Testimonio de María José
colaboradora del Movimiento Regnum Christi que ofreció tres años para
trabajar en El Salvador.
He sido inmensamente feliz
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México, 15 de marzo de 2007. María
José Iturralde Mendoza, es originaria de Celaya, Guanajuato (México). A sus
26 años cuenta con una experiencia de 3 años como colaboradora del Movimiento Regnum Christi. Tuvo
la oportunidad de desempeñar su labor pastoral ayudando a la consolidación de
los clubes del ECYD en el
período fundacional del Movimiento en El Salvador. También trabajó en las
secciones del Movimiento de ese país. Presentamos a continuación su
testimonio.
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Conocí el Movimiento Regnum
Christi a los 21 años y estaba a la mitad de la carrea de administración.
Era la típica persona católica de nombre y cumplía lo necesario y suficiente,
sin tener que comprometerme de más, ya que yo tenía “otras cosas más importantes”.
Cuando conocí el Movimiento tuve
una experiencia profunda de Dios, comprendí que las metas y los logros que
cualquier persona se plantea yo ya las había alcanzado y lo seguía logrando;
pero al mismo tiempo me daba cuenta que esto no era suficiente, que debía
hacer algo más, una meta aún mayor que me llenara el alma. En ese momento no
dudé que al terminar mi carrera daría años para desempeñar algún trabajo
pastoral como colaboradora del Regnum Christi.
Cuando por fin llegó el momento, a
mis 23 años, tenía novio, pero mi decisión estaba tan clara y firme que nada
me impidió seguir la voz de Dios y la voz de mi corazón. Mi sorpresa sería
que nuestro padre Fundador, aún
director general en esos años, me diera como destino de trabajo ir a El
Salvador y además a trabajar en el ECYD. Cabe decir que yo no formé parte del
ECYD y no tenía idea de lo que era; sin embargo, tenía claro que Dios ahí me
quería y que Dios quería hacer algo a través de mí en ese hermoso país. Fue
un año pleno, el más feliz de mi vida. Mi equipo de colaboradoras era como mi
familia y a pesar de los momentos duros y difíciles, nunca me arrepentí de mi
decisión, mi relación con Dios creció enormemente y la sección de El Salvador
también creció. Dios premió nuestra entrega y fidelidad con frutos
inesperados. Le agradecí a Dios la gracia y también la gran responsabilidad
de ser orientadora espiritual, de tener un apostolado a veces duro.
En el segundo año de trabajo pude
ver como 17 jóvenes salvadoreñas decidieron irse de colaboradoras. Me di
cuenta y comprobé que Dios quiere cosas grandes en ese país y que nosotros
únicamente podemos darle nuestra respuesta generosa para que Él supla nuestra
miseria y pueda hacer el milagro, el gran milagro de la evangelización.
Y ese verano cuando ya tenía
definido mi trabajo, fue cuando decidí a dar el tercer año, le dije a Dios:
"¿Qué más puedo darte?"
y la respuesta que vislumbré en mi
corazón fue: "Todavía queda un año". Nada me impedía cumplir el
ideal de colaboradora que nuestro Fundador nos pidió en su carta del 21 de febrero de 2006, y mi
respuesta fue sencilla: "He sido feliz, veo una necesidad y nada me
impide responder". Me movió a la acción ver que a través del trabajo de
una sola persona una sección se puede consolidar, ¿qué sería si fuéramos más
los que quisiéramos hacer esto?, me parece que el Movimiento podría abarcar
mucho más, tocar el corazón de miles de personas más y llevar así el mensaje
de Cristo a tantos que no le conocen...
Aunque muchas personas no entienden
lo que yo he hecho, la realidad es que soy y he sido inmensamente feliz, esta
experiencia es la mejor que he vivido a lo largo de mi vida. Es hermoso poder
ser colaboradora, le doy gracias a Dios y al Movimiento por tenerme esta
confianza.
Me doy cuenta que la verdadera
felicidad de un colaborador consiste en ser fiel al carisma, entregarse hasta
el extremo y vivir la caridad, además de vivir el presente, disfrutar el año
de servicio, no vivir sujetos a "lo que dejé" o "lo que me
estoy perdiendo", recordando que esta hermosa experiencia no se repite,
sólo será una vez en la vida, y si ya lo hemos dejado todo vale la pena
hacerlo bien.
Sin duda, si tuviera que tomar de
nuevo la decisión lo haría otra vez, tal vez no todas las personas tengan la
oportunidad de arriesgar todo y apostarlo todo por Cristo, pero quien tenga
esa espina o esa duda de dar un poco más, sólo puedo decir que HE SIDO
INMENSAMENTE FELIZ y quien apuesta por Cristo JAMÁS pierde, siempre gana,
sólo hay que tener fe.
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FECHA DE PUBLICACIÓN: 2007-03-15
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miércoles, 18 de julio de 2012
Testimonio de María José colaboradora del Movimiento Regnum Christi que ofreció tres años para trabajar en El Salvador.
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