Testimonio vocacional del Padre
Luis Miguel Rincón Valadez LC.
La vocación es un gran regalo
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Para mí el llamado de Dios comenzó
en mi casa. Crecí en un hogar lleno de cariño y valores humanos donde Dios
ocupaba un lugar que se iría ensanchando con el paso de los años. La alegría
de la familia era estar unidos, apoyarnos en todo: tareas escolares, torneos
deportivos, proyectos familiares… en las buenas y en las malas. Las primeras
oraciones, la preocupación por ayudar al que sufre, la responsabilidad en el
trabajo y la iniciativa al servicio de los demás son cosas que me enseñaron
mis papás. Mi hermana y mi hermano fueron y siguen siendo para mí un ejemplo
a seguir. También mis abuelos grabaron en mí una huella imborrable de cariño
y amor fiel, a pesar de haberlos visto poco, ya que vivimos en ciudades
diversas.
Una segunda familia: el Regnum Christi Cuando tenía 16 años conocí el movimiento de apostolado Regnum Christi, dirigido por los Legionarios de Cristo. De pronto, muchos de los valores que había aprendido en casa los vi reflejados en una obra de la Iglesia: compañerismo, deseo de ayudar a los necesitados, sumo respeto por el prójimo y amor a Dios. Decidí formar parte de dicho movimiento y participé vivamente durante dos años en las actividades que nosotros mismos organizábamos: misiones humanitarias y de evangelización en varias partes del país, cursillos de formación en México y en el extranjero, reuniones y congresos entre amigos, retiros espirituales, convivencias, etc. Aunque seguía activo en los torneos de fútbol, de baloncesto y de béisbol, aunque estudiaba en la universidad y tenía mis planes como futuro abogado, y aunque soñaba con formar una familia y llevaba ya una feliz relación con mi novia, dentro de mí creció el deseo de dedicar cada vez más mi vida a Dios y a sus cosas. Percibí que tal vez Dios me estaba llamando a ser sacerdote. Ofrecer un año al servicio de la Iglesia Fue entonces cuando tuve la oportunidad de participar en un proyecto que me entusiasmó mucho: ofrecer a tiempo completo un año al servicio de la Iglesia como colaborador del Movimiento Regnum Christi. Este proyecto
había comenzado no hace muchos años
y yo conocía a varios jóvenes universitarios y profesionistas que habían
participado en él. Esto implicaba salir de mi casa y despedirme de mis seres
queridos, interrumpir mis estudios profesionales y dejar a un lado por un momento
otras ocupaciones y gustos. Pero en mi interior sabía que sería una
experiencia positiva, llena de aprendizaje y maduración. Había visto cómo
volvían algunos amigos después de este año de servicio: felices, plenos, más
preparados para afrontar los retos de la vida. Además, yo necesitaba un
tiempo así para acercarme más a Dios y para reflexionar en esa posible
vocación sacerdotal.
Vivir en medio de auténticos ministros de Dios Recuerdo ese primer año al servicio de Dios como colaborador con mucha gratitud. Creo que el don más grande fue residir en una casa, o mejor, en una comunidad donde vivían personas cuyo ideal común era servir a Dios y a los demás. Seis sacerdotes, cuatro religiosos y cinco colaboradores formábamos esa comunidad que pronto sería una auténtica familia. La santa misa y otras oraciones las teníamos juntos diariamente. También comíamos y teníamos deportes y recreación en grupo. Cada uno tenía sus propias tareas pastorales con un horario exigente que no dejaba tiempo para la ociosidad. A mí me correspondía organizar grupos de jóvenes que querían crecer en su fe y en el compromiso con el prójimo. Daba charlas formativas y retiros a adolescentes en escuelas y parroquias, salíamos a realizar obras de caridad y a divertirnos sanamente; me reunía con los padres de familia para reflexionar sobre la educación de sus hijos. Volvíamos a casa para la hora de cenar, cada uno con experiencias que compartir. Después de la cena veíamos las noticias y luego pasábamos todos juntos para concluir la jornada en la capilla. Los momentos decisivos Buenos ratos transcurrieron en esa capilla; allí pude dialogar con el Señor y ver con mayor claridad sus planes sobre mí. Me sentía realmente en mi lugar, identificado y comprometido con esa nueva forma de vida. Por supuesto, no olvidaba aquellos otros sueños y planes que antes me habían ilusionado. Me esperaban mi familia y mis amistades. Tuve un tiempo de decisión lleno de luchas y hasta algunas lágrimas se me escaparon. Pero hice en primera persona la experiencia que Jesús narra en el Evangelio cuando cuenta la historia de un cierto comerciante de perlas. Este hombre encuentra una perla muy preciosa y decide vender todas las perlas que tenía con tal de comprar esa perla. Agradecer y corresponder Así he considerado el don de mi vocación sacerdotal, como una perla preciosa, como un tesoro inmenso. Es cierto que llevo este tesoro en vasos de barro pero Dios me llena de confianza y me da la paz. Al fin y al cabo fue Él quien nos escogió y nos metió en esta aventura del sacerdocio, nosotros queremos responderle con generosidad.
EL P. LUIS MIGUEL RINCÓN VALADEZ nació en
Monterrey (México) el 8 de septiembre de 1977. Cursó sus estudios en el
Colegio Inglés y en la preparatoria del Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Monterrey (TEC). Posteriormente estudió dos años de la
licenciatura de Derecho en la misma institución. En 1995 se incorporó al
movimiento de apostolado Regnum Christi. Colaboró durante un año en la
pastoral juvenil en la Ciudad de México. En septiembre de 1998 ingresó al
noviciado de los Legionarios de Cristo. Hizo su noviciado en Bad
Münstereifel (Alemania) y realizó los estudios de humanidades clásicas en
Salamanca (España). Continuó su formación en Roma donde estudió filosofía y teología
en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. Por cuatro años se dedicó
a la pastoral juvenil y vocacional en su ciudad natal, y posteriormente
colaboró durante tres años en la pastoral familiar en Florencia (Italia).
También ha sido formador en cuatro seminarios de la Congregación. Actualmente
desempeña el cargo de asesor de pastoral juvenil en Madrid (España).
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viernes, 20 de julio de 2012
Testimonio vocacional del Padre Luis Miguel Rincón Valadez LC.
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