Laura Plitt
BBC Mundo
Sábado, 7 de julio de 2012
Para la gran
mayoría de los soldados británicos desplegados en Afganistán, no hay mejor
noticia que cuando les dicen que la misión que están llevando a cabo ha llegado
a su fin, y que, por lo tanto, ya pueden volver a la casa.
Sin embargo éste
no es el caso del cabo David James, quien sintió tal fascinación después de
haber pasado dos temporadas en ese país al servicio del ejército británico, que
decidió regresar con su familia e instalarse en tierras afganas.
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Aunque después
de intentarlo durante tres años, su plan de vivir allí y montar una empresa de
turismo no funcionó y hacia finales de 2011 se vio forzado a volver a Gran
Bretaña, todavía no pierde las esperanzas de regresar.
"No se
parece a ningún otro lugar de la Tierra. Llegué en 2002 y sentí como si
estuviera retrocediendo en el tiempo", le dice James a BBC Mundo,
recordando la primera vez que puso un pie en Afganistán.
"La gente
es fabulosa, muy amigable, muy hospitalaria; y las montañas, los desiertos, los
ríos y los bosques le confieren al lugar una cualidad mágica que te hace sentir
en los límites de la civilización", añade.
Optimismo contagioso
Pero no fue
solamente el paisaje o la calidez de la gente lo que motivó a este soldado a
iniciar una nueva vida en ese país.
Imbuido por el
optimismo de los locales y convencido de que las fuerzas militares estaban
eligiendo la senda equivocada para resolver los problemas que aquejaban a los
afganos, James decidió establecerse en el noreste del país para intentar
revivir la era dorada del turismo de montaña que llegó a un drástico fin con la
invasión soviética de 1979.
"Cuando
regresé a Kabul en 2004 me decepcionó mucho la falta de progreso.
Se invirtió
mucho dinero en proyectos de desarrollo, pero la mayoría se utilizó para pagar
a consultores internacionales, crear ministerios, montar oficinas con aire
acondicionado... cuando lo que la gente quería y necesitaba en realidad eran
pozos de agua más profundos o empleos", recuerda.
"Por otra
parte, en ese momento yo estaba trabajando en la unidad antinarcóticos y me fui
dando cuenta cómo el problema del opio era un tema de negocios. Esa era la
única manera de hacer dinero, era una inversión rentable y segura. Por eso, si
el objetivo era acabar con los cultivos de opio, era necesario crear empleos y
ayudarlos a buscar otras formas de hacer dinero".
Fue la falta de
iniciativas acertadas, al menos en su opinión, lo que hizo que se decidiera a
fundar, con la aprobación y participación de la comunidad local, una empresa de
turismo de montaña.
Angharad, esposa de James y enfermera pediátrica de profesión, se ocupó de ayudar a las mujeres a vender sus artesanías a los turistas que viajaban a la zona.
El lugar elegido
fue el corredor de Wakhan, una pequeña franja en el noreste que limita con
Tayikistán, China y Pakistán. En esta zona, lejos de Kabul y de la notoria
provincia de Helmand -acostumbradas a la violencia de la insurgencia- el
Talibán no tiene presencia.
"Es una
región muy diferente, es el 'otro' Afganistán" del que los medios nunca
hablan, le dice James a BBC Mundo.
"Los
locales han escuchado sobre Kabul, pero nada de lo que ocurre allí tiene
ninguna relevancia para ellos".
"Es un
lugar por el que casi no ha pasado ningún soldado extranjero", agrega.
Y quizá por esta
razón, y por el hecho de que James fue con su esposa -también británica-
embarazada y su hijo de poco más de un año, que apenas llegado se integró
rápidamente a la comunidad.
Una de las
primeras tareas a las que se abocó fue dar a conocer las actividades turísticas
que podían realizarse en la zona. También se dedicó a elevar el perfil del
corredor de Wakhan, demostrando que era una zona segura, accesible, rodeada de
montañas, ávidas de montañistas deseosos de escalar.
Tras meses de
trabajo, las expediciones comenzaron a llegar de la mano de artículos, blogs, y
películas que hablaban maravillas de esta región olvidada de Afganistán.
Sin embargo, el
éxito de la empresa duró poco, "el avance de las operaciones de
contrainsurgencia de Estados Unidos en 2010 empujó la violencia concentrada en
el sur hacia zonas que antes eran pacíficas", explica James.
"Nuestro
objetivo no era desarrollar turismo de guerra para la gente que le gusta viajar
a zonas de riesgo, esquivar balas y sentir la adrenalina en el cuerpo sino todo
lo contrario", dice.
"En
Afganistán, no se les da apoyo a las empresas exitosas, sino que son los
fracasos los que atraen dinero"
David James,
soldado británico
"Y aunque
todavía hoy no hay rebeldes ni presencia del Talibán en el corredor de Wakhan,
"la insurgencia se está acercando cada vez más".
James y su
equipo sintieron que ya no podían garantizar la seguridad de sus montañistas y
dieron por finalizado el proyecto hacia finales de 2011.
"También
pesó el factor de que nunca pudimos conseguir el financiamiento que
necesitábamos para desarrollar el negocio y dejarlo en manos de los
locales", dice.
Éxito a medias
No obstante,
James no considera que el proyecto haya sido un fracaso absoluto. Muchos
montañistas de renombre han regresado al corredor de Wakhan -lo cual ha
generado un considerable ingreso de divisas que resultan clave en una economía
basada en la subsistencia- y han compartido sus experiencias por internet.
"Cada
expedición significa un cambio importante para esta gente que vive en una de
las sociedades con el índice de mortalidad infantil más alto del mundo",
añade.
De faena
La economía en
la comunidad es básicamente de subsistencia. En la foto, vemos como un grupo de
niños trabaja en la cosecha de arvejas.
"Este año,
se cree que será uno de los mejores hasta la fecha en términos de turismo, lo
único que me apena es que, en Afganistán, no se les da apoyo a las empresas
exitosas, sino que son los fracasos los que atraen dinero", le dice a BBC
Mundo con cierta nostalgia.
Por el momento
James no tiene planes de regresar, excepto de visita. Pero aún guarda recuerdos
imborrables de estos últimos diez años, en los que su vida y la de su familia
estuvieron ligados íntimamente con Afganistán.
"Todavía me
acuerdo con cariño de aquellas tardes sentado en la terraza mirando el
atardecer con mis vecinos afganos, tomando té y hablando del potencial del
futuro".
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