Con las elecciones
presidenciales estadounidenses cada vez más cerca, las encuestas apuntan a
un resultado muy igualado.
Pero, a diferencia de hace
algunas semanas, es
ahora Mitt Romney quien va por delante, y consolidando su
posición ante un Barack Obama que lo creía todo ganado.
Si el martes 6 de noviembre se confirmase ese resultado, tendría lugar un
giro histórico en la Casa Blanca: por
primera vez desde Jacqueline Kennedy, la Primera Dama sería provida.
Algo que no ha sucedido ni
siquiera cuando en el Despacho Oval se han sentado presidentes que hicieron
algo reseñable por los no nacidos, como fue el caso de George W. Bush y su
drástica restricción de fondos de fomento exterior del aborto.
De
los Bush a los Clinton
Su
esposa, Laura
Bush, contó ante Larry King en la CNN, en mayo de 2011, que
el día antes de la primera toma de posesión de su marido una periodista le
había preguntado si sería partidaria de dar la vuelta en el Tribunal
Supremo a la sentencia Roe vs Wade que legalizó el aborto en 1973: "Y
dije que no.
Es importante que siga siendo
legal, porque es importante para la gente por razones médicas y otras
razones", dijo, aclarando que su marido tenía y tiene un punto de
vista diferente.
Ni de la sucesora ni de la predecesora de Laura Bush hay muchas
dudas: Michelle Obama y Hillary Clinton se han mostrado pública y
reiteradamente partidarias del aborto.
Por su parte, la actual
secretaria de Estado, cuando su marido Bill Clinton le encargó la reforma sanitaria en su primer mandato -un fracaso
político de Hillary en toda regla, pues no consiguió ninguno de los
objetivos buscados-, incluyó la financiación pública del aborto como parte
de la cobertura de salud.
Pero si vamos hacia atrás, nos encontramos con que también Barbara Bush se declaró pro choice: en la campaña
electoral de 1992 -relección que perdió George H.W. Bush- afirmó, en referencia
al aborto, que "las cuestiones personales" debían quedar fuera de
los debates: "Odio los abortos, pero no creo que deba tomar esa
decisión por los demás".
De
Lady Bird a Nancy
También
la mujer del mito conservador norteamericano, Ronald Reagan, participaba de
ese punto de vista.
En 1994, en una conferencia en
la George Washington University, Nancy
Reagan mostró idéntica postura: oposición personal al
aborto, pero respeto a la decisión de otras madres sobre la vida de sus
hijos.
Rosalynn Carter apoyó
la sentencia Roe vs Wade, aunque era contraria a la financiación pública
del aboerto.
En cuanto a Betty Ford,
fue mucho más allá, y en 1990 formó parte de una plataforma, denominada Pro
Choice America, cuya finalidad era apoyar candidatos republicanos
contrarios a las políticas pro vida de Bush padre.
Pat Nixon declaró
en 1972, tras la relección de Richard Nixon y cuando el aborto era aún
ilegal, que se trataba de una decisión personal.
Fue la primera vez que una
Primera Dama se mostraba "pro choice" públicamente.
Su predecesora, Lady Bird Johnson,
quien sustituyó a Jacqueline tras el asesinato de Dallas, nunca
se pronunció sobre el asunto, pero apoyó una iniciativa de igualdad de
derechos (la presidencia de Lyndon Johnson fue a de la llamada lucha
por los derechos civiles) que pretendía incluir el derecho al aborto en la
Constitución.
La
gran novedad
Frente
a este panorama, la posible entrada de Ann Romney en la Casa Blanca supondría
todo un soplo de aire fresco.
Su marido y candidato nunca ha
hecho de la vida una bandera, y de
hecho fue el más tibio en ese punto durante las primarias republicanas.
Pero el perceptible
cambio en la opinión pública norteamericana, que ya es
mayoritariamente pro vida según las encuestas -y sobre todo entre los
votantes republicanos- le ha obligado a pronunciarse con mayor claridad, apoyado
en eso por Ryan.
Y ahí ha estado Ann para respaldarle.
"Soy
pro vida y me siento feliz de decirlo", proclamó este
jueves en el programa de televisión The
View on Thursday.
Este mes de agosto, la mujer de
Romney confesó que sufrió
varios abortos espontáneos, y que fueron devastadores para
ella y para los suyos.
Durante la entrevista, también explicó que Mitt "cambió
su corazón" para
ser pro vida cuando tuvo que estudiar la cuestión de la manipulación y
destrucción de embriones por supuestas razones de investigación: "Él
comprendió, en conciencia, que no pueden crearse vidas para experimentar
con ellas".
Si en algo influyen, pues, las Primeras Damas sobre los presidentes -y
nadie ha dicho nunca que no sea así- la llegada de los Romney a la Casa
Blanca supondrá un giro
de ciento ochenta grados en
la causa pro vida.
Una de las decisiones que tendrá que tomar el próximo presidente es la designación de
miembros del Tribunal Supremo para conformar una nueva mayoría
que podría ser, por primera vez desde 1973, pro vida.
Algo que, con Obama a los
mandos, ciertamente no sucederá.
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