jueves, 5 de julio de 2012

La Iglesia vista por un homosexual


La historia de un exhomosexual

29 JUN 2012 | PEPE ÁLVAREZ DE LAS ASTURIAS
     
·      Siendo niño escuchó -se le clavaron- las primeras burlas (“eres una niña”) y sintió los primeros desprecios -y golpes- de su padre (“¡hazlo como los hombres!”). Pasó su adolescencia entre los brazos de su madre y los juegos de niñas. A los 15 años tuvo sus primeras relaciones sexuales con un hombre y poco después comenzó su largo camino en la prostitución, que duró 20 años. A punto de operarse para ser transexual, una amiga le invitó a un retiro espiritual. Allí descubrió que Dios le ama. “¿A mí? Yo pensaba que Dios amaba a todos, menos a los homosexuales”.

Suenan las campanas llamando a los fieles a misa de doce. Los que han salido de misa de once, orgullosos del deber dominical cumplido, cruzan un pequeño parque junto a la iglesia. En uno de los bancos reposa tranquilamente un homosexual, un travestido. Los feligreses le increpan: “¿Qué haces aquí, junto a una iglesia, so guarro?”. “¡No se puede consentir!”. “Pecador, que eres un pecador. Aquí no tienen lugar los pecadores".

En eso, un transeúnte que pasaba por ahí pregunta qué sucede. “Pues este, aquí, provocando. No tiene ni respeto ni vergüenza”. El recién llegado no dice nada, consulta algo en su iPad y, una vez encontrado lo que buscaba, espeta a los indignados feligreses: “¿Vosotros sabéis lo que dice la Iglesia sobre los homosexuales?”. “¡Pues claro!”, “¿Cómo no vamos a saberlo?”, responden ofendidos. “Bueno, por si acaso lo sabéis de oídas, yo tengo aquí el Catecismo de la Iglesia Católica y justo en el punto 2358 dice: ‘Las personas que experimentan una atracción sexual hacia personas del mismo sexo -“maricones”, “so guarros” sueltan, por lo bajo, los indignados- deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza y se evitará respecto a ellos todo signo de discriminación injusta’… Y por si acaso esto no os lo aclara -prosigue el intruso- os recomiendo que leáis el capítulo 8 del Evangelio de san Juan: veréis que Cristo, en una situación parecida, dice: ‘El que esté libre de pecado que tire la primera piedra’ -los indignados asienten, ese se lo saben-; pero como aquí no hay piedras, el que esté libre de pecado que lance el primer insulto”.

Ante el inesperado reto, los otros retiran la mirada acobardados, dan media vuelta y se van. Entonces, el provocador se vuelve hacia el travestido y le pregunta: “¿A ti te han dicho alguna vez que Dios te quiere?”. “No, no me suena”. A muchos católicos tampoco, claro; pero ahora sí les va a sonar.

‘La Rubí’

Porque esta provocadora escena es la que abre el segundo capítulo de Te puede pasar a ti, con el que Juan Manuel Cotelo (La última cima), tras cinco meses de intenso trabajo, nos pone ante el incómodo pero revelador espejo de nuestros propios prejuicios -o posjuicios- respecto a la homosexualidad.

Y lo hace como solo él sabe hacerlo, a pecho descubierto, desafiante, valiente, sin tapujos; con la verdad por delante y el sentido común -y el cristiano- pegado a ella. Y, por si acaso, lo avisa: “Este viaje puede provocar mareo y vértigo en dos tipos de espectadores; en quienes rechacen a las personas con atracción homosexual y en quienes rechacen a los cristianos”.

Cotelo nos desvela, a través del duro testimonio de Rubén, cómo ya desde pequeño el rechazo de su padre (“nunca me dio un beso ni un abrazo”) y el desprecio de sus compañeros le empujaron hacia el mundo femenino al tiempo que le alejaban de Dios. Dejó de rezar y de ir a misa y se escapó de casa con 15 años. Solo encontró soledad, indiferencia. Hasta que en un parque de Guadalajara descubrió que no era el único adolescente raro que se sentía atraído por personas de su mismo sexo. Rubén dio paso a ‘La Rubí’ y comenzó a prostituirse, buscando en desconocidos el afecto paternal que nunca tuvo; y se le endureció el corazón. Tuvo los hombres que quiso, pero él se sentía como un embudo: “Por más agua que le eches, siempre se queda vacío”. Vacío y soledad, eso es cuanto se llevaba a casa después de cada noche de trabajo, año tras año.

Al borde del suicidio

Llegó a un punto sin retorno y decidió emigrar a Estados Unidos. Se acordó de Dios y le ofreció volver a misa y apuntarse a un grupo de oración para que le consiguiera trabajo. Nada. Acudió a un retiro, y allí una predicadora le dijo “Dios te ama, a pesar de lo que hayas hecho”. Por primera vez entendió que la misericordia de Dios era también para él. Se confesó. Lo soltó todo y salió liviano y feliz.

Feliz, por primera vez en su vida. Y entonces descubrió que tenía el sida. “En dos meses te mueres”, le dijo el doctor. Y el mundo se le volvió a caer encima. Pensó en suicidarse, pero una voz se lo impidió: “Hay mucho por lo que vivir; cosas grandes y maravillosas tengo yo para ti”. Dos meses después seguía vivo; y dos años después. Y aún hoy. Vivo y feliz. “Soy feliz. Soy pleno viviendo en castidad. Viviendo esta vida dentro de la Iglesia Católica”.

Ahora Rubén dirige un grupo de oración con noventa homosexuales y lesbianas, y con ellos recorre los prostíbulos de México compartiendo su experiencia, dando testimonio, allí donde se lo reclamen, de la libertad y la paz que ha alcanzado en su vida y de la misericordia de Dios para los homosexuales. “Los cristianos tenemos que dejar de ser expertos en criticar para convertirnos en expertos en amar”, afirma Rubén. ¿No es eso mismo lo que nos enseñó Jesús?

¿Es homófoba la Iglesia?

Como en el anterior capítulo de Te puede pasar a ti (“Juango, pandillero colombiano hoy sacerdote”), el testimonio de Rubén es presentado en la caravana de Cotelo a diferentes personas con las que el director abre un intenso debate a corazón abierto sobre la fe y la homosexualidad. Personas como Joan (homosexual y ateo) y Juan Carlos (creyente y padre de familia); o Mª Ángeles y Manolo, amigos, compañeros de sufrimiento y homosexuales conversos. Ellos también nos relatan su historia y nos plantean preguntas que no tienen fácil respuesta… o sí. ¿Es homófoba la Iglesia? Y Dios ¿es cruel e injusto con los homosexuales? ¿Están condenados al Infierno solo por serlo?


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