, entre travesuras y aventuras, sueños y malabares.
Las idas
y venidas de la vida me entretenían mucho, y a mis 12 ó 13 años ya sentía en
mi corazón un gran vacío interior.
No era depresión, ni nada similar. Sentía
ganas de hacer algo grande, y no sabía qué.
La vida era divertida, alegre, yo
estaba contento pero no era feliz, y me acuerdo que reflexionaba que todo lo
que hacía no me llenaba.
Esta
inquietud en la adolescencia, pasó de un simple sentimiento a un
cuestionamiento interior más hondo y serio en la juventud. Nunca había
hablado de esto con mis papás, quizás con algún amigo.
En esta
época fue muy importante para mí los ejemplos del entonces arzobispo de
Campinas, Mons. Gilberto Pereira Lopes, y de su auxiliar Mons. Luiz Antônio
Guedes (actualmente obispo de Campo Limpo, en São Paulo).
Guardo hacia ellos
una sincera estima y gratitud, porque fueron mis primeros modelos de hombres
de oración, felices y realizados, totalmente entregados a su misión de
pastores en la Iglesia. Verlos me llenaba de consuelo, porque sentía que amar
a Jesucristo y a los demás llenaba el vacío de mi corazón.
Me
sobrevino, entonces, la pregunta que me plantearon en la niñez, pero de
esta vez fue Dios quién me la planteó:
Llamado
a la Legión de Cristo
El año
1998 fue importante en mi vocación hacia la Legión. Yo terminaba mi
preparación para recibir el sacramento
de la
Confirmación, y me acuerdo que participé en un retiro, más interesado en
jugar futbol que en la actividades espirituales, pero me sirvió para
encontrar al P. Adolfo Flores, LC.
Era un mes de agosto. Fue todo muy rápido
y no sabría explicar precisamente cómo pasó. Son flechazos de Dios. Una
gracia para aquél momento.
El padre
me recomendó conocer la Legión, que tenía su noviciado en Itu, São Paulo.
Acepté de inmediato, pues un “no sé qué” me decía que aquello era lo que
buscaba.
Uno no puede entender ese tipo de intuiciones, sino es desde una
perspectiva sobrenatural.
Yo ni siquiera sabía la diferencia entre el
sacerdocio en una congregación religiosa y en una diócesis.
Tuve la
oportunidad de visitar la Legión en Itú en dos ocasiones.
En la segunda, a
mediados de octubre, pude convivir más con los novicios y hacer un retiro
espiritual.
¿Qué
veía en aquellos novicios? Además de una gran austeridad, por ser un periodo
fundacional, un gran amor a Jesucristo.
Las circunstancias externas de la
casa eran un gran desafío para mí, pero la decisión final y el convencimiento
de que Dios me llamaba a la Legión se produjeron por la gracia de Dios que
tocó mi corazón al conocer en cada hermano, su alegría, abnegación, caridad y
vida de oración.
El P. Manuel de Jesús Flores, LC, maestro de novicios en
aquel entonces, fue una persona también importante en mi vida.
¿Y qué
pensaban mis papás? Sobre una posible vocación de uno de sus hijos cada papá
y mamá reacciona de un modo distinto.
En mi caso el apoyo se mezclaba con la incertidumbre.
Yo sabía lo que quería y veía que Dios me llamaba, pero cómo no ver en esto
una huída del mundo, de las dificultades, del servicio militar…
Mis papás y yo
fuimos madurando juntos en todos estos años, y creo que pueden ver lo feliz
que está Jesucristo por su generosidad en ceder a uno de sus hijos.
Mis papás
son los mayores bienhechores de la Legión –en mi caso-, si podemos usar esta
analogía.
Senderos
entre luces y sombras
Ingresé
al programa de verano para el discernimiento vocacional el 4 de enero de
1999. Nos encontrábamos en un rancho a las afueras de Salto, São Paulo.
Había
un ambiente espectacular y recuerdo el entusiasmo misionero del P. Arturo
Díaz Conejo, LC. Todo era misión, todo era conquista.
Recibí
la sotana e inicié el noviciado, y la vida en la Legión, el 13 de marzo de
este mismo año.
En el noviciado uno no se puede olvidar la intensa vida
eucarística y de ascesis en la vida interior.
Empezaba yo el caminar por los
senderos de la vida espiritual entre luces y sombras, entre las gracias de
Dios y los desafíos para forjar el hombre nuevo.
Desde mi
noviciado hasta la ordenación sacerdotal, he vivido momentos de
dificultad interior, sobre todo en la generosidad.
Cómo son sabias las
palabras de Cristo: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es
apto para el Reino de Dios” (Lc
9,62) .
En cada uno de estos momentos de mi vida el Señor
reforzaba la promesa de su alianza conmigo, y en los últimos años empecé a
encontrar mucho consuelo, luz y fortaleza en la oración.
Con el tiempo
es necesario desprenderse de todo, incluso de uno mismo, para poner toda la
confianza en Dios.
El P. Carlos Ma. García de Alvear, LC, me ayudó de un modo
especial con su cercanía, consejos y una sonrisa que rompía la preocupación o
el cansancio.
Créditos
El
sacerdocio no es el final, sino el comienzo de una carrera hasta el cielo.
Mi
acción de gracias se dirige a Dios, que ha querido depositar este don
maravillo en una vasija de barro, y a la Santísima Virgen María, que jamás me
ha desamparado.
Agradezco
también a mis papás y hermanos porque nunca me han dejado sólo, así cómo a
cada uno de mis superiores y hermanos legionarios a lo largo de estos 13 años
de formación hasta la ordenación sacerdotal.
No quisiera dejar pasar mi
gratitud al P. Álvaro Corcuera, quien ha seguido con nosotros en la barca de
la Legión atravesando mares bravíos.
Mi
agradecimiento también a mi familia del Regnum Christi, que me ha apoyado siempre con su cercanía y
oraciones.
En especial algunas hermanas consagradas que en los últimos meses
me siguieron de cerca con su alegría y caridad: Claudia Avendaño, Nubia
Signoret, Alice Bresolin, Minerva Carrillo, Paulina Núñez y Paula de la
Cerda.
El P. Iván Lopes nació
en Campinas, São Paulo (Brasil), el 27 de octubre de1981.
El 13 de marzo de
1999 ingresó al noviciado de la Legión de Cristo en Itu (Brasil).
Cursó los
estudios humanísticos en Cheshire, CT (Estados Unidos).
Durante dos años fue
miembro del equipo de formadores del seminario menor de la Legión de Cristo
en Arujá, SP (Brasil), y posteriormente dedicó un año en la formación
de jóvenes y adolescentes en Rio de Janeiro (Brasil).
Es licenciado en
filosofía y bachiller en teología por el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum.
Desde el verano de 2012 es promotor
vocacional en la ciudad de Joinville, SC (Brasil).
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FECHA DE PUBLICACIÓN: 2012-12-03
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martes, 15 de enero de 2013
Testimonio vocacional del Padre Ivan Lopes Do Nascimento
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