SAN CRISTÓBAL DE
LAS CASAS, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del obispo de San Cristóbal de
las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en el que aborda las
implicaciones de la libertad religiosa y lo que falta por hacer en este
terreno.
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Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
En la
comparecencia de los cuatro candidatos presidenciales con los obispos del país,
durante nuestra asamblea pasada, dijeron que promoverán la libertad religiosa,
en beneficio de todas las opciones. Algunos, sin embargo, la reducen a libertad
de culto y de creencia, sin advertir que tiene muchas otras implicaciones.
Parecen desconocer los tratados internacionales firmados por México sobre este
asunto.
Durante la visita
del papa a nuestra patria, sólo en dos momentos enunció este derecho, pero con
suma prudencia evitó describir en detalle lo que implica. Sabía que este asunto
estaba en fase de discusión en el Senado, y no quiso intervenir en este
proceso. En la bienvenida, señaló “la inigualable dignidad de toda persona
humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o
despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho
fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena
integridad”. No dijo cuál es su genuino sentido, ni explicó su plena
integridad. A los obispos nos dijo: “Tampoco faltan preocupaciones por la
carencia de medios y recursos humanos, o las trabas impuestas a la libertad de
la Iglesia en el cumplimiento de su misión”. No se explayó sobre estas trabas.
Fue el cardenal
Bertone quien abordó así el asunto: Entre los “derechos fundamentales de las
personas, destaca la libertad del hombre para buscar la verdad y profesar las
propias convicciones religiosas, tanto en privado como en público, lo cual ha
de ser reconocido y garantizado por el ordenamiento jurídico. Y es de desear
que en México este derecho fundamental se afiance cada vez más, conscientes de
que este derecho va mucho más allá de la mera libertad de culto. En efecto,
impregna todas las dimensiones de la persona humana, llamada a dar razón de su
propia fe y anunciarla y compartirla con otros, sin imponerla, como el don más
preciado recibido de Dios”.
CRITERIOS
En Cuba, el papa
fue más explícito: “La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo
único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria
(cf. Col 1,27). Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la
esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe
también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que
Jesús trajo al mundo. Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando
pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar
pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo
animar a las instancias gubernamentales de la nación a reforzar lo ya alcanzado
y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la
sociedad cubana.
Cuando la Iglesia
pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende
sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo
se hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su consistencia. Por
eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la
catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto
llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del
saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede
descuidar”.
PROPUESTAS
Legisladores y
quienes critican la limitada y reciente reforma al artículo 24 de la
Constitución: Comparen nuestra legislación con el No. 12 del Pacto de San José,
suscrito y obligatorio para nuestro país; verán que los padres de familia
tienen el derecho a decidir qué tipo de educación debe dar el Estado a sus
hijos; no se excluye la religión. No pretendemos imponer el catolicismo en las
escuelas oficiales, sino que los padres de familia decidan. Es su derecho.
Estudien el
número 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos; verán cuánto nos
falta para que en verdad tengamos libertad religiosa en su genuino sentido y en
su plena integridad, sin trabas. Se deberían quitar las trabas para divulgar la
fe en los medios de comunicación. Todas las religiones se beneficiarían.
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