domingo, 29 de julio de 2012

Cuando Dios pide un hijo Él mismo ocupa su lugar


| APOSTOLADO | TESTIMONIOS
Renunciar a la presencia física de nuestros hijos cuesta, ¡claro que cuesta!, pero si es para su felicidad y la salvación de muchas almas, ¿podemos resistirnos?
Dios, desde la eternidad misma, puso sus ojos en nuestros hijos.
Mi familia se ha visto llena de bendiciones: tengo un hermano legionario, una hermana y mis dos hijas mellizas son señoritas consagradas en el Regnum Christi, Alejandro, el único varón de nuestros hijos, después de cinco años en el centro vocacional, si Dios quiere, en septiembre de 2002 comenzará el noviciado. Tenemos además otras tres hijas: Andrea, la más pequeña, de 12 años; Teresa, quien ya ha formado su familia con Alejandro, y Jimena, quien se casará con René el próximo mes de septiembre.
Teresa y Jimena tuvieron la gracia de ser colaboradoras en el Regnum Christi al servicio de la Iglesia. Es imposible para nosotros entender cómo o por qué Dios, desde la eternidad misma, puso sus ojos en nuestros hijos, en nuestra familia. Lo que sí podemos sentir de alguna manera es que estas llamadas son una gracia muy especial que debemos primero aceptar y después agradecer: Cuando Dios pide un hijo, Él mismo ocupa su lugar.  
Nuestros hijos necesitan nuestro apoyo; nuestros hijos consagrados también necesitan nuestro apoyo, nuestras oraciones, nuestras palabras de aliento.  
Como padres de familia, podemos decir que tenemos una vocación de familia de consagrados, pues todos estamos inmersos en la vocación de nuestros hijos y Dios espera que respondamos a esa vocación.
El seguimiento a Cristo implica cargar con una Cruz; a quien diga que no le cuesta, no le crean. Un buen padre siempre está preocupado pensando con quién se casarán nuestros hijos pero, ¿hay mejor partido que Jesucristo? Renunciar a la presencia física de nuestros hijos cuesta, ¡claro que cuesta!, pero si es para su felicidad y la mayor gloria de Dios y la salvación de muchas almas, ¿podemos resistirnos? Hace algunos años escuché a un sacerdote decir que el apoyo de la propia familia a los hijos consagrados es algo
Familia Páez Garza en Roma, durante los festejos del LX Aniversario de la fundación de la Legión de Cristo y del Movimiento Regnum Christi.
muy importante. Al caminar por un bosque, ¿qué observamos en los árboles? Sus hojas, su fruto, su sombra; pocos pensarían en la raíz. Sin embargo, ese árbol grande y frondoso caería sin la raíz. Ése es el apoyo que nuestros hijos necesitan, que seamos raíces profundas que los soportan con alegría, con oraciones, con sacrificio, los cuales, como la savia, hacen que el arbusto se convierta en árbol frondoso, florezca y dé frutos abundantes. Esa labor de la raíz, callada, escondida, que a simple vista no parece importante, es fundamental para ayudar a nuestros hijos a ser luz en este mundo de confusión, testimonio de amor en un mundo lleno de egoísmo, esperanza en mundo lleno de sinsentido. Es difícil encontrar palabras para agradecer a Dios los maravillosos, sublimes y misteriosos dones que son el sacerdocio y la vida consagrada al servicio de Nuestro Señor, a los cuales nuestros hijos han sido llamados. Me gustaría agradecer a Dios el sí y la fidelidad de ese sí, del fundador del Movimiento y de la Legión. De su fidelidad dependemos muchos de nosotros, así como de nuestra fidelidad dependen otros tantos. Teresa Garza de Páez

FECHA DE PUBLICACIÓN: 2002-05-07


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