Dios lo da todo
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Siempre que me preguntan de dónde
soy tengo que hacer todo un recorrido histórico geográfico por México. Nací
en la ciudad de México, pero la familia de mi padre es de Aguascalientes y la
de mi madre de los Altos de Jalisco, de Jalostotitlán. Viví en la Ciudad de
México, en Guaymas Sonora, en Acapulco, en Tuxpan y en Xalapa, Veracruz y
siempre he visto eso como una bendición porque hoy tengo amigos y familiares
repartidos por todo el país.
Soy el segundo de tres hermanos, el
mayor está ahora casado con una excelente mujer viven en Guaymas Sonora y
tienen dos preciosos hijos, mi hermana es la menor y es consagrada en el
Regnum Christi, trabaja con medios de comunicación y actualmente vive en
Madrid, entre los tres nos llevamos a penas un año de diferencia y tenemos
temperamentos muy complementarios así que siempre hemos sido muy cercanos.
Los primeros años de mi formación
los viví en la Ciudad de México, estudié en un colegio del Opus Dei llamado
Cedros, creo que fui un niño bastante normal, nada fuera de lo común, mis
calificaciones eran buenas, no daba problemas en la disciplina, me llevaba
bien con mis compañeros, son años que recuerdo con mucho cariño y sobretodo
con muchísima gratitud porque ahí aprendí a ver a Cristo como a un amigo real
que formaba parte cotidiana de mi vida.
Participaba en las actividades que
organizaba un club juvenil del Opus Dei, prácticamente todos los fines de
semana teníamos torneos, campamentos, concursos, etc., ahí descubrí que ser
un buen cristiano no significa ser aburrido, sino todo lo contario se trata
de divertirse y saber vivir la vida al máximo, pero siempre de la mano de
Dios, descubrí que el cristianismo no te quita nada y que por el contrario te
ayuda a llevar todas las cosas a su auténtica plenitud.
Por el trabajo de mi papá, cuando
pasé a segundo de secundaria nos mudamos a vivir a Guaymas Sonora, el cambio
nos marcó muchísimo a todos.
De vivir en un departamento, en una
de las ciudades más grandes del mundo, en el centro del México, nos mudamos a
una casa en la playa, en un puerto de 150 mil habitantes, en el pacífico
norte, dentro del Golfo de Cortés, a pocas horas de la frontera. Ahí estudié
en un colegio mixto, de formación marista, el Colegio Navarrete.
Fue ahí donde conocí a muchos de
los que hasta hoy son algunos de mis mejores amigos. La gente en Guaymas es
extraordinaria, son abiertos, alegres y nobles, todos en mi familia nos
sentimos tan identificados con esa sociedad que incluso hoy muchos piensan
que somos originarios de ahí.
Los años de la secundaria fueron años
que viví, por decirlo de algún modo, con mucha intensidad, mi disciplina
dejaba mucho que desear, era extremadamente inquieto en clase incluso me
llegaron a expulsar del colegio.
Por otro lado mi grupo de amigos
crecía mucho. Todos los días nos reuníamos por las
tardes con cualquier pretexto,
comenzaron las primeras fiestas, las primeras amistades profundas, las
primeras experiencias fuertes como la muerte de dos de nuestros amigos, uno
en un accidente de tráfico y otro a causa de un cáncer muy agresivo. Fue una
adolescencia muy plena, pero tengo que reconocer que aunque llevaba muy buena
amistad con muchos de mis profesores y con mis papás, en más de una ocasión
fui un verdadero dolor de cabeza para ellos. Hoy les agradezco infinitamente
su paciencia y su cercanía durante esos años.
La preparatoria la estudié en el
Tec de Monterrey campus Guaymas, son años que recuerdo con un inmenso gusto.
En la preparatoria éramos unos 150 alumnos, todos nos conocíamos y nos
llevábamos muy bien. Vivíamos un ambiente realmente muy alegre y gracias a
Dios también muy sano.
Un día durante uno de los recesos,
un exalumno se presentó en el pasillo central y nos puso un video sobre unas
misiones de Semana Santa, fue así como conocí las Mega Misiones, cuando
terminó el video me acerqué a hablar con él y le pregunté quién organizaba
las misiones, me contó sobre el Movimiento Regnum Christi y sobre los
Legionarios de Cristo.
Me entusiasmé con la idea de las
misiones y no fui el único, porque esa Semana Santa nos fuimos tres alumnos
de la “prepa” a las misiones; mi hermana, una amiga de nosotros y yo. Esas
misiones definitivamente determinaron mi vida.
Durante esa semana me maravillé al
ver el testimonio de jóvenes alegres y “normales” a los que les gustaba la
fiesta tanto como a mí, pero que además eran capaces de vivirla de un modo
distinto, jóvenes a los que nos les daba pena decir que eran católicos en
cualquier ambiente y comportarse como tales además de ser gente que ejercía
un liderazgo muy especial, estaban llenos de iniciativas, de proyectos, de
entusiasmo.
Les dejé mis datos porque me
pidieron seguir en contacto.
Fue así como unos meses después recibí la
invitación para ir a un retiro de incorporación al Movimiento Regnum Christi,
curiosamente mi hermana también tuvo retiro ese mismo fin de semana y nos
incorporamos al Movimiento el mismo día.
A partir de entonces las
consagradas y los legionarios comenzaron a visitar con más frecuencia mi casa
que se convirtió en un punto de encuentro con otros jóvenes.
Poco a poco, al
ver mi gusto por las misiones y mi amistad con los padres, mis amigos
comenzaron a decirme en tono de burla que yo acabaría yéndome de “padrecito”,
incluso una de las profesoras de la prepa a la que yo estimo mucho me
“profetizó” que de seguro lo mío era la vocación al sacerdocio, fue así como
comencé a formular en mi interior la pregunta; ¿y si yo fuera sacerdote?, es
increíble lo que esta simple pregunta puede hacer en la vida de cualquier
joven, “¿y si yo?, ¿y si yo?”, la verdad era como una especie de
enamoramiento, la idea me daba mucho miedo, pero al mismo tiempo me llenaba
de emoción, no quería dejar las cosas que tenía y tanto me gustaban pero
seguía sintiendo que estaba hecho para algo grande, algo que implicara una
donación total, algo donde realmente pudiera contribuir a mejorar el mundo.
Por fin un día se lo comenté al el P.
Gabriel González, LC y él me invitó a conocer el noviciado de los Legionarios
de Cristo en Monterrey, fue un fin de semana, pero me bastó la primera media
hora para descubrir que ese era el lugar donde Dios me quería y el lugar en
el que también yo quería estar, todo me gustó, el lugar, las actividades,
pero sobretodo el ambiente.
Estaba decidido a ir durante ese verano al período de prueba llamada candidatado, para probar si Dios efectivamente me llamaba a ser su sacerdote.
Pero venía la parte más complicada,
decírselo a mi papá, lo que pasa es que mi padre era una extraordinaria
persona, honesto, valiente, noble, con una gran conciencia social y sumamente
inteligente, pero no era un hombre de fe, y no es que fuera un
anti-clerical, incluso estuvo siempre de acuerdo en que sus hijos recibieran
una auténtica formación católica, pero de eso a que uno de sus hijos pensara
en consagrar su vida por completo a Dios había una gran distancia.
Coincidió que ese mismo verano que
yo pensaba irme al candidatado, transfirieron a mi papá a Acapulco por lo que
toda la familia nos mudamos para allá, yo que tenía miedo de enfrentar el
tema vocacional con mi papá vi esa mudanza como “un signo” de que quizá
convenía esperarme un poco, (nunca definí qué significaba ese poco), así que
llegando a Acapulco de nuevo ciudad nueva, casa nueva, colegio nuevo, nuevos
amigos y nueva novia.
Era una chica muy guapa y alegre, nos llevábamos muy
bien y ese noviazgo duró dos años.
Terminado el primer año en Acapulco
a mi papá lo transfirieron a otro puerto pero ahora en el Golfo de México, a
Tuxpan Veracruz.
Ahí solamente llegaron mis papás porque mi hermano mayor
vivía en Guaymas, mi hermana estaba dando un año como voluntaria colaborando
con el Regnum Christi en Cozumel y yo comencé a estudiar mi carrera de
derecho en la Escuela Libre de Derecho, en la Cd. de México.
Para entonces yo ya estaba
convencido de que no tenía vocación sacerdotal y que todo había sido un
fervor pasajero de mi juventud.
Después del primer año de carrera,
durante el verano, mi hermana nos dio la noticia de que pensaba que Dios la
llamaba a la consagración total de su vida y que se iría al candidatado.
Esa noticia produjo una revolución
en la casa pero ella supo defender su postura con mucho valor y con mucha
coherencia, tanto que consiguió la aprobación de mi papá, a pesar de lo mucho
que le costó.
Durante ese verano mi papá tuvo un problema
en la columna, lo llevamos a operar a la Cd. de México y aunque salió muy
bien de la operación, durante la recuperación empezó a tener dificultades
cardiacas y un 31 de agosto por la noche lo tuvimos que llevar de urgencia al
hospital donde esa misma noche murió.
De nuevo la familia cambiaba
radicalmente. Mi mamá de ser una ama de hogar con su marido y tres hijos, se
descubrió viuda, con una hija consagrada y otro a punto de casarse, así que
solamente le quedaba yo.
Yo dejé de estudiar durante un año
y ese tiempo lo dediqué a estar con mi mamá, fuimos viendo el tema de su casa,
etc.
Ese tiempo sin estudiar y sin trabajar en un joven tan propenso a las
amistades y a las fiestas digamos que no fue lo más provechoso que digamos.
Me dediqué a viajar, a las fiestas,
a las compras, hacía muchas cosas y no hacía nada, pero afortunadamente los
amigos del Regnum Christi que para entonces ya había hecho en la Cd. de
México me empezaron a frecuentar cada vez más y fueron una excelente
influencia, tanto que al terminar ese año, en lugar de regresar a la
universidad decidí dar un año de mi vida como voluntario colaborando con el
Movimiento, sentí que era una buena forma de corresponder a todo lo bueno que
de ellos había recibido y ¿por qué no?, una buena oportunidad de darle “algo”
a Dios, ya que no me iba a ir de sacerdote.
Colaboré en Xalapa Veracruz
trabajando con jóvenes. Ese fue el año decisivo en mi proceso vocacional, no
fue nada en concreto y al mismo tiempo fue todo.
El trabajo, el bien que se le podía
hacer a la gente, el ambiente de auténtica caridad que se vivía en las casas
de los padres legionarios, etc.
Fui a Roma para la clausura del año
jubilar y aprovechamos para hacer unas misiones en un pueblito de Bosnia,
durante las misiones el párroco nos dijo, “ustedes son muy afortunados,
porque en México si eres católico lo peor que te puede pasar es que se burlen
de ti, aquí por ser católico te pueden matar”.
No necesité más motivaciones, sabía
lo que tenía que hacer, sabía que Dios me había dado mucho durante mi vida y
que me había “cuidado” mucho incluso cuando yo no hice nada por cuidarme, así
que decidí ir al candidatado y probar.
Todos estos años en la Legión han
sido años de auténtica plenitud.
El día de mi ordenación diaconal durante
toda la celebración escuché en mi interior una y otra vez la voz de Dios que
me decía, ¿lo ves?, has estado en muchísimos lugares, has hecho muchísimas
cosas, has conocido muchísima gente pero por fin lo sabes, este es tu lugar y
efectivamente, este es mi lugar, Dios es mi lugar.
No pienso terminar sin hacer una
mención muy especial a las dos mujeres que han hecho que hoy sea posible que
yo haya llegado hasta el sacerdocio.
Mi mamá del cielo, María, que
siempre me ha acompañado a lo largo de mi vida cuidando y protegiendo mi fe y
mi amistad con Cristo y mi mamá en la Tierra que siempre, siempre nos ha
enseñado a saberse donar con alegría para cumplir la voluntad de Dios aunque
cueste, con la confianza de que Dios nos ama, y sabe mejor que nosotros lo
que hace.
El P. Luis Rodrigo Núñez
Jiménez nació en la Cd. de México el 18 de julio de 1978.
Se incorporó al Movimiento Regnum
Christi en Guaymas Sonora en 1996.
Estudió un año de la carrera de
derecho en la Escuela Libre de derecho en la Cd. de México.
Dio un año como colaborador del
Regnum Christi en Xalapa Veracruz.
Ingresó al noviciado de la Legión
de Cristo en el verano de 2001 en Monterrey.
Estudio humanidades clásicas en
Salamanca España.
Filosofía en Roma.
Sus prácticas apostólicas las
realizó en Aguascalientes México trabajando en la promoción vocacional.
Sus estudios de teología los cursó
en Roma colaborando al mismo tiempo en las oficinas de la administración
general de la congregación.
Actualmente es director de sección
de jóvenes en Guadalajara.
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FECHA DE PUBLICACIÓN: 2012-12-0
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lunes, 14 de enero de 2013
Testimonio vocacional del Padre Luis Rodrigo Núñez Jiménez
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