Después
de este primer año, yo no lamento la elección que hice de “lanzarme a la
aventura”.
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La facultad de bioética nace en el
mes de octubre de 2001 «como una respuesta a los graves problemas éticos y
jurídicos que plantea la ciencia, la medicina, las legislaciones y, en
general, la sociedad actual, en relación con la vida y la salud humana»
menciona el primer decano de la facultad, P. Gonzalo Miranda, L.C., en una
entrevista que puede leerse en el siguiente enlace de la
página del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum».
Una alumna francesa de la facultad,
Marie-Marthe Fornerod, escribió su testimonio para la página del Regnum Christi en francés.
Publicamos a continuación una traducción al español.
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“¿Y porqué no irías a estudiar
bioética en Roma?”. Esa era la pregunta que me hacía mi mamá cuando yo le
hablaba de mis estudios al finalizar el bachillerato.
Al principio yo no prestaba
atención a lo que ella me decía, ni siquiera sabía en lo que se podía
trabajar estudiando bioética, y sobre todo el hecho mismo de que fuera en
Roma hacía que la cosa en sí misma me pareciera muy lejana.
Pero después, cuando me puse a
reflexionar seriamente en lo que iba a hacer con mi vida, me interesé por
esta posibilidad. En efecto, los temas de bioética, como la procreación
asistida o la eutanasia, y más especialmente el aborto,
me habían conmovido hondamente
durante mi adolescencia, tal vez porque mis padres habían adoptado a una
pequeñita con síndrome de Down cuando yo tenía exactamente 11 años. En
efecto, actualmente en Francia, más o menos 9 niños de cada 10 con este
síndrome son abortados y eso me conmovía profundamente, porque mi hermanita
es un verdadero tesoro para mí.
Por lo tanto comencé a recabar
información sobre la facultad de Bioética Regina Apostolorum en Roma,
que tienen los Legionarios de Cristo, esta
congregación religiosa donde tres de mis hermanos son ahora seminaristas. No
me olvidaba de pedirle a Dios que me iluminara y poco a poco nació en mí esta
certeza: estos estudios eran los que me convendrían. Mientras más información
tenía sobre la facultad, más interés surgía de ir allá. Tomé entonces la
decisión de ir a estudiar a Roma, sin saber una palabra de italiano, ¡apenas
a los 18 años!
Así fue como me fui en septiembre
de 2005 a vivir con una familia italiana un mes antes de iniciar las clases,
sobre todo para aprender un poco de italiano. Y después inicié el primer año
de bioética. Rápidamente confirmé que mi elección no fue errada. En bioética
(la ética de la vida) se estudia la moralidad de todo lo que tiene que ver
con la vida, tomando en cuenta las técnicas que ofrece la ciencia (la
congelación de los embriones, las técnicas de procreación asistida...), etc.
Tuvimos cursos de medicina, filosofía, teología y también derecho y
metafísica, entre
otros. Esta facultad proporciona,
en efecto, una capacitación completa y sólida, de tal manera que, al terminar
los cuatro años de estudios sabemos intervenir en el mundo con argumentos
sólidos para poder responder a los numerosos interrogantes que surgen con
mucha frecuencia ante el incesante avance de la ciencia.
Y lo que me agrada enormemente es
poder estudiar con personas del mundo entero, lo cual me ha permitido abrir
ampliamente mi espíritu y mi mente, aprender cosas nuevas y conocer
muchísimas personas. El ambiente entre los estudiantes es verdaderamente
extraordinario: amistad, ayuda mutua en los estudios, momentos de oración en
común, descanso y paseos en las calles de Roma o en la playa, no muy lejos de
la ciudad. Y como la facultad es de los Legionarios de Cristo, tenemos la
posibilidad de una verdadera vida de oración. En la universidad hay 3 misas a
lo largo del día para que todos los estudiantes tengan la posibilidad de
asistir a una, hay sacerdotes disponibles para orientación espiritual y
confesión, nosotros mismos tenemos una hora de adoración “a favor de la vida”
todos los jueves. En pocas palabras, el medio en que nos desenvolvemos
verdaderamente nos lleva al crecimiento intelectual, moral, espiritual y
humano.
Después de este primer año, yo no
lamento la elección que hice de “lanzarme a la aventura”. Segura de haber
dejado tras de mí a mi familia, mis amigos, mi país..., todo lo que yo
conocía. He recibido tanto durante este primer año en Roma, en esta facultad,
y me gusta tanto lo que estudio que le doy gracias a Dios por haberme dado el
valor de irme a la aventura. “¡No tengáis miedo!”, decía Juan Pablo II. En
efecto, no tengamos miedo de responder a los llamados que Dios nos lanza,
inclusive si parecen algo desmedidos, si pareciera que jamás seríamos capaces
de llevarlos a cabo. Dios desea lo mejor para nosotros, Él nos llena
infinitamente y jamás nos abandonará.
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FECHA DE PUBLICACIÓN: 2006-10-25
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lunes, 23 de julio de 2012
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