miércoles, 3 de octubre de 2012

A Margarita Zavala no le gusta que la llamen Primera Dama sino la esposa del Presidente Felipe Calderón.




A Margarita Zavala no le gusta que la llamen Primera Dama sino la esposa del Presidente Felipe Calderón.


(Excélsior, 13/02/2012) y así ha actuado durante estos seis años: como compañera de su esposo, madre de sus hijos, militante del PAN y ciudadana mexicana.

He allí sus prioridades.

Margarita es una mujer muy segura de sus convicciones, no se hace bolas, sabe lo que quiere y, lo más importante, sabe a quién quiere: a su marido, a sus hijos, al PAN y a México.

Bueno, también quiere mucho a sus alumnos de clases de Derecho de 6º de preparatoria. Son jóvenes de 17 a 18 años orgullosos de tener a una maestra tan sencilla, tan dedicada, pero sobre todo, tan entusiasta.

No hay semana en que su profesora no les recuerde que “la política es la posibilidad de generar el bien”.

Desde que sé de Margarita, es decir, desde que su marido era presidente de su partido, siempre la he considerado como a una mujer de buena fe, que efectivamente, cree en el bien; cree en la posibilidad de ayudar y de escuchar al otro.

En ese sentido, Margarita es una buena católica observante.

En este sentido es muy sincera y congruente frente a sus actos.

No se hace bolas. Ni tiene dudas; lo tiene clarísimo.
Certidumbres como la anterior le dan mucha libertad: actúa como piensa.

La esposa del Presidente es una mujer inteligente, generosa, responsable y nada frívola.

Tiene su propio mundo: sus lecturas, su música y sus amigos de toda la vida.

Cree en la amistad y en el amor filial: adora a sus padres.

Discreta como es, sabe guardar secretos y sería incapaz de criticar a una amiga con otra amiga.

Margarita no es traicionera, ni mucho menos chismosa.

Odia los chismes, las “grillas” y a las personas lambisconas.

Estos seis años, en los que ha acompañado a gobernar a su marido, ha aprendido mucho sobre la condición humana.

Se da perfectamente bien cuenta cuando alguien es o no es sincera.

Tiene olfato político, intuición y es dueña de un gran sentido de observación.

En estos seis años que la esposa del Presidente ha vivido en Los Pinos, nunca la he visto enojada, ni irritada.

Sin embargo, sí la he percibido conmovida, entristecida y particularmente empática con los que sufren.

Dicen que es la “panista más popular del país”, yo agregaría que es, de todas las esposas de los presidentes de México, la más querida y la más entrañable.

Nunca, nunca he escuchado una crítica contra Margarita Zavala.

Miento. Sólo una: que no sabe llevar el rebozo correctamente.

Que se le cae a cada ratito y que alguien debería de enseñarle cómo usarlo con gallardía y elegancia.

Salvo lo anterior, cuando las y los mexicanos se refieren a ella, lo hacen con respeto, simpatía y hasta afecto.

“Hagan de cuenta que su papá y su mamá están como prestados a México.

Y esto, niños, es un privilegio y un verdadero honor”, les dijo a sus hijos, desde el primer día que entraron a Los Pinos.

Se los dijo, muy bonito, muy de a de veras.

 De allí que los tres hubieran entendido, en un dos por tres, que en esa casota, con ese jardinzote, estaban de pasadita.

Al fin que ésa no era ni su casa, ni su jardín y menos un solo pino.

A partir del 1o. de diciembre, ya tendrán, ahora sí, un nuevo hogar, como el que tenían en el 2006.

En el fondo, están felices.

Ninguno de los tres quiere ser (por lo pronto) diputado, ni senador, ni hacer negocios por debajo de la mesa, ni tener yates, ni departamentos en Miami, ni aviones particulares.

Ellos están felices con sus papás, con su mamá tan sonriente que siempre les explica todo con mucha paciencia y con sus abuelos tan cariñosos.

Como sus padres, ellos también han aprendido mucho en relación con su país y no me sorprendería que lo quieran mucho más que hace seis años.

La familia Calderón Zavala no provoca escándalos, ni rumores extraños, ni tampoco sospechosismos.

Dentro de lo que cabe, es una familia normal, muy unida con los tíos, las tías, los abuelos, las y los primos.

Margarita Zavala no nada más tiene muy buen prestigio en nuestro país, sino también en el extranjero.

No hace mucho, el señor Kerlikowske, el zar antidrogas de la Casa Blanca, hizo un reconocimiento a la esposa del Presidente, por el trabajo en materia de prevención en las drogas (http://www.presidencia.gob.mx/). Es cierto.

Margarita ha hecho un papel espléndido con los centros “Nueva Vida”, centros que dan atención y orientación muy necesaria a millones de familias de niños y jóvenes que han caído en las adicciones.

En ese sentido, la esposa del Presidente se  siente estimulada y optimista.

Dice que, en este aspecto, México se encuentra a tiempo y está en muy buen momento para seguir trabajando con los padres de familia.

Margarita Zavala ha trabajado mucho también respecto a los niños migrantes no acompañados.

Este es uno de los temas que más le preocupan.

En lo personal, puedo decir que a Margarita Zavala sí la voy a extrañar.

Me cae bien.

Nunca me decepcionó, al contrario, me gusta escuchar o leer sus entrevistas.

Me gusta que no se tome tan en serio, que no se crea la divina garza y que sea tan pero tan diferente de su predecesora.

Si algo le agradezco a la esposa del Presidente es que en estos seis años jamás mandó cerrar la lateral que sale de Constituyentes a Parque Lira.

En el sexenio pasado, miles y miles de conductores sufrimos los embotellamientos más terribles, cuando ésta se cerraba por instrucción de la entonces primera dama.

Gracias, Margarita, por todo esto.
Ah, cómo te vamos a echar de menos... como esposa del Presidente... 






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