A las 11:34 AM, por Luis
Fernando
Categorías : Anti-magisterio, Actualidad, Secularización interna de la Iglesia
En 1990 se hizo pública la Constitución
Apostólica “Ex corde
ecclesiae” del beato Juan Pablo II, Papa.
El texto empezaba asegurando que “nacida del
corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la
tradición que remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se
ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación
del saber para el bien de la humanidad".
Para el Papa polaco “es un honor y una
responsabilidad de la Universidad Católica consagrarse sin reservas a la causa
de la verdad.
Es ésta su manera de servir, al mismo tiempo,
a la dignidad del hombre y a la causa de la Iglesia".
Y tras mucho abundar en loas y explicaciones
sobre la relación entre la universidad y el mundo, Juan
Pablo II señaló algo que parte del sentido común.
A saber, que para que una universidad
sea católica, tiene que ser fiel a la Iglesia:
De esta estrecha relación con la Iglesia derivan, como consecuencia, la
fidelidad de la Universidad, como institución, al mensaje cristiano, y el
reconocimiento y adhesión a la Autoridad magisterial de la Iglesia en materia
de fe y de moral.
Los miembros católicos de la Comunidad universitaria, a su vez, están
también llamados a una fidelidad personal a la Iglesia, con todo lo que esto
comporta.
Sin embargo, en Estados Unidos hay bastantes
universidades católicas que desconocen a propósito lo que significa la palabra
fidelidad a la Iglesia y muchos menos el concepto de adhesión
al magisterio.
A pesar de lo cual, el Secretariado de
Educación de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos publicó
recientemente un “Informe final sobre los 10 años de revisión de la aplicación
de Ex Corde Ecclesiae” en el país norteamericano.
¿En qué consiste dicho informe?
Según nos cuentan desde The Catholic World
Report (CWR), se trata de una página autocomplaciente, trivial,
que alaba el “diálogo permanente” y el “espíritu de colaboración”,
pero que no explica nada, absolutamente nada, sobre la situación real de la
educación superior católica en la nación norteamericana.
Sin ir más lejos en el tiempo, este mes ha
visto como 12 campus universitarios católicos eran escenario
de la representación de “Los monólogos de la vagina”, obra
escrita por la feminista estadounidense Eve Ensler.
Ahorro a mis lectores la descripción exacta
de algunos de esos monólogos.
Baste saber que en algunos se aboga por las
relaciones entre adultos y adolescentes, en otros por las relaciones homosexuales
y, faltaría más, hay textos a favor del aborto.
Hay también universidades católicas que conceden
créditos a sus alumnos por prestar sus servicios en clínicas de la
multinacional abortista Planned Parenthood.
Los portavoces del derecho al aborto y el matrimonio
homosexual son invitados a pronunciar discursos y conferencias.
El último caso se dio el pasado 15 de febrero
en el Providence College, que organizó una conferencia a cargo del senador
Sheldon Whitehouse, que ha votado siempre a favor del aborto.
La ideología de género y la agenda del lobby
gay, faltaría más, también empiezan a encontrar su lugar en esas universidades
“católicas".
La Universidad de Nuestra Señora del Lago en
San Antonio, Texas, se ha convertido en el primer centro católico en revisar
sus normas para “proteger” a los estudiantes, profesores y personal de la
universidad que hayan optado por cambia de sexo.
Y el semestre pasado docenas
de campus católicos organizaron el “Mes de la Concienciación gay” y el “Día de
la salida del armario”, en el que se animaba a los jóvenes a
mostrar abiertamente su condición homosexual.
CWR indica que no parece probable que hubiera
mucho entendimiento y colaboración entre la Universidad católica y el arzobispo
de San Francisco, dado el hecho de que el centro universitario ha nombrado como
jefe del departamento de teología y estudios religiosos a Vincent
Pizzuto.
Es un señor “ordenado” sacerdote en el 2006
por la Celtic Christian Church, que obviamente no es una “iglesia” en comunión
con Roma.
¿Y a qué se dedica Pizzuto?
Pues a celebrar bodas religiosas homosexuales y a escribir
libros sobre la supuesta homofobia y misoginia en la Iglesia Católica.
Como ven ustedes, es el candidato ideal para
ser el responsable de la enseñanza teológica en una universidad católica.
Cabe preguntarse cómo se concilia tal hecho
con lo que el Papa pidió en Ex Corde Ecclesiae.
Si piensan que han visto lo peor, se
equivocan.
Peter Signer, filósofo australiano que aboga
directamente por legalizar el infanticidio siguiendo el
modelo de la Antigua Grecia fue invitado por la Universidad de Fordham a un ciclo
de conferencias que llevaba su nombre.
No es de extrañar que desde el Catholic World
Report se hable del “mundo orweilliano de la educación católica” en los Estados
Unidos.
Si los obispos de ese país se conforman con
un informe de unos cuantos párrafos que dice que las cosas han mejorado, parece
evidente que nada cambiará.
Algunos pastores ya han decidido plantar cara
a esos engendros de universidades, pero es necesaria una acción decidida y conjunta,
por la que se pida a Roma que haga con esos centros lo mismo que ha hecho con
la universidad rebelde de Lima, Perú.
Si no
quieren ser fieles a la Iglesia, que dejen de llamarse católicos.
Y si son propiedad de la Iglesia, ésta tiene
que entrar a saco para limpiar de basura los campus, la dirección y el
profesorado.
Cuando lo que está en juego es la formación
de miles y miles de jóvenes católicos y no católicos que acuden a esas
universidades, no se puede tapar el sol con un dedo ni mirar a
otro lado.
Quien tenga autoridad, que la ejerza.
Si no la ejerce, que deje paso a quienes sí
quieran ejercerla.
De nada vale que un Papa publique una
constitución apostólica si luego muchos obispos se mofan de la misma
permitiendo que se haga exactamente lo contrario.
No es solo perverso el que practica el
pecado de forma pública y escandalosa.
Lo es también el que promueve, enseña y
consiente la promoción del pecado.
Y si
el que admite tal cosa es un pastor, habrá que rogar al Señor que proteja a su
rebaño.
Luis Fernando Pérez Bustamante
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