El cardenal Ravasi y el profesor Bruni inauguran el Congreso
Internacional Teológico Pastoral
Por Luca Marcolivio
MILÁN, miércoles 30 mayo 2012 (ZENIT.org).-
El punto de vista eclesial y el laico se han armonizado durante la primera
sesión del Congreso Internacional Teológico Pastoral, inaugurado hoy en
Fieramilanocity, poco después de la inauguración del VII Encuentro Mundial de
las Familias.
La institución de la familia, como
explicó el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para
la Familia, tiene raíces significativas en la Biblia. En su ponencia "La
familia entre obra de la creación y fiesta de la salvación", Ravasi subrayó
que uno de los términos más recurrentes en las Sagradas Escrituras
judeo-cristianas es justo el de "casa" (“bajit/bet”, repetido 2.092
veces en Antiguo Testamento y “oikos/oikìa”, repetido 209 veces en el Nuevo
Testamento).
La imagen de la casa tiene en
consecuencia un valor tanto religioso como cultural. Es un "espacio
indispensable, donde la familia debe sobrevivir y vivir, y está constituída por
las personas que en la familia viven, sufren, están en tensión y
dialogan", añadió el purpurado.
En la casa destacan las paredes de
piedras vivas, metáfora de los hijos, de algo que crece, que tiende hacia lo
alto. "La plenitud de la familia está tendencialmente confiada a la
descenedencia", explicó Ravasi.
La "casa", es decir la
familia, está compuesta por tres "habitaciones". La primera es la
habitación del dolor, es decir, de la laceración, de la incomprensión, de la
violencia, de la que la misma narración bíblica da a menudo testimonio.
Las mismas laceraciones pueden darse
hoy, en forma diversa, en la fecundación artificial, en la pareja homosexual,
en la clonación y en varios "desconcertantes itinerarios bioéticos"
que corren el riesgo de minar los fundamentos del instituto familiar.
La segunda habitación es la del
trabajo: en su obra de creación, Dios "no es ciertamente similar a un
guerrero destructor, como sucedía, en cambio, en las antiguas comsologías del
Oriente Próximo" sino semejante, más bien, a un "trabajador que obra
durante una semana laboral de seis días (Gen 1,1) o a un “pastor” (Sal 23)
o un “campesino” (Sal 65,10-14).
A esta luz, el salmista pinta un
"delicioso interior familiar que tiene en el centro una mesa festiva donde
está sentado el padre que puede alimentarse a sí mismo, a su esposa comparada
con una viña fecunda, y a los hijos, vigorosos ramos de olivo, a través de la
fatiga de sus manos" (Sal 128,2-3).
La habitación de la fiesta es también
la estancia de la "alegría familiar". A través de la fiesta el
hombre, de imperfecto que es, se hace "perfecto", entrando "en
lo trascendente, en el culto, en lo eterno".
El punto de vista laico, marcadamente
socioeconómico, fue analizado por LuiginoBruni, profesor asociado de Economía
Política en la Universidad de Milán-Bicocca, según el cual la cultura dominante
de hoy, mira "mucho a las finanzas y poco al trabajo".
Erróneamente, se sigue percibiendo la
economia como dialéctica "entre trabajador y empresario", cuando
ambas categorías están sometidas al dominio de las mismas finanzas.
Según el profesor Bruni, "hay que llevar al centro de todo el trabajo". En cambio, en la mentalidad actual, "domina la cultura del incentivo, por la cual se trabaja tanto solo en la perspectiva de ser mejor pagados".
Según el profesor Bruni, "hay que llevar al centro de todo el trabajo". En cambio, en la mentalidad actual, "domina la cultura del incentivo, por la cual se trabaja tanto solo en la perspectiva de ser mejor pagados".
No se puede, sin embargo, agotar el
trabajo en la sola ganancia: hay que, por el contrario, redescubrir la ética
del "trabajo bien hecho" que, explicó el economista, "se aprende
principalmente en familia". En familia se aprende la cultura de la
gratuidad, entendida no tanto como sacrificio o como trabajo sino como don.
La mentalidad del incentivo a toda
costa, por tanto, acaba por arruinar la parte mejor de los trabajadores,
"comprando" su corazón y su alma y "secando" la fuerza
trabajadora.
El profesor Bruni, como conclusión de
su intervención, adelantó un par de propuestas con el fin de
"rehumanizar" la relación economía-familia: prohibir la publicidad
dirigida a los niños, redirigiéndola hacia los padres, y prohibir también
cualquier publicidad de máquinas de juego y otros juegos de azar, todos
sustancialmente nocivos para las relaciones familiares.
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